Una historia del calcio: Livorno vs. Lazio

EDUARDO G. VEGA

¿Qué amante del fútbol no ha soñado con levantar la Copa del Mundo o con ganar la Champions como capitán de su equipo? ¿Quién no se ha imaginado siendo un jugador decisivo en un triunfo importante en el campo del rival? En estos sueños siempre me veía a mi mismo subiendo la banda, bien pegado a la línea, regateando adversarios con suma facilidad. Después me acercaba al área para dar “el pase de la muerte” al delantero centro, que remataría al primer toque y marcaría el gol de la victoria. Sí, soy un iluso que quería ser un extremo. Pero de los de antes, porque ahora escasean esos jugadores rápidos, habilidosos en el regate, precisos en los centros y con capacidad goleadora que volvían locas a las defensas desde su banda, abriendo el campo. Ahora la moda está en jugar desde la banda pero hacia el centro, con diestros en la izquierda y viceversa, negando aquel mítico fútbol explosivo de jugadores como Francisco Gento, George Best, Garrincha o tantos otros. Sin entrar a discutir tácticas de entrenadores, lo cierto es que mientras en el deporte rey desaparecen los extremos, en la vida política se produce lo contrario y están creciendo. La política y el fútbol tienen muchos vínculos de unión, que para algunos son inseparables, como la de los extremos ideológicos que se vive en el fútbol italiano. Es una historia más del Calcio, la que se vive con el Livorno y la Lazio de Roma.

 

“El fútbol es el ballet de las masas”. Dmitri Shostakovich.

Livorno es el lugar de origen del Partido Comunista Italiano, fundado en 1921. Es una ciudad situada en la Toscana, a orillas del Mediterráneo, con un notable puerto industrial e identidad obrera. Desde allí, el comunismo italiano sobrevivió a la prohibición durante el régimen de Benito Mussolini, llegaría a participar en el gobierno nacional con varios ministros tras la guerra, y a ser el segundo partido más votado de la república en algunas zonas del país. En la década de los 70 se posicionaría en el eurocomunismo y conseguiría ser la fuerza mayoritaria en las elecciones europeas de 1984, para acabar disolviéndose dos años después de la caída del bloque del este en el continente. Donde no ha desaparecido ha sido en el fútbol, a través del equipo de la ciudad, la Associazione Sportiva Livorno Calcio. El Livorno, fundado en 1915, es un club que ha militado en torno a treinta años en cada una de las tres divisiones principales del fútbol italiano, siendo sus mayores éxitos los dos subcampeonatos de liga en la Serie A, en las temporadas 1919/1920 y 1942/1943 tras el Inter de Milán y el Torino respectivamente. El amaranto, como se le conoce popularmente, juega hoy en la Serie B, y está muy vinculado a la política al ser considerado un icono del comunismo en Italia gracias a sus tifosi.

Del lado opuesto, Roma. Hay poco que decir que no se sepa sobre la capital italiana, salvo añadir que en 1927 la ciudad unía a todos sus clubes de fútbol para crear la AS Roma, con una sola excepción que se quedaría fuera de esa alianza, la Società Sportiva Lazio (fundada en 1900). Así nacía una rivalidad eterna. La Lazio es un club histórico de la Serie A, con dos campeonatos, que también ha ganado seis Coppas y cuatro Supercopas a nivel nacional, además de dos títulos intercontinentales: una Supercopa de Europa y una Recopa. Pero hablar de la Lazio es hacerlo de Giorgio Chinaglia, Alessandro Nesta, la época dorada de Sergio Cragnotti en la presidencia, y también de política: posee en su escudo el emblema del águila en homenaje a la Roma imperial, el club tuvo como socio ilustre y seguidor a Il Duce, Benito Mussolini, y sus ultras son de corte fascista: los Irriducibili.

 

“El fútbol es como una guerra sin disparos”. George Orwell.

Como ocurre siempre en estos casos, ambos grupos tienen cosas en común y aspectos sobre los que se distancian. Sorprende ver las similitudes que pueden llegar a tener cuando las diferencias suelen depender sólo de la distinta óptica ideológica que utilizan. Los hinchas del Livorno se colocan en la Curva Nord del estadio Armando Picchi, al igual que los Irriducibili en el Olímpico de Roma, donde coinciden en el uso de la simbología con mosaicos y banderas. Los tifosi del amaranto sacan con orgullo la hoz y el martillo e imágenes del Che Guevara, mientras que los laziales mostraban esvásticas (ahora está prohibido) o levantan el brazo para hacer el saludo romano característico de la Italia fascista. Ambos grupos ultras también utilizan pancartas, con textos en Livorno como “Hasta siempre, Chávez” (en homenaje al dirigente venezolano Hugo Chávez), o “Silvio pedófilo” (atacando al expresidente Silvio Berlusconi), mientras que en Roma se ha visto “Auschwitz es vuestra patria; los hornos, vuestras casas”, o un ataque a los hinchas de la Roma: “Equipo de negros, grada de hebreos”. Los Irriducibili son famosos por haber generado sanciones a su club por actos de racismo, llegando a mostrarlos incluso con sus propios jugadores (rechazaron la camiseta brindada por Aaron Winter, holandés judío y de raza negra), y hasta se mofaron de Ana Frank, la niña fallecida en un campo de exterminio nazi en 1945 al aparecer una imagen suya con la camiseta de la Roma. Del otro lado, los hinchas livorneses cantan en el campo Bella Ciao, una canción popular contra el fascismo del movimiento partisano italiano, o también la Bandiera rossa, un himno del comunismo transalpino. A ambos grupos les une poseer aliados y enemigos entre clubes del país y también en el extranjero, además de una característica icónica de los extremos políticos: la figura del héroe mitificado. Y en el fútbol no podía ser menos, representada por Cristiano Lucarelli en el Livorno y por Paolo Di Canio en la Lazio.

 

“En el fútbol, el estado de héroe y leyenda se dan con demasiada facilidad”. Steven Gerrard.

Los dos futbolistas son opuestos ideológicamente para representar lo mismo en el corazón de las aficiones radicales del Livorno y la Lazio. Su trayectoria futbolística es diferente, de nivel alto sin llegar a ser grandes figuras, pero con brillantes momentos deportivos en sus carreras. Lucarelli, hijo de un trabajador portuario de Livorno, llamaba la atención por celebrar los goles con el puño en alto, y llegaría a completar un palmarés con dos títulos: la Copa del Rey ganada con el Valencia en España y la Coppa italiana lograda con el Napoli. Pero no fue hasta los 28 años de edad cuando jugó en el Livorno de sus amores, donde se convirtió una temporada en el capocannoniere (máximo goleador) de la Serie A. Por otra parte, Di Canio, del barrio romano periférico del Quarticciolo, debutaba en la Lazio y acabaría jugando en clubes del nivel de la Juventus de Turín (donde ganó la Champions y la UEFA) o el AC Milan (con quien ganó la Supercopa de Europa) para triunfar después en Escocia e Inglaterra.

En algunos aspectos han llevado vidas paralelas. De jugadores han pasado a entrenadores, y ambos son famosos por su ideología política y los símbolos con que la representan. Todo el mundo conoce los tatuajes de Di Canio (el águila imperial o las palabras DVX recordando a Il Duce) o el homenaje de Lucarelli al grupo ultra Brigate Autonome Livornesi llevando el año de su fundación como número en la camiseta (el 99). Además, los dos llegaron a ser iconos de los extremos ideológicos por dos actos de romanticismo, ya que descartaron ganar más dinero por jugar en el club que aman, y por la celebración puntual de un gol con tinte político. Lucarelli se convirtió en el ídolo comunista al mostrar una camiseta del Che Guevara tras marcar con la selección italiana sub-21 (que le costaría estar un tiempo alejado de la azzurra), y Di Canio se elevó a ídolo del fascismo haciendo el saludo romano a los Irriducibili al marcar en un derby capitalino. Aunque después, ángel y demonio, ganaría el FIFA Fair Play Award 2001 al no marcar a portería vacía con el guardameta rival lesionado en el último minuto de un partido que iba 1-1 en el marcador.

 

“Algunos creen que el fútbol es una cuestión de vida o muerte, pero es mucho más importante que eso”. Bill Shankly.

Livorno y Lazio, Lucarelli y Di Canio, una historia más del Calcio que une política y fútbol por los extremos. Personalmente los sigo echando mucho de menos en el césped. Confío en que vuelvan pronto. En que sean más importantes en el fútbol que en la política. Y que Dios me perdone por llevarle la contraria en esto al maestro Shankly.

 

Eduardo G. Vega es periodista, profesor en la UCJC, consultor en el CIGMAP y director de La Revista de ACOP (@eduardoglezvega)

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