RANIERO CASSONI
Las transformaciones que estamos viviendo como sociedad ha generado toda una revolución del pensamiento colectivo, sin detenernos a reflexionar, nos hemos acostumbrado a la celeridad del mundo digital. El sistema político ha sido el más impactado al estar caracterizado de una interacción contante entre la ciudadanía y el gobierno, con el avance de la tecnología, las demandas dejaron de ser articuladas a través de sistemas de representación, sino que pasaron directo a las manos del electorado por medio de redes sociales.
En ese contexto, la institución más afectada en la pérdida de esencia y credibilidad han sido los partidos políticos. Se aferran al recuerdo de la plataforma de poder jerárquico, que alguna vez incidía con total libertad sobre las funciones de gobierno. Entienden que la tradición del funcionamiento orgánico es la esencia de su poder, relajaron la formación ideológica y funcional para mejorar la democracia, pero lo peor es que se han olvidado del epicentro de su existencia, pocos hacen el esfuerzo de comunicar para tener cercanía con el electorado.
Cuando se habla de la vieja política, no se refiere a días en el calendario de vida de los dirigentes. Por el contrario, nos encontramos con jóvenes que aplican las prácticas tan tradicionalmente de los partidos que para esta época terminan socavando la confianza. Continuar con las prácticas del funcionamiento orgánico de tiempos que podemos decir antiguo, aunque solo nos referimos a escasos 30 años, son contraproducentes en un mundo que hoy está interconectado y con acceso a mucha más información o contenido que desinforma; las estadísticas indican que de cada 3 noticias leídas en las redes sociales, 2 son falsas.
Esa es la realidad de estos tiempos, con mayor incertidumbre sobre el futuro, con más suspicacia hacia nuestros vecinos pero credulidad a lo que leemos en el ecosistema digital. Cuando decimos la nueva política tampoco nos referimos a nuevos actores en el sistema, porque son precisamente outsiders que comprenden la oportunidad de presentar una alternativa distinta a lo que está acostumbrada la sociedad, y por tanto, convertirse en opciones novedosas con discurso distintivos que llegan al imaginario colectivo como la salvación o el barco seguro en medio de la tempestad de la incertidumbre.
La verdad es que la nueva política inicia por comprender los tiempos líquidos de la sociedad de hoy, comprender que el poder ya no se ejerce sino que se comunica. Es la reinvención de los partidos políticos ante una era que ya no requiere ser el articulador de demandas y menos, permanecer reducidas a plataformas electorales. La comprensión de esa nueva identidad inicia con la inversión en su estructura de comunicación y capacitación gubernamental. Apostar a la militancia, pero sobre todo proyectar la voz de aquellos que demandan soluciones y ser canales para dar solución.
La nueva política es aquella que apuesta a una mayor comunicación en contraste a la vieja política que solo actúa en círculos de poder para lograr objetivos individualistas. Es verdad, gracias a la vieja política hoy la mayoría de occidente tiene democracia, pero también será su sepulturero sino entiende que debe modernizarse como lo hace cada dirigente de su partido político al comprar nuevos equipos celulares al menos cada dos años.
Si no comprendemos que debemos modernizar la política, estaremos en riesgo de perder una democracia que esta infectada de populismo, polarización, demandas no satisfecha y no hay vacuna para resolverlo más que la conciencia colectiva.
Raniero Cassoni es politólogo y maestro en gerencia política. CEO de la consultora Con Contacto Directo (@ranierocassoni)