JERÒNIA AGUILÓ SAMPOL
¿Quién no ha oído hablar de Jürgen Habermas? Filósofo y sociólogo alemán, es uno de los pensadores vivos actuales más reconocidos en el mundo de la filosofía, la política y la teoría del derecho. El filósofo representa la tercera etapa de la Escuela de Frankfurt y es uno de los mayores exponentes de la Teoría Crítica.
Sucesor de los filósofos Theodor Adorno y Max Horkheimer, emprende su trabajo intelectual en un escenario de posguerra, marcado por la Declaración de los Derechos Humanos de 1948. Habermas expresa su preocupación por la sociedad alemana, que describe como silenciosa e inactiva en cuanto a crítica u opinión pública.
Habermas intenta transformar la crítica epistemológica, entendida en términos de filosofía del lenguaje, en crítica social y práctica, para así analizar e interpretar el capitalismo tardío, propio de nuestro tiempo, y que Habermas considera distinto al capitalismo liberal que inspiró a Karl Marx. Cientificismo y técnica son los elementos que definen el capitalismo tardío, herederos del positivismo lógico, y que sirven, según nuestro autor, para legitimar al Estado. Consumo, producción masiva y manipulación de la opinión pública son algunos de los resultados. Recoge así, de la Escuela de Frankfurt, la necesidad de una emancipación social.
De esta forma, concentrará el punto de partida de toda su filosofía en el concepto de participación política, emancipación y democracia radical. De ahí, una de sus primeras obras: Historia y crítica de la opinión pública (1962), en la que nos introduce el estado de la cuestión.
La filosofía política de Habermas
Para comprender las aportaciones de Habermas en el campo de la política es necesario comprender su teoría de la acción comunicativa, a través de la cual, aborda la teoría de la comunicación con un fundamento racional. Desarrolla un concepto de racionalidad que va más allá de lo individual y de lo subjetivo: lo intersubjetivo. Intenta crear las bases para analizar la sociedad contemporánea, para así poder desarrollar una teoría crítica de la modernidad.
La teoría de la acción comunicativa
A partir de su teoría de la acción comunicativa, Habermas fundamenta la necesidad de una ética discursiva (o ética del discurso). La ética del discurso aspira a conseguir un principio moral universal basado en la comunicación, es decir, sitúa la razón en los procesos comunicativos. Intenta explicar el carácter obligatorio y normativo de la moral al servicio de una racionalidad comunicativa, es decir, recupera la deontología ética kantiana y la aplica a la acción comunicativa.
Pero, ¿cómo se da la ética discursiva?
La ética discursiva es la que tiene que darse mediante un diálogo racional, entre sujetos, para llegar a un consenso. Este será el procedimiento necesario para que pueda darse una participación ciudadana real, en la que cada individuo afectado participe, donde se construya entre todos: la democracia deliberativa. Para ello, Habermas elabora “los supuestos universales del habla”, para garantizar una situación ideal del habla que validen el acto.
El ideal de democracia radical
Como podemos ver, encontramos en la teoría de Habermas un ideal de democracia radical, que se legitima a través de la participación política y donde se articula la soberanía popular mediante la acción comunicativa y el consenso. Pero, para la construcción de este Estado democrático, donde la participación ciudadana sea el punto de partida, hace falta algo más: la inclusión del otro.
Resumiendo: para que pueda darse la democracia radical es necesario una acción comunicativa para el consenso, mediante la ética del discurso que implica la inclusión del otro.
La inclusión del otro
La inclusión del otro (1966), es una obra formada por diferentes ensayos en los que Habermas analiza las sociedades modernas y el capitalismo avanzado. En su análisis, Habermas se da cuenta de la compleja pluralidad y multiculturalidad que conforman nuestras sociedades, por lo que, para alcanzar nuestro ideal de Estado democrático será necesaria la “inclusión del otro” en su amplia complejidad y diferencia.
La inclusión del otro propone un nosotros como entidad no sustancial, amplia y abierta, que se construye a través del reconocimiento de los excluidos y de todos aquellos que quieran formar parte. Y por eso, alerta de los problemas que suponen conceptos tradicionales como el de Estado nacional y nacionalismo. Estas concepciones tradicionales son excluyentes y entienden la comunidad nacional como algo étnicamente arraigado y con esencia aparentemente prefijada. Estas concepciones suponen una exclusión de los no iguales. Habermas defiende que la nación es una construcción a posteriori, sin arraigo étnico, sino de reconocimiento.
Por esta razón, Habermas propone como solución: el patriotismo constitucional, donde los individuos que forman parte de una misma nación, se sientan ligados a unos principios constitucionales y no étnicos o culturales. Una noción de nación como creación a posteriori, sin un arraigo étnico, sino de reconocimiento de todos los que quieran formar parte.
Pero, ¿qué significa la inclusión del otro?
La inclusión del otro quiere decir incluir políticamente a toda la diversidad de concepciones acerca del mundo y la vida. En un contexto multicultural y plural, la política deliberativa tiene que ser fruto de la expresión de la sociedad civil y, por lo tanto, diversa y plural.
La democracia se convierte así en razón política, con dos principales funciones: solucionar los problemas entre personas, grupos o asociaciones, y orientar la cooperación ciudadana hacia el bien común.
Por lo tanto, la democracia radical es aquella en la que la sociedad civil se expresa mediante actos deliberativos, para lo que es fundamental la inclusión de todos aquellos sujetos implicados. Y no nos olvidemos de lo más importante, cualquier democracia radical deberá fundamentarse en una política participativa, es decir, un sistema político que facilite e implique de una forma real a toda la ciudadanía.
Conclusiones
Vemos cómo Habermas, al participar del ideal kantiano, anticipa el acuerdo mediante una razón universal, obvia así la realidad de la diferencia y el papel de la política, que, a nuestra forma de ver, debería ser: mediar entre la diferencia y no intentar llegar a consensos abstractos y universales, pudiendo caer así en una hegemonía.
Habermas también parece olvidarse de la globalización como factor actual y determinante. Cuando habla de la inclusión del otro, como sujeto afectado, no introduce la necesidad de pensar esta inclusión de una forma más amplia y más allá del Estado nación. Es necesario replantear y ampliar la noción de comunidad o de Estado, en un mundo donde la globalización nos define, cualquier acto o decisión puede tener, o tiene, repercusiones en la otra parte del planeta.
A modo de conclusión, son incuestionables las aportaciones de Habermas en materia política. Actualmente, la sociedad sigue exigiendo más democracia y, con Habermas, encontramos algunas de las vías para conseguir una mayor dosis de ella y una mejor calidad democrática. Seamos conscientes pues, de la gran responsabilidad que recae sobre los partidos políticos, quienes deben fomentar y escuchar a la ciudadanía. Sin obviar la responsabilidad individual y el poder de cada sujeto a exigir y mejorar la calidad de su democracia.
Jerònia Aguiló Sampol es graduada en filosofía, estudiante del máster en marketing político, experta en comunicación 2.0, redactora y creadora de contenido. (@JeroniaAS)
Ver otros artículos del monográfico: “20 autores básicos de la filosofía política”
Bibliografía
Jürgen Habermas, Historia y crítica de la opinión pública, Barcelona, Gustavo Gili, 1981.
Jürgen Habermas, La inclusión del otro. Estudios de teoría política, Barcelona, Paidós, 1999.
Jürgen Habermas, Teoría de la acción comunicativa, Madrid, Taurus, 1987.