No quiere este Gobierno, ni ningún Gobierno, destruir la fuerza que supone el Sr. Robert, en Cataluña, sino que este Gobierno, como todos los Gobiernos, desea aprovecharla. Porque debe saber el Sr. Robert que las fuerzas a que S. S. se ha referido las ha creado Cataluña, pero las ha creado bajo el amparo, bajo el favor, bajo la protección de todos los Gobiernos de España. (Aplausos.)
Se queja el Sr. Robert del régimen en que vivimos, de la organización del país, y de que por ese régimen y por esa organización no ha llegado España a tener la prosperidad que han alcanzado, afortunadamente para ellos, otros pueblos. Pero el Sr. Robert y los que como él piensan son los que menos razón tienen para quejarse de la organización ni del régimen en que vivimos, porque gracias a ese régimen, Barcelona es una de las poblaciones más importantes del Mediterráneo, y Cataluña es hoy próspera y feliz como no lo ha sido jamás. (Muy bien.- Aplausos.)
¿Cómo he de negar la aptitud y las energías de los catalanes? Pero esa aptitud y esas energías, hubieran quedado quizá baldías, sin la protección que en todos los tiempos han dado todos los Gobiernos españoles a esa tierra feliz. Cataluña, que tiene todavía el hereu en la familia, Cataluña ha sido el hereu de la pobre España. (Prolongados aplausos.- El Sr. Rusiñol: ¡Muy hermoso; pero no es cierto!- Grandes rumores y protestas.) Pero, ¿quién lo duda? Habrá sido un hereu que ha sabido utilizar los privilegios y las ventajas que su madre le ha concedido. (El Sr. Rusiñol: Ventajas para todo el país. -Protestas y rumores.)
No; tened tranquilidad, tened calma, porque yo no lo digo en son de hostilidad a Cataluña, sino todo lo contrario; pero no se pueden negar las cosas.
¿Quién duda que Cataluña se ha hecho rica por España y con España? ¿Quién duda que para hacerse rica, ha habido necesidad de concederla en las leyes ciertos privilegios, que le han dado ventajas sobre sus hermanas, las demás provincias de España? ¿Quién duda que quizá el malestar de nuestras perdidas Antillas?? (El Sr. Rusiñol: Nunca.- El Sr. Ruiz Capdepón: Siempre) ¿Quién duda que quizá el malestar de nuestras perdidas Antillas haya sido debido a la preferencia que daba España a Cataluña? ¿Es esto hostilidad a Cataluña? ¡Ah, no! Ésta es la realidad de los hechos y ésta es la demostración de que Cataluña no haría bien si no estuviera ligada a España como está ligado el hijo querido a la madre amantísima y cariñosa. (Grandes aplausos.)
Quiere el Sr. Robert, y los que como él discurren (que no son, ni con mucho, afortunadamente, todos los catalanes), quieren cambiar el sistema en que hoy vivimos, que el Sr. Robert llama centralista, por el sistema regionalista, a cuyo nombre añade S. S. el de catalanista. Está bien, pero yo no sé si a Barcelona le puede convenir ese sistema, y desde luego me parece que no les conviene a las otras provincias catalanas porque las otras provincias catalanas, por lo que yo sé y comprendo, prefieren entenderse con la capital de la Monarquía, con la capital de España, a hacerlo con la capital de Cataluña, es decir, con la capital de la provincia de Barcelona; quieren más estar bajo la intervención del Poder central, del régimen central o como quiera llamarlo el Sr. Robert, que bajo la tutela de la capital de una provincia hermana, cuando es muy posible que esas capitales que quiere S. S. someter a la tutela de Barcelona tengan quizás tantos méritos como pueda tener Barcelona, y seguramente tienen no menos gloriosa historia, tan buen presente y tan lisonjero porvenir. (Muy bien, muy bien.)
Yo no sé si en el resto de España pensarán como el Sr. Robert: no lo sé, lo dudo mucho, porque será un gran retroceso porque sería deshacer la obra que viene desde hace tanto tiempo elaborándose y que al fin cristalizó.
Y una vez realizada esa obra, a la que aspiran todos los pueblos que todavía tienen regiones quiere S. S. despedazar a España, aniquilarla, debilitarla, como tiene que debilitarse una Nación que, después de haber vivido con la unidad, se deshace en pedazos; así como se fortifica cuando va por el camino contrario, a unir los pedazos para constituir la unidad total de la Nación. (Muy bien.)
Su señoría nos ha hablado de los países en que, en efecto, hay todavía regiones, pero regiones muy distintas de las que S. S. reclama, y ha citado S. S. a Alemania. ¿Es que Alemania va por el camino que S. S. pretende, o va por el camino contrario? ¿Sabe S. S. lo que ha hecho el Emperador de Alemania, ese Emperador a quien S. S. con justicia ha alabado tanto? Pues ese Emperador ha aumentado el servicio militar a todo el que no sepa bien el idioma oficial, el alemán. De manera que ese Emperador va por el camino contrario al que S. S. señala. ¿Y sabe por el camino contrario al que S. S. señala? ¿Y sabe S. S. lo que ha hecho con las provincias que fueron francesas? Seguramente lo sabe S. S. ¿Para qué lo he de decir yo ahora? ¿Sabe S. S. lo que se hace en todas partes? Lo contrario de lo que S. S. quiere. Porque, de hacer lo que S. S. desea, ¡ah!, se fomentarían precisamente esas aspiraciones de que nos ha hablado aquí, y que dice que son las aspiraciones de unos cuantos soñadores porque el regionalismo traería como consecuencia inevitable, primero la aspiración a la autonomía, después las aspiraciones a la independencia y por último la aspiración loca del separatismo. (Muy bien.) A eso debemos oponernos con todas nuestras fuerzas.
Yo no vengo en son de hostilidad hacia los catalanistas, me basta la sensatez con que se han producido, aunque he oído con cierto disgusto algunas palabras del Sr. Robert; pero, al fin, no tienen esas palabras nada que ver con aquellas otras que en Barcelona se pronuncian, y que a mí no me entristecen tanto por los que las pronuncian como por los que las consienten. (Aplausos.) Porque, serán pocos o serán muchos, yo creo que, en efecto, son pocos las que la pronuncian; pero son muchos los que las oyen con una impasibilidad que no cuadra bien con el sentimiento patriótico. (Grandes aplausos.)
Pero, ¿no se trata más que de la cuestión del regionalismo? ¿Se contentarían con que en lugar de estar dividida la España en 49 provincias, lo estuviera en 14, 15 ó 20 regiones, con tal que el sistema, el régimen fuera igual?
Eso sería una cuestión a discutir. ¡Ah! Yo lo [751] combatiría con toda energía porque me parece un mal camino que debilitaría las fuerzas de la Patria, yo me opondría resueltamente, pero repito que sería una cuestión a discutir. ¿Qué quiere, pues, S. S.? Constituidas las regiones, pedirían la autonomía administrativa, la autonomía política, la autonomía económica; es decir, que lo quieren todo. (Varios Sres. Diputados: Todo, todo.) Pues eso es un pequeño Estado dentro de otro Estado; eso es lo que se llama patria chica dentro de la patria grande y es necesario que todas las patrias chicas desaparezcan, ante la energía, ante la fuerza y ante los medios de la patria grande. (El Sr. Rusiñol: No nos entendemos.- El Sr. Armiñán: ¿Y cuándo era S. S. liberal? El Sr. Rusiñol: Era un pecador. -Rumores.- El señor Armiñán: Pido la palabra).
Este Gobierno, y entiendo que lo mismo los Gobiernos que le sucedan, se conducirá con Cataluña como se han conducido los anteriores; dará a Cataluña lo que Cataluña merezca, dará a Cataluña lo que con justicia pida, dará a Cataluña más de lo que con justicia pida: pero no se puede dar lo que pretende el Sr. Robert, porque sería en daño de la Nación, y para este, como para todos los Gobiernos, ante todo y sobre todo está la Nación española. (Grandes aplausos.)