Una paródica forma de reírse y pensar al mismo tiempo

ARIADNA ROMANS

Mi mamá no me dejaba ver Los Simpsons. Decía que esa no era serie para críos, y que cuando fuera mayor y tuviera la capacidad de entender críticamente lo que se decía en estos dibujos entonces no tendría inconveniente en que los viera. Todos los niños de la clase veían la serie, y les encantaba. Muchos adultos que yo conocía la veían también. Y yo me preguntaba qué tenían esos dibujos de complejo, de difícil, que hacían que yo no estuviera preparada para verlos “bien”. 

Aparentemente, las aventuras de una familia de padre, madre y tres hijos, con un perro, un gato y unos vecinos peculiares no pueden más que tratarse se una serie cualquiera, como las muchas que tenemos en televisión y los múltiples medios y formas de entretenimiento contemporáneas. Sin embargo, Los Simpsons han sido siempre algo diferente, y esta diferencia es conocida por todos. 

Quiero anticipar, porque luego todo son confusiones, que no pretendo aquí hacer un análisis al detalle de lo que realmente pretendían sus creadores al lanzar la serie, ni pretendo hacer un recopilatorio de los grandes momentos e hitos de la serie como fenómeno social. Esto ya se ha hecho, y se ha hecho mucho mejor de lo que pueda hacer yo. Lo que me limitaré a hacer aquí es reflexionar un poco sobre la apuesta de la serie y lo que simboliza no solo para el mundo de la televisión y el entretenimiento, sino también para la reflexión colectiva. 

Los Simpsons aparecen en nuestras vidas unos meses después de la caída del muro de Berlín. Seguramente ambos fenómenos no tengan nada que ver el uno con el otro, y se trate solamente de una coincidencia, pero hay una reflexión que, más allá de las improbables aspiraciones de su creador Matt Groening, hay que tener en cuenta. Los Simpsons nos introducen a la realidad cotidiana de un nuevo orden mundial, y en sus más de treinta temporadas y seiscientos episodios nos acompañarán a la comprensión de una serie de fenómenos presentes, pasados y futuros desde la óptica de un mundo que, si bien heredero del “American Way of Life”, empieza a evidenciar las flaquezas y debilidades de un imperio mundial y un estilo de vida de éxito venido a menos. 

La apuesta de la serie era arriesgada. Más allá de los intereses de la crítica social y parodia de una realidad singular a través de la representación cómica y en un formato simple y sencillo (por el trazo de sus dibujos y por tratarse de episodios cortos en un formato animado), la serie ha conseguido devenir una de las más famosas de todos los tiempos, de alcance mundial y es, a día de hoy, el programa estadounidense de animación más largo. El éxito, por tanto, ha sido rotundo. Pero, ¿Hemos comprendido realmente Los Simpsons? ¿Cuál era la intención de la serie?

El efecto espejo o cómo reírse de uno mismo

Hay teorías psicológicas que reconocen la facilidad de ver los propios defectos o virtudes en otro ante la dificultad de ser crítico con uno mismo. Todos sabemos que hacer reflexionar a la sociedad de forma masiva es muy difícil. Muchas veces se trata solamente de una cuestión de predisposición, y por todos los constreñimientos que ponemos de forma individual a pensar sobre algo que es incómodo, porque siempre abundan los “tampoco hay para tanto” y los “yo tampoco lo hago tan mal, comparado con”. Las cosas, a nivel colectivo y agregado, solo se dificultan exponencialmente. ¿Cómo podemos, entonces, acompañar en el proceso de reflexión a personas de diferentes grupos, clase, edades, nacionalidades e ideologías? Muchos fracasaron optado por las palabras rebuscadas y los largos ensayos, que si bien llegaron a muchas personas, que hicieron grandes reflexiones, no podemos decir que tuvieran un impacto en la sociedad, pues la gran mayoría no podía ni siquiera comprender algunos de sus elementos más simples. 

A todo el mundo le gusta reírse, y al que no, seguro que le atrae la ironía y el cinismo. A través de un gran proceso ockhamiano, Groening llega a la clave del éxito: dibujos sencillos pero radicalmente diferentes de todos los anteriores, colores llamativos, trama fácil de seguir y millones y millones de mensajes implícitos a través de situaciones cómicas, de humor e incluso surrealistas. El resultado será, como no podía ser de otra manera, una serie que apetece ver, con la que te ríes, y reflexionas sobre cuestiones dispares del pensamiento sin necesidad de pasar por el doloroso proceso de ninguna crisis existencial. Por tanto, lo que hace especial a la serie es su popularidad, no solo por su éxito, sino por su capacidad de ser comprensible y accesible para la mayoría de la población mundial. El recurso de la risa, de la parodia, la ironía y la burla, facilitan este hecho al hacer que, como mínimo, te lo pases bien en el proceso. 

Banalizando la crítica y haciéndola agradable, reduces sustantivamente la probabilidad de que nadie se sienta ofendido, atacado o perseguido. Si bien es cierto que Los Simpsons han ocasionado grandes polémicas, e incluso conspiraciones de predicción del futuro o alertas al apocalipsis, su estilo burlesco ha permitido una resistencia a la censura de las mejores de todo el contenido televisivo. 

Un estereotipo de los estereotipos

La serie es, en pocas palabras, una parodia de la sociedad americana y de las contradicciones y flaquezas del conocido “American Way of Life”. De forma extremadamente precisa, el creador y su equipo han sido capaces de llegar a una fórmula de representar mediante un número reducido de personajes a los principales estereotipos sociales: la chica lista, el político corrupto, el científico loco, el rico excéntrico y deshumanizado, el fracasado director de escuela, la ama de casa, el borracho… Todos estos estereotipos forman parte del imaginario colectivo de la sociedad americana, un modelo cultural que, en su momento y cada vez menos, fue el hegemónico a nivel mundial. Además, las situaciones en las que se encuentran en los episodios, si bien paródicas y exageradas respecto a la vida normal y rutinaria de la típica familia americana, nos ponen de frente con distintos retos, problemas o conflictos de las sociedades contemporáneas occidentales, como las relaciones de pareja, el alcoholismo o las adicciones, la justícia climàtica, el feminismo o las pugnas internacionales. 

A lo largo de los años, los creadores también han ideado una fórmula para hacer aún más paródico el contenido de la serie, infiltrando a caricaturas de celebridades y personas famosas en los episodios. Este es el caso de múltiples estrellas de la música, actores y actrices o incluso políticos de la talla de Donald Trump. La incursión de estos personajes, más allá de la polémica, permite llevar a cabo la parte de reflexión que falta únicamente con los personajes habituales y ha resultado un éxito por el momento.

El éxito de un modelo que no crece

Los Simpsons llevan en nuestras vidas décadas. Y el impacto que tienen en nuestras vidas desde hace años perecerá, como mínimo, como la serie más revolucionaria de todos los tiempos. La necesidad de una forma suave pero impactante de reflexionar sobre las cuestiones sociales, a la vez que desconectamos de nuestras rutinas y nos reímos un rato, es fundamental. Los Simpsons son, además, una herramienta de crítica y parodia que necesitan todas las sociedades democráticas que apuesten por la crítica y la reflexión ciudadana. Nos guste más o menos la serie, debemos cuidar Los Simpsons, pues son mucho más que una serie animada de una familia americana al borde del abismo.

 

Ariadna Romans i Torrent es Consultora en ideograma. Ciencias Políticas y Filosofía. Presidenta de deba-t.org. (@AriadnaRmans)

Descargar en PDF

Ver el resto de artículos del monográfico 13: Los Simpsons y la política