EDUARDO BAYÓN
Europa ha sufrido durante años la crisis del euro, una crisis que ha superado el ámbito económico y financiero del viejo continente, la cual también ha sido una crisis política y social que ha evidenciado grandes dificultades de los Estados miembros para competir con las potencias emergentes. A consecuencia de todo ello, se ha buscado y encontrado un culpable, que no es otro que la propia Unión, a la cual se la ha acusado constantemente de habernos traído la crisis del euro, cuando en realidad los culpables fueron los estados miembros.
En los tiempos actuales existe un continuado cuestionamiento del proyecto europeo, cuando en realidad, lo necesario en este momento es realizar el camino hacia una Europa unida bajo un proyecto federal que desborde y deje atrás los estados nación y a quienes siguen viendo en ellos toda la cura a nuestros males, cuando la realidad evidencia que desde los mismos resulta imposible entender y desempeñar un papel principal en el contexto actual de globalización. Así pues, se requiere superar la falta de voluntad de los estados miembros y, especialmente, la falta de ambición de éstos por construir un proyecto federal europeo que se ha evidenciado en el rechazo constante a transferir más poder y competencias hacia las instancias europeas.
Los países de la eurozona deben gran parte de su prosperidad de los últimos años a la creación y existencia del euro, el mismo que se ha visto amenazado con desaparecer, y que con él fue posible superar los obstáculos monetarios existentes hasta entonces en el comercio europeo, olvidar las diferencias de cambio y desarrollar más el propio comercio de los estados miembros. Además de otras ventajas como la propia moneda única en sí misma, la baja inflación o los tipos de interés bajos. Ahora bien, el desarrollo ha tenido graves problemas que perviven desde su creación y como consecuencia, tenemos una moneda única, sin una Europa integrada, lo cual en el fondo es la esencia de la crisis de la eurozona, la incompatibilidad de la propia moneda, con los estados nación anclados en el pasado mientras viven en un contexto postnacional.
La profundización en la integración europea debe producirse, ya que desde que sufrimos la crisis ha quedado patente la necesidad de un contrapeso político en el contexto de la globalización que contrarreste y controle los excesos cometidos por las entidades financieras y multinacionales, pues los órganos de control nacionales resultan a todos los efectos desfasados para hacer frente. Por ello, una unión política de verdad, estará en condiciones de realizar y acometer un papel fundamental en la regulación de dichas actividades. Además, resulta necesario para salvaguardar nuestro bienestar social y nuestra prosperidad que se produzca un giro social en las políticas de la propia Unión para conectar de nuevo con millones de ciudadanos descontentos que ven peligrar sus derechos sociales.
Con la llegada del euro, hemos tenido algo insólito en el mundo, una moneda única, sin un estado único. Y no sólo eso, sino que además carecemos de una autoridad pública que sea capaz de marcar e imponer disciplina y solidaridad, todo ello, mientras los estados miembros intentan a duras penas sostener el euro sin transferir más competencias a las propias instituciones comunitarias. Es también en este aspecto, donde se hace necesario para hacer viable el mantenimiento del euro, que se establezcan las bases de un estado federal europeo que determine la política económica, presupuestaria y fiscal de toda la Unión, pues empieza a ser más que obvio, que sólo una auténtica democracia europea, con reforzamiento y control de las instituciones y la participación ciudadana puede hacer sobrevivir a la propia Unión Europea.
Estados Unidos posee una deuda pública mucho más alta que la de los propios países de la Eurozona, pero en cambio eso no influye en el valor del dólar, pues detrás del mismo existe un único estado, con un gobierno federal y una administración pública única, lo que conlleva que no se generen dudas acerca de que tengan capacidad para generar ingresos y pagar sus propios intereses. En el caso de la Unión Europea, y en concreto de la Eurozona, ocurre precisamente todo lo contrario. En los últimos años hemos visto como líderes políticos europeos, encabezados por Francia y Alemania, hacían pública en reiteradas ocasiones su desconfianza con otros países de la zona euro. Todo ello conllevó que la confianza en esos países desapareciese aún más, trayendo consigo una bajada de calificaciones y un aumento de los tipos de interés, además de un riesgo de quiebra serio. Existe, pues, una necesidad de solidaridad y de recursos financieros propios con los que generar cierta cohesión en la Unión monetaria, para evitar que se repitan situaciones como las vividas, donde el peligro de una economía de la Eurozona, por pequeña que sea, haga tambalearse a la propia moneda común.
Resulta necesario superar el método intergubernamental actual y caminar por fin hacia la creación de una Europa federal, que traiga consigo unas instituciones europeas con suficiente poder, lo cual pasa por la creación de un gobierno federal reconocible y responsable, para el cual se requiere transformar a la Comisión Europea en el mismo, con ministros europeos que sean nombrados por el presidente, y para el cual exista un verdadero control por parte del Parlamento Europeo, el cual, a su vez, debe ver ampliadas sus competencias legislativas al igual que su iniciativa propia. Por su parte, el Consejo Europeo no puede ser nunca un lugar de encuentro, pues resulta precisamente todo lo contrario, es el lugar donde más patente queda el egoísmo de los estados miembros. A través del Consejo Europeo debe articularse una verdadera cámara territorial.
La austeridad debe quedar atrás como una mera cuestión del pasado, por lo que se debe ahondar en realizar las medidas de crecimiento necesarias, que vayan acompañadas de unas finanzas públicas solventes que garanticen el crecimiento a medio plazo. No se puede volver al “círculo vicioso” en el que se entró en algunos países, con medidas de ahorro masivas que sólo conllevaron hacer descender cualquier perspectiva económica, con el consiguiente desplome de ingresos, que llevaba a su vez a más recortes. Así, las medidas de ahorro deben ir acompañadas de otras medidas que supongan crecimiento y prosperidad promovidas por la Unión Europea. Es ahí donde es necesario un presupuesto europeo creíble.
Por último, recalco que es preciso dotar a la Unión de nuevos canales de participación que reduzcan el déficit democrático que ésta adolece y que permita avanzar en la integración política para salvaguardar los progresos realizados. Redefinir el diseño institucional y conseguir una gobernanza eficiente, democrática y equilibrada son objetivos primordiales para que la Unión Europea intente volver a ilusionar, en estos tiempos de crisis y crecimiento de nacionalismos y antieuropeísmo que bien ha plasmado el Brexit.
Eduardo Bayón es politólogo y abogado. Editor de Debate21 (@edubayon_)
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