EWA WIDLAK
Se las suele ver, pero no escuchar. Se las considera con frecuencia un mero elemento decorativo del hombre más poderoso del país. Sin embargo, muchas primeras damas han conseguido a lo largo de la historia imponerse en la escena pública hasta influir en la historia de su país y, en algunos casos, del mundo. Jamás reglada jurídicamente, he aquí una breve historia de la institución de la Primera Dama en diez cuentos sobre diez mujeres sobresalientes.
Martha Washington (Estados Unidos, 1789- 1797): La madre fundadora
Con la democracia americana nació el papel de la primera dama. Cuando George Washington tomó las riendas del país, su mujer tomó las de la Casa Blanca. Al ejercer de ama de la casa más importante de los Estados Unidos, Martha Washington era quien organizaba las cenas y recepciones a las cuales soñaban con asistir todos los aspirantes a la gran política. Así nacía (probablemente) la primera gatekeeper de la historia moderna.
Eleanor Roosevelt (Estados Unidos, 1933- 1945): Una política internacional
Eleanor Roosevelt, quizás la primera dama más influyente en toda la historia de esta institución, es sobre todo conocida por su participación en la redacción de la Declaración Universal de los Derechos Humanos bajo la égida de las Naciones Unidas en 1948. Sin embargo, no hay que olvidar que también luchó con fuerza por los derechos de las mujeres.
Roosevelt, antigua periodista, se daba cuenta de la situación de dominación masculina que reinaba en su profesión. De modo que para contrarrestarla, decidió acreditar en las ruedas de prensa semanales de la Presidencia únicamente a las mujeres. Los periódicos que querían información de primera mano no tenían otra opción más que contratar a mujeres, abriéndoles así las puertas al mundo del periodismo político en los Estados Unidos.
Evita Perón (Argentina, 1946-1952): La luchadora de la Nación
Jefa Espiritual de la Nación. Este cargo fue creado por el Congreso de Argentina para ella en 1951. Desde entonces, ha sido la única en ejercerlo.
Su compromiso para con los despojados fundó su leyenda. Además, siendo defensora de los derechos de las mujeres, militó activamente por el voto femenino y redactó personalmente una parte de la constitución de 1949 que garantizaba la igualdad en el matrimonio. Su vida terminó bruscamente, a los 33 años. Jamás una primera dama se identificó tanto con el espíritu de una nación.
Jacqueline Kennedy (Estados Unidos, 1961- 1963): Icono de la comunicación política moderna
Jacqueline Kennedy no era ciertamente una estratega política, y aun así consiguió introducir nuevos cánones en la comunicación política. Para todo aquél que tuviera 18 años en los 60, el sueño americano se definía al ritmo de los Beatles y a imagen televisada de la familia perfecta: los Kennedy.
Vale la pena recordar también que el mensaje de campaña para las elecciones presidenciales de 1960 con Jackie llamando al voto en castellano se considera como el toque de partida de la futura carrera hacia los electores latinoamericanos en los Estados Unidos.
Graça Machel (Mozambique, 1975-1988 y África del Sur, 1998-1999): Una primera dama para dos países
Dos veces y en dos países diferentes Graça Machel ejerció la función de primera dama: primero en Mozambique, como mujer de Samora Machel y después en África del Sur, como la tercera esposa de Nelson Mandela. Pero lejos de inaugurar una nueva profesión, Graça Machel desarrolló una carrera política con nombre propio que permite considerarla hoy una de las mujeres más influyentes del continente africano. Esta abogada que habla seis idiomas conoció a su primer marido en 1972 cuando ambos participaban activamente en la Guerra de Independencia de Mozambique. Al final de los años 80 fue ministra de Cultura y Educación de dicho país y en 1996 se la consideró candidata junto con Kofi Annan al puesto de secretario general de la ONU, pero retiró su candidatura en protesta contra el inmovilismo político de la organización.
Danielle Mitterrand (Francia, 1981-1996): La eterna indignada
Si se le preguntaba la hora, Danielle Mitterand respondía: “las cinco menos Kurdo”. La causa de este pueblo fue su campo de batalla más importante, pero no el único. Su trabajo de defensora de los derechos humanos provocó una docena de incidentes diplomáticos y un atentado contra su vida en Irak. Con su actitud radical era la encarnación perfecta de los cambios que habían surgido en la Francia de los años 80 con la llegada masiva de las mujeres a la escena política. La mujer del presidente francés demostraba un coraje político y una independencia jamás vistas en sus antecesoras y sentó un precedente para la autonomía de las primeras damas francesas. Hasta hoy se la llama en Francia “la eterna indignada”.
Hillary Clinton (Estados Unidos, 1993-2001): “Two for the price of one”
Cuando era niña escribió a la NASA para preguntar qué tenía que hacer para ser astronauta. La agencia especial le respondió que no aceptaban a las mujeres. ¡Craso error del machismo americano! Hoy sabemos que Hillary Clinton no será astronauta pero quizás sea la primera presidenta de los Estados Unidos. Durante los dos mandatos de su marido, Clinton ya demostró que no pensaba quedarse a la sombra de los jardines de la Casa Blanca. Su implicación en los asuntos políticos, entre otros la famosa redacción de la reforma sanitaria en 1993, suscitó no pocas controversias al animar el debate sobre la legitimidad y los límites de las esposas presidenciales. Sea como fuere, Hillary Clinton fue una de las primeras damas más influyentes en la historia de los Estados Unidos.
Cristina Kirchner (Argentina, 2003-2007): Levantarse como primera dama y acostarse como presidenta
«Sólo hay que tenerle temor a Dios y a mí, en todo caso, un poquito». Aunque Cristina Kirchner pronunció esta frase como presidenta, ya durante el mandato de su marido no escondía su carácter fuerte y su voluntad de interferir en la escena política. Con Néstor Kirchner, formaron una verdadera “power couple”, él como presidente, ella como primera dama y senadora, demostrando al mundo que, en política, la unión hace la fuerza. En 2007, con el apoyo activo de su marido, se convirtió en la primera presidenta electa de su país.
Michelle Obama (Estados Unidos, 2008- 2016): Rompiendo moldes
Ella fue la jefa de su marido antes de que él se convirtiera en el jefe del país más poderoso del mundo. La “love story” de los Obama empezó con estas prácticas de verano cuando Michelle, joven abogada, ayudó a Barack, un becario recién llegado. En 2008 llega el “Yes, we can” y la victoria de Obama. Michelle se convierte en la (primera) primera dama negra de los Estados Unidos. Pero en lo que también ha sido la primera es en romper con la etiqueta social impuesta a sus antecesoras, bailando o bromeando en la televisión para promover ciertas causas.
Peng Liyang (China, 2014- ): Cuando Oriente descubrió a Occidente
En su país tiene el rango de “Decana del Ejército Popular de Liberación”, el más alto honor militar al que puede aspirar un civil. Tras tres décadas cantando en el ejército más grande del mundo, su marido fue designado jefe del Partido Comunista en 2006, pero si éste pasó de ser públicamente un desconocido a erigirse como líder legitimado de la nación, fue sin duda gracias a la inmensa popularidad de Peng Liyang. Un hecho sin precedentes en un país con una larga tradición de culto al líder y una estructura social y familiar de dominación masculina firmemente asentada durante siglos. La presencia de Liyang al lado de su marido demuestra que el papel de la primera dama, en sus orígenes ejercido y visible únicamente en los países “del oeste”, se adapta también a otras culturas y sistemas políticos, incluso en aquellos que critican la idea misma de una esposa activa públicamente.
Llegados a este punto, se impone una reflexión: ¿estamos ante un nuevo actor político del siglo XXI?
Al filo de las diez historias relatadas hemos dado cuenta del creciente papel de influencia de las primeras damas de la nación, forjados valientemente por un grupo de mujeres excepcionales. A medida que la institución se universaliza y empodera, pocos dudan ya de la importancia política de facto de la primera dama. Sin embargo, este reconocimiento trae consigo una serie de debates sociales sobre su futuro inmediato: ¿cuál es el origen de su legitimidad? ¿Debería ser una figura jurídicamente reglada? ¿Hasta dónde puede alcanzar su acción y debería contar en todo caso con fondos públicos para llevarla a cabo?
Cuentan que hace un tiempo Barack Obama dijo que el hecho de no pagar a su mujer era una gran injusticia porque su trabajo como primera dama daba resultados cuantificables en millones de dólares. Y aunque la idea puede parecer hoy controvertida, seguramente no lo será tanto dentro de unos años. Quizás sea éste, precisamente, el próximo capítulo en la historia de las primeras damas.
Ewa Widlak es doctoranda en comunicación política en la Universitat Pompeu Fabra. Especialista en primeras damas y autora de firstladies. @Evqua
Publicado en Beerderberg
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