El terrorismo persigue la imposición de ideas por la violencia y el ataque a la democracia, pero también otros problemas debilitan la democracia, la imposibilitan o la deterioran irremisiblemente: la pobreza, la exclusión, la alineación, la degradación, la intolerancia. En el respeto de los valores y en el compromiso para resolver estos problemas descansa en última instancia la seguridad, la seguridad de todos.
Señoras y señores,
No hay causa alguna que justifique el terrorismo, digámoslo alto y claro. Ninguna idea, por legítima que sea, puede servir de coartada para el asesinato indiscriminado.
En el terror sólo hay infamia y barbarie, en el terror no hay política, en el terror no hay ideología, en el terror no hay resistencia, en el terror no hay lucha, en el terror sólo hay vacío, el vacío de lo inútil, porque el terror nunca consigue sus objetivos. Matar por defender una idea es sólo matar, no es defender una idea. Puede haber conflictos, pero sólo la acción política puede resolverlos; nunca la acción del terror. El terror agrava los conflictos y hace imposibles las soluciones.
El terrorismo es la negación absoluta de los valores que sustentan la dignidad humana. Por ello no podemos vincular este fenómeno con ninguna civilización, ninguna cultura o religión determinada.
Sería un grave error entender que detrás del terrorismo internacional hay una nueva división ideológica, un choque de civilizaciones que pone bajo sospecha de complicidad a sociedades o colectividades enteras.
La Historia demuestra que el terrorismo ha sido utilizado en apoyo de diferentes ideologías o confesiones religiosas. No es, por tanto, propio de ninguna ideología, de ninguna religión. Sin embargo, algunas visiones reduccionistas sitúan el terrorismo de manera preponderante en una visión radical y fanática de una religión que es elemento de identidad de muchos países y de muchos pueblos. Es un grave error que sólo conduce a la incomprensión entre culturas en la Comunidad Internacional y la incomprensión es la antesala de la separación, la separación abre la tentación al odio y el odio es la puerta de la violencia.
Por eso, el pasado mes de septiembre propuse ante la Asamblea General de Naciones Unidas una Alianza de Civilizaciones basada en el conocimiento, la comprensión y el respeto al otro. El interés suscitado por esta propuesta, las distintas adhesiones que ha recibido y el nivel de concreción que ha alcanzado demuestran que la Comunidad Internacional, en su conjunto, es plenamente consciente de la necesidad de actuar para superar el distanciamiento que se ha producido entre Occidente y el mundo islámico. No podemos permanecer inactivos, presenciando como la brecha se hace más profunda.
La idea de que el Secretario General de las Naciones Unidas constituya un Grupo de Alto Nivel se ha consolidado.
Su mandato debe ser claro y preciso, abarcando el estudio de los factores que han generado la fractura internacional y formulando propuestas concretas mediante las cuales Naciones Unidas pueda aportar soluciones eficaces a la situación creada. Nuestro propósito compartido es el establecimiento en el seno de las Naciones Unidas de un plan de acción común que comprenda medidas que contribuyan al acercamiento entre las civilizaciones en los terrenos político, cultural, económico y de seguridad.
Para vencer al terrorismo tenemos también que hacer un esfuerzo cabal de comprensión de la amenaza, tenemos que analizar y reflexionar sobre cuáles son las condiciones que posibilitan la extensión del fanatismo y el apoyo a la estrategia del terror.
No podemos ignorar las enormes fracturas económicas, políticas y sociales que afectan a muchas sociedades, y que en ocasiones sirven de asideros, de pretexto, a la violencia terrorista. La pobreza extrema, la exclusión social, la falta de educación, los Estados fallidos, todos ellos son factores que abonan un terreno fértil para el sostén del terrorismo. No podemos aspirar a la paz y a la seguridad en un mar de injusticias universales. Debemos, por ello, compartir con decisión estas carencias y fracturas.
La lucha contra el terrorismo nos exige desarrollar un armazón moral, intelectual, jurídico y policial que fortalezca la legitimidad de nuestros esfuerzos. Todo Estado tiene la obligación de proteger a sus ciudadanos del terrorismo, pero también de hacerlo sin traicionar la esencia de la democracia, preservando nuestros derechos y libertades irrenunciables. Recordando al malogrado Sergio Vieira de Melo, asesinado brutalmente en Bagdad, la mejor, la única, estrategia para aislar y derrotar al terrorismo estriba en el respeto a los derechos humanos, el impulso de la justicia social, la promoción de la democracia y la primacía del Estado de Derecho.
El terrorismo es, lo sabemos, una amenaza global que requiere –y tenemos que articularla– una respuesta global; es también una amenaza estratégica que pretende imponer por la fuerza una nueva agenda política. Para vencer al terrorismo, la Comunidad Internacional debe forjar urgentemente un consenso político que deje atrás las diferencias y lo analice en toda su complejidad, afrontándolo en todas sus dimensiones: por supuesto de seguridad, pero también política, económica, social y cultural.
Este consenso debe asentarse sobre los pilares del multilateralismo efectivo, la cooperación internacional y la defensa de la legalidad y los derechos humanos, lo que, además, hará la lucha mucho más eficaz.
Debe cristalizar en un plan de acción global estratégico de la Comunidad Internacional que fortalezca nuestra capacidad para luchar contra el terrorismo, reconociendo a las Naciones Unidas el lugar central de liderazgo que les corresponde.
Agradezco, pues, al Secretario General de Naciones Unidas su resolución y determinación para asumir la responsabilidad de convertir a la organización que nos une a todos en el motor de nuestros esfuerzos comunes, y le agradezco también muy especialmente que haya elegido Madrid, en unas fechas tan señaladas, para adelantarnos su visión de la estrategia global contra el terrorismo.
Espero que sus palabras generen el impulso necesario para completar y consolidar la legalidad internacional contra esta amenaza común. En concreto, la Comunidad Internacional debe concluir cuanto antes la Convención contra el Terrorismo Nuclear y la Convención Global contra el Terrorismo, adoptando una definición general y compartida del fenómeno. Debemos, asimismo, reforzar el marco institucional de las Naciones Unidas para que puedan liderar esa lucha más eficazmente.
En este sentido sería muy útil establecer un fondo internacional para asistir económicamente a los Estados con menos recursos, de tal manera que puedan cumplir con sus obligaciones internacionales contra el terrorismo. También sería muy conveniente la creación de un fondo de compensación internacional para las víctimas a las que tenemos que prestar toda la atención, solidaridad y apoyo.
Las Naciones Unidas deben también poder coordinar y complementar los esfuerzos en curso para mejorar la cooperación internacional contra el terrorismo, que es esencial tanto bilateralmente, como en el seno de las distintas organizaciones regionales.
Debemos reforzar los mecanismos de cooperación operativa entre los Estados en los ámbitos policial, judicial y de inteligencia para prevenir nuevos atentados, para aislar y cercar a las organizaciones terroristas y a aquellos que las apoyan, financian y justifican. Es necesario intercambiar más y mejor información para luchar eficazmente contra la financiación del terrorismo, para garantizar la seguridad del comercio internacional y para proteger las infraestructuras.
Y es necesario, como elemento fundamental, impulsar el compromiso incansable de la sociedad civil para generar una cultura de tolerancia, de diálogo, de comprensión mutua, para derrotar sólo a aquellos que pretenden perpetuar la intolerancia.
Señoras y señores,
Quiero felicitar al Club de Madrid por la convocatoria de esta Cumbre que estoy convencido, será recordada como expresión de la solidaridad con las víctimas del terror, por el refuerzo de nuestro compromiso con la defensa de la libertad y la Ley, así como por la unidad y firmeza mostradas frente al terrorismo; frente a todos los terrorismos, porque para ninguno de ellos caben excusas perversas, impunidad o refugio de clase alguna.
La participación en esta Cumbre de tantos dignatarios y representantes de la sociedad civil de todo el mundo acompaña al pueblo español en su dolor; pero los esfuerzos de representantes y expertos de tantos países, culturas, religiones y sensibilidad distintas alientan también nuestra esperanza de que, juntos, seremos capaces de encontrar respuestas y soluciones democráticas para derrotar al terrorismo.
El recuerdo del 11 de marzo puede llevarnos al abatimiento, pero debemos elevar la mirada en este inicio del siglo XXI, porque el mundo hoy conoce más democracias que nunca en su historia. El orden internacional no construye muros, sino procesos de unión política y económica.
La paz moviliza a más ciudadanos que nunca en la Historia y las sociedades, los ciudadanos, exigen el fin de la pobreza, de la miseria y de la marginación.
Aceleremos las decisiones que nos llevarán a un mundo justo y seguro; propiciemos más democracias en el mundo, con la presión política, la razón y la paciencia; fortalezcamos Naciones Unidas, el multilateralismo y la legalidad internacional; cumplamos los Objetivos del Milenio para la erradicación de la pobreza y la miseria; defendamos el principio de resolución pacífica de los conflictos; pongamos en marcha una Alianza de Civilizaciones; incrementemos nuestra seguridad, compartiendo modelos judiciales, policías cooperadoras y servicios de inteligencia con lealtad entre los países; apliquemos la coherencia y el máximo rigor a nuestro combate contra el terrorismo y, en nombre del rigor y la coherencia, persigamos sin descanso, dentro y fuera de las fronteras nacionales, el tráfico y el comercio ilegal de armamentos y explosivos que son utilizados para sembrar el terror y para imponer la fuerza al margen del Derecho.
Desterrar la hipocresía es también capital para obtener la victoria en la lucha contra el terror.
Señoras y señores, Esta Conferencia lleva el título de “Democracia Terrorismoâ€. El terrorismo nada puede frente a la democracia. La democracia es la derrota del terrorismo. Cuanta más y mejor democracia, cuanta más libertad, justicia, igualdad y paz, menos terrorismo, menos hasta su desaparición definitiva.
El hombre ha logrado conquistas más difíciles en su historia y lo ha hecho cuando la inmensa humanidad que llevamos dentro se ha puesto al servicio de las causas más nobles. La causa que nos hace estar aquí es una causa noble. Nada nos hará olvidar a las víctimas del terror, ni a las víctimas de la desesperanza. Sus familias nunca tendrán el suficiente consuelo. Pero las vidas de cada uno de nosotros, también las vidas arrebatadas, tienen sentido en la vida colectiva, en las vidas de los demás.
Hoy nacerán 1.200 niños en España y 180.000 niños en todo el mundo. Pensaremos en ellos. Nuestras vidas van en sus vidas. Sus vidas llevan nuestras vidas y esas vidas nuevas tienen derecho a un mundo justo y seguro. La lealtad con nosotros mismos nos obliga a conseguirlo.
Muchas gracias.