ÀLEX COMES
“Preferiría ver a mi hermana en un burdel que a mi hermano con una bufanda de los Hearts”. Así de duro y así de esclarecedor. Esta frase, escrita por de Irvine Welsh en su obra magna Trainspotting, muestra la mentalidad de la cultura hooligan, un movimiento que, evidentemente, tal y como critican muchos, va mucho más allá del juego en el que se enfrentan 11 contra 11 en un verde. El movimiento hooligan va de cultura, va de religión, de política, de comportamiento social e incluso de moda. Quien intente entender las actitudes de los grupos “ultra” justificando que es sólo un deporte, es que no ha entendido nada.
En este artículo, no pretendo ni justificar ni defender a esos grupos. Para nada, simplemente vengo a intentar poner un foco sobre una cultura que está muy cerca de nosotros, pero que, a su vez, es totalmente desconocida para el gran público.
La historia del hooliganismo nace en el mismo lugar donde nace el deporte que rodea, el fútbol, en las islas británicas, de la mano de Edward Hooligan, un variopinto irlandés que era conocido en la capital inglesa por ser uno de los habituales en todas las peleas que se sucedían a lo largo de la “city”. Pero, en la práctica, el auge del hooliganismo no nace a raíz de la popularidad de Hooligan, en absoluto. Uno de los mayores culpables del auge de este movimiento social fue la revolución industrial vivida en el Reino Unido a mitad del siglo XX, a causa de la cual se crearon barrios marginales en las ciudades con mayor auge industrial. Los jóvenes de esos barrios, al igual que en cualquier otro, imitaban comportamientos, mensaje, vestimenta y forma de vida. Una forma de vida que les llevaba a la delincuencia, a la violencia y al enfrentamiento contra otros grupos marginales de los barrios o ciudades adyacentes.
Así lo podemos afirmar, la distopía hooliganista emana de una clase social trabajadora que protesta por las múltiples desavenencias que tienen con el poder político y social establecida a causa de los agravios que sufrían como grupo social con trabajos y salarios bochornosos, haciendo del fútbol como la única razón por la cual luchar por sus derechos y tratar de combatir a las clases dominantes.
Uno de los académicos que defienden esta teoría es I. N. Taylor, quien a través de un enfoque marxista ve al hooliganismo como “la representación o la manifestación de la resistencia de la clase trabajadora frente a los intentos por transformar el fútbol en algo burgués”. Taylor defendía que los hooligans aparecen para defender el espíritu proletario que hizo nacer a este deporte y para acercar el football a todos los estratos sociales de la población.
Fue en 1966, con motivo del Mundial que se celebró en Inglaterra, cuando el hooliganismo alcanza popularidad internacional gracias a la magnitud del evento y cuando se acuña el término que conocemos hasta nuestros días, generando así, el nacimiento de un comportamiento grupal que traspasará fronteras y se inocularía en los diferentes grupos de jóvenes de grupos sociales determinados y que se agruparían en torno al fútbol local.
Hooliganismo e ideología
Parece claro que el nacimiento y el auge del hooliganismo van intrínsecamente ligados con el desarrollo social y económico del Reino Unido y con la marginación de los grupos sociales más desfavorecidos. Pero, aunque parezca sorprendente, no hablamos de grupos que estaban radicalmente marcados por una ideología buscando enfrentarse a aquellos que ondeaban la bandera política contraria. El nacimiento de las primeras firms, tal y como se conocen estos grupos, tenía un germen más social que político-ideológico, reuniendo, en algunos de los casos, personas de diferente ideología y raza.
Sin embargo, la expansión a otros países sí que se produjo bajo un prisma ideológico, sobre todo, en los casos de España e Italia, aunque también en países como Alemania, con la internacional hinchada izquierdista del Sankt Pauli, los antisemitas y ultra ortodoxos polacos del Legia de Varsovia o los “Pure” del Beitar de Jerusalén.
Una afición, la israelí, que protagoniza un documental de Netflix que no tiene desperdicio y en el que se puede observar cómo son ellos mismos los que proclaman “somos la afición más racista de Israel”, gritando “Guerra, Guerra” y lanzando todo tipo de improperios cuando se enfrentan a equipos musulmanes. De hecho, en el propio documental se narra la historia de la llegada de los dos primeros futbolistas musulmanes al club y las consecuencias que ello tiene en el seno del equipo.
Hooliganismo y comportamiento grupal
Estos grupos sociales ofrecen a sus miembros la oportunidad de crearse una identidad propia y unos roles determinados en un grupo con los mismos intereses comunes. Hablamos de un grupo en el que valores, normas, creencias, razones y modo de actuar se encuentran establecidos entre todos los miembros que la integran. Muchos de ellos establecen un ritual de entrada al grupo, lo que viene a ser un proceso de culturalización exprés, para asegurarse que todos los nuevos miembros viven y mueren por las mismas razones que los que ya lo integran.
Los actos de estos grupos no son improvisación y freestyle por parte de sus miembros, más bien todo lo contrario. Hablamos de personas que tienen realmente estudiados los comportamientos y acciones que realizan en las diferentes manifestaciones públicas como grupo. Hablamos de organizaciones sociales en las que la jerarquía y el control son dos de los elementos predominantes que les permiten no dejar nada a la improvisación, lo que, unido a las estrategias comerciales propias que les permiten subsistir económicamente (venta de productos textiles, cuotas, donaciones, fanzines…), les convierte en organizaciones con estructuras poco “underground”.
Hooligans en mundiales
Durante los últimos meses, han aparecido en diferentes medios de comunicación noticias sobre ultras de diferentes nacionalidades que ya están planificando sus “encuentros” y posibles alianzas de cara al Mundial del 2018 que se disputará en Rusia. Un mundial que, si no pasa nada raro, va a estar protagonizado por los múltiples enfrentamientos entre hooligans, o barras, en Argentina, y que va a tener dos “invitados estrella”: los ultras rusos, como anfitriones de la fiesta, y los hooligans ingleses, los grandes enemigos mundiales. Pero estos enfrentamientos no van a ser, por desgracia, una novedad en un gran acontecimiento futbolístico. A continuación, vamos a ver algunos de los casos más destacados:
- Mundial de México
Probablemente, el Inglaterra – Argentina del Mundial de 1986, que se disputó en el Estadio Azteca del D. F., fue uno de los partidos con más violencia dentro de un estadio de la historia de los mundiales.
Con una tensión latente tras la recién finalizada guerra de las Malvinas, el enfrentamiento, que pasó a la historia del fútbol por el Gol del Siglo y La Mano de Maradona, tuvo su lado negativo en las gradas. Los hooligans ingleses entraron en las gradas donde se encontraban los hinchas argentinos y empezó la batalla campal.
Una curiosidad fue la aparición de “Pistola” Gámez, un hincha de la barra de Vélez que posteriormente se convirtió en presidente del club dos veces. Irónicamente, ahora es uno de los adalides de la lucha contra la violencia en el fútbol argentino.
En aquel encuentro, no solo apareció la violencia dentro del campo de fútbol, más bien todo lo contrario. En las horas previas al encuentro, justo bajo el Ángel de la Independencia, se vivió una de las mayores batallas campales en una cita mundialista con los mismos protagonistas citados anteriormente.
- Mundial de Francia
15 de junio de 1998. Inglaterra se enfrenta a Túnez en el Mundial de Francia de 1998 en Marsella, ciudad multicultural en el que hay una gran colonia de magrebíes, pero a los hooligans, eso les da igual. El día del partido, los hooligans, con el tanque de racismo a rebosar, fueron a “cazar” a los hinchas de la selección tunecina y a todo aquel magrebí que se les cruzaba por el camino. Como colofón, todas las banderas robadas a los hinchas rivales eran quemadas mientras promulgaban cánticos racistas.
Tal fue el impacto del suceso que, al día siguiente, el Prime Minister inglés, Tony Blair, salió públicamente a pedir disculpas avergonzándose del comportamiento violento y xenófobo de sus ciudadanos.
- Mundial de Alemania
Por todos es conocida la rivalidad histórica y política de Alemania y Polonia a lo largo del último siglo. El mundo del fútbol no es una excepción.
El 14 de junio de 2006 se enfrentaban en Dortmund alemanes y polacos y la mecha entre los radicales no tardó en encenderse. ¿El resultado? 429 hooligans detenidos y 32 heridos, esta vez, todos leves, gracias a la buena preparación y rápida intervención de la policía alemana.
- Eurocopa de Francia
El 11 de junio de 2016 fue, probablemente, uno de los días más grises de los últimos años en la historia del fútbol europeo. Se disputaba el Inglaterra – Rusia en Marsella y, aunque las autoridades lo habían declarado como un partido de alto riesgo, la tragedia no pudo evitarse… 18 años después.
Justo en el mismo lugar en el que tuvieron lugar los acontecimientos contra la afición tunecina, los hinchas ingleses empezaron su provocación bañada en alcohol y que tanto les divierte.
Pero esta vez, esta actitud, que días antes ya había tenido consecuencias con peleas con aficionados franceses, tuvo el premio de la llegada de los rusos, probablemente, el grupo ultra más temido en la actualidad. La batalla fue tan violenta que tuvo sus últimos coletazos dentro de las gradas del Vélodrome (estadio del Olympique de Marsella) obligando a los miembros de seguridad a desalojar una de las gradas. Bengalas, cohetes hacia la afición inglesa y petardos al terreno de juego mandaron un mensaje al mundo futbolístico. Los ultras rusos son el nuevo peligro.
Àlex Comes es politólogo y periodista. Director de Estudio LaBase (@alejandrocomes)
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