Warren tampoco será. Trump sigue siendo el frame

MARÍA XIMENA DUQUE ACHURY

Que Elizabeth Warren les devuelva la ilusión de una presidenta mujer a quienes la perdieron con Hillary Clinton se ve cada vez más lejano. Su tendencia izquierdista, que compite casi al mismo ritmo con la de Bernie Sanders, y su foco en la salud universal y la educación universitaria gratuita, poco realista por el aumento impositivo que esto supondría, parece no ser la estrategia correcta.

No parece que Warren sea la esperanza para derrotar a Trump, entre otras razones, porque a pesar de su crecimiento en las encuestas, el pasado 24 de noviembre le ha nacido un nuevo e inesperado competidor entre los demócratas, que puede dar un giro a las próximas elecciones: el multimillonario y exalcalde de Nueva York, Michael Bloomberg, fundador de Bloomberg LP.

El empresario, a quien la contrariedad de Warren hacia Wall Street no le hace gracia, tiene mucho dinero, mucho más que Trump, no solo para oponerse al Presidente, sino para impedir que la precandidata demócrata llegue mucho más lejos con su discurso de cobrar más impuestos a los más ricos. En cualquier caso, Bloomberg no es sólo una amenaza para Warren.

Hay una falencia grave en el partido demócrata, no sólo por la apuesta demasiado social de la senadora, sino por la poca solidez del discurso de casi todos los precandidatos, que parece que piensan más en su eventual oponente que en sus votantes. 

Si en los debates de los precandidatos se supone que se debe dar claridad a los ciudadanos para que puedan decidir mejor su voto, en el encuentro televisado del 20 de noviembre sólo quedaron dos cosas claras y no fueron exactamente las ideas de los ponentes.

La primera, que se están ensanchando dos ‘bloques’, que no dos candidaturas, como se supone que debería empezar a suceder, ya que los Caucus son el 3 de febrero en Iowa y el 11 de febrero en New Hampshire, y ya falta muy poco.

La segunda, que Trump sigue siendo el centro del discurso no sólo del partido republicano, sino también del demócrata que, además, ha perdido casi la mitad de sus posibles candidatos a quedarse con el puesto en la Casa Blanca. Quizás, porque ellos mismos se han dado cuenta de que no tienen un valor añadido sobre sus contrincantes y por eso han preferido dar un paso al costado.

Entre los demócratas no solo no hay diferencias destacables, sino todo lo contrario, parece que, en reglas generales, todos apuntan a lo mismo: acabar con la presidencia Trump, lo primero para casi todos; conseguir un sistema de salud universal, lo segundo para algunos de ellos; y la tercera, en la que ya difieren un poco más según la tendencia de cada uno, pero que tampoco da mucho de sí, darle de nuevo un aire progresista a los Estados Unidos.

Después del debate del 20 de noviembre, no hubo casi ningún análisis que no mencionara a Trump. En algunos se afirmaba que, pese a las brechas entre “moderados” y “radicales” demócratas, que son esos dos “bloques” que mencionaba y que no tienen a la vista un líder que parezca ser el más opcionado, todos tienen su punto fuerte, y en común, en la campaña contra Donald Trump. Y ese es su principal problema, como lo sería para cualquier marca: no tener un punto diferencial.

Parece que la falta de un “por qué votarme a mí y no a otro” que hay entre los quince precandidatos demócratas que aún resisten, es lo que está haciendo que Trump se acerque cada vez más a conseguir renovar sus votos y seguir ocupando la Casa Blanca.

A la fecha en que se entrega este texto, sí que podría pensarse que en las próximas elecciones estadounidenses, en noviembre de 2020, se vivirá una nueva “primera vez” en la presidencia de los Estados Unidos, como sucedió con Obama. Pero no será por cuenta de una mujer, al menos no de Warren, pues su discurso y su carisma no terminan de convencer; será por cuenta, o de Trump, o de cualquiera de los múltiples nuevos protagonistas que han nacido en la escena demócrata en los últimos meses. 

Entre ellos, Pete Buttigieg, alcalde de South Bend, exmilitar y con apenas 37 años, quien está sorprendiendo desde su postulación por el aumento constante en las encuestas y, especialmente, en el estado de Iowa. La razón de su crecimiento: el mensaje moderado en medio de una izquierda muy dividida, lo que le podría significar convertirse en el primer presidente abiertamente gay de los Estados Unidos.

O Michael Bloomberg, exalcalde de Nueva York, quien no sólo lanzó su candidatura muy tarde, sino que además financiará la campaña con su dinero y no participará en algunas de las contiendas electorales. Un precandidato a todo riesgo. Bloomberg ya no podría ser el primer presidente empresario de los Estados Unidos, pero sí el primer presidente empresario y demócrata de los Estados Unidos.

Los perfiles de Buttigieg y Bloomberg son mucho más interesantes que los de Warren y Sanders, de quienes poco hace falta escribir para saber a qué le apuntan en estas elecciones. Así que, ya sea por falta de un perfil “disruptivo”, por falta de un discurso diferenciador o por el empeño en priorizar a Trump en sus campañas, los veteranos senadores tienen pocas posibilidades.

Ya quedan sólo 15 precandidatos demócratas de los 27 que fueron, y los requisitos para el debate del 19 de diciembre, mucho más estrictos que en los anteriores, dejarán a más de uno por fuera. Y esto, como ha venido sucediendo en los últimos cinco debates, podría significar nuevas bajas. Para adquirir su “boleto” de entrada al debate, los precandidatos deberán tener al menos un 4 % de apoyo en las encuestas nacionales y contar con al menos 200 mil donantes únicos a nivel nacional y 800 por estado, en al menos 20 estados.

Un ejemplo de quien no asistirá al debate es Bloomberg, pues dado que ha decidido financiar su campaña con dinero propio, se quedaría por fuera al no reunir la cantidad de donantes necesarios. Pero eso no es un problema, él tiene muy claro su objetivo y los debates no son algo que le preocupe.

En definitiva, mucho más que salud, educación o cualquier otro tema social, el factor que parece ganar peso en las elecciones demócratas es, aunque parezca increíble, cuál es el precandidato que, si se convierte en candidato, puede ser realmente una oposición contundente para evitar cuatro años más de Trump a la cabeza de los Estados Unidos. Y, si sigue como hasta hoy, Elizabeth Warren no será.

 

María Ximena Duque Achury es Periodista de la U. de la Sabana (Colombia) y Máster en Comunicación Política y Corporativa de la Universidad de Navarra. (@mximenaduque)

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