ESTEBAN LONGARES
Viajar evitando los circuitos turísticos convencionales y tratar de llegar a conocer la sociedad real de cada país es una actividad cada vez más practicada. En la actualidad, se visitan otras ciudades y países para aprender in situ la historia reciente del lugar y, especialmente, los hitos relacionados con la historia política del siglo XX. Surge un tipo de turista muy específico que busca lugares con relación política; viajes a la medida para los amantes de lo político.
El siglo XX fue un periodo muy convulso, en el que numerosas guerras dejaron el territorio europeo devastado, ciudades destruidas por los bombardeos, paisajes de batallas, etc., y cuyos restos siguen presentes, parcialmente, hoy en día. Los lugares más emblemáticos de estas guerras (como las playas de Normandía), o los sitios donde tuvieron lugar los procesos políticos previos a estos conflictos (por ejemplo, la cervecería Bürgerbräukeller de Múnich donde se fraguó el nazismo), o lugares como el Muro de Berlín, son visitados anualmente por millones de turistas que generan un importante beneficio económico.
En España también tenemos espacios simbólicos del turismo político, especialmente marcados por la Guerra Civil, el suceso histórico-político más relevante y traumático de la España reciente. Lugares como Belchite, búnkers o refugios reciben un gran número de visitantes, interesados por su significado político. Sin duda, el patrimonio bélico bien aprovechado supone un importante recurso turístico y cultural, y cada vez más, las administraciones públicas o las iniciativas particulares tratan de explotarlo económicamente.
¿Y en Valencia? En nuestra ciudad no han sucedido hechos históricos recientes tan relevantes como para atraer la atención internacional del turista interesado por la historia política y, por tanto, carecemos de espacios altamente llamativos en este sentido. A simple vista podría parecerlo, pero en realidad, que Valencia se convirtiera en la capital provisional de la Segunda República Española, en plena guerra, fue un acontecimiento histórico-político verdaderamente trascendental. La capitalidad republicana de Valencia transformó profundamente la ciudad, haciéndola crecer enormemente en su protagonismo político de la noche a la mañana. Entre noviembre de 1936 y octubre de 1937 se convirtió en el centro de atención nacional e internacional, en su nuevo papel como foco del antifascismo internacional, en el convulso periodo de la Europa de entreguerras en el que la “guerra de España” ha sido considerada precedente de la II Guerra Mundial.
Un hecho de tal magnitud dejó huellas, edificios y espacios relacionados, así como material suficiente para ponerlo en valor. Sin embargo, el episodio político más decisivo de los últimos siglos ha pasado siempre desapercibido y no ha sido considerado como un recurso turístico-cultural. Valencia es, tal vez, una de las capitales españolas más desmemoriadas sobre su pasado.
En los espacios públicos apenas había rastro de esta época, hasta que, en diciembre de 2016, el Ayuntamiento puso en marcha el proyecto “València en la memòria”, con el que se han venido señalizando con paneles informativos algunos edificios que tuvieron un importante papel político, social o cultural durante la guerra y concretamente durante el año de la capitalidad republicana. Todo ello, junto con la rehabilitación y apertura de algún refugio antiaéreo, la consolidación de rutas sobre este periodo, la elaboración de guías específicas para las oficinas de turismo, etc., podría contribuir a sentar unas bases para desarrollar, a medio y largo plazo, un turismo político en torno a este periodo, aunque fuera minoritario.
Como espacio referente del turismo político destaca la plaza del Ayuntamiento y el edificio consistorial, lugar por excelencia de manifestaciones y actos políticos y sociales. Por el balcón del Ayuntamiento pasan presidentes, embajadores, líderes nacionales e internacionales, además de la familia fallera y los diferentes gobiernos municipales. La exalcaldesa Rita Barberá impulsó la proyección internacional de este espacio, unido a sus imágenes saltando y riendo durante Fallas, aunque lo convirtió en un lugar al que tan solo unos pocos privilegiados y amigos del poder podían acceder. Sin embargo, desde el cambio de gobierno en 2015, el balcón más icónico de la ciudad se ha convertido en símbolo del cambio político y de la apertura de las instituciones, siendo uno de los enclaves más visitados tanto por turistas como por los propios valencianos. El atractivo que posee es indiscutible.
Volviendo al pasado, en la plaza se celebró la proclamación de la II República, y fue el epicentro de la vida política de esos años. El edificio consistorial alojó al Comité Ejecutivo Popular, el II Congreso Internacional de Escritores para la Defensa de la Cultura, así como las Cortes republicanas (los últimos plenos se celebraron en la Lonja), donde tuvieron lugar sesiones históricas para el parlamentarismo con intervenciones de Diego Martínez Barrio o Largo Caballero. Bajo el edificio se puede visitar un lugar indispensable para cualquier interesado en la historia política: un refugio antiaéreo recientemente recuperado, el único de la ciudad con un horario de visitas regulado (el refugio de la calle Serranos está en fase de rehabilitación).
Relacionado con el patrimonio bélico, también destaca el búnker del Saler, así como las marcas de la metralla de las bombas que aún se pueden distinguir en algunas fachadas, como la del Ayuntamiento o la puerta de los hierros de la Catedral. Por otro lado, la sede oficial de la Presidencia de la República (Manuel Azaña) se ubicó en la Capitanía General, la presidencia del Gobierno se instaló en el Palacio de Benicarló (actualmente Cortes Valencianas), y el resto de ministerios en diferentes palacios del centro, adaptados para acoger la nueva función tras el traslado de todo el aparato estatal desde Madrid.
Una parte de los escritores y artistas se alojaban en el Hotel Palace, en la calle de la Paz, convertido en Casa de la Cultura (una placa conmemorativa colocada en la fachada en 1984 lo recuerda), y pasaban sus ratos libres en el emblemático café-restaurante Ideal Room, en la misma calle esquina con la calle Comedias, espacio de tertulia y encuentro de políticos, diplomáticos y corresponsales de guerra. Por allí pasaron, entre otros, Hemingway, Alberti o Machado. Era uno de tantos bares y restaurantes históricos ya desaparecidos, como el Café de España en la Bajada de San Francisco o el Gran Café Suizo, en la calle Moratín.
Por otro lado, el barrio del Carmen se distinguió por tener una fuerte implantación republicana desde finales del siglo XIX, con las zonas de Roteros (socialistas y republicanos) o el eje de Corona, Llíria y Na Jordana (anarcosindicalismo), precisamente donde se concentraban pequeñas fábricas y viviendas obreras. Por ejemplo, el Partido Socialista en la ciudad de Valencia fue fundado en el Casino Industrial de la calle Roteros. Casinos, bares y trinquetes abarrotados de obreros, hoy desaparecidos, eran lugares donde políticos como Vicente Blasco Ibáñez daban sus mítines. En épocas más recientes, como la Transición, la política seguía teniendo su protagonismo en las tertulias informales de los bares, sin hora de cierre, como el Cafè de la Seu, el Café Lisboa, el Café Malvarrosa o el bar l’Aplec, situado en la calle Santo Tomás (cerrado en el año 2000), referente nacionalista y de izquierdas, hervidero de ideas y activismo, donde se reunían intelectuales, escritores y políticos.
Por otro lado, uno de los lugares más emblemáticos del turismo político es también el Palau de la Generalitat, punto de referencia para el pueblo valenciano, tanto en el pasado como en el presente. Es el emblema civil de las instituciones políticas valencianas y símbolo del autogobierno. El edificio gótico ha acogido funciones muy diferentes, hasta que en 1982, tras la aprobación del Estatuto de Autonomía, se convirtió en la sede de la Presidencia de la Generalitat Valenciana.
Su interés reside, por un lado, en su riqueza arquitectónica y artística y, por otro, en su significado político, tanto histórico (Salón de Cortes, Salón de Reyes…) como actual, pues en la Sala del Consell se celebran las sesiones del Govern y en la Sala Dorada Grande tienen lugar las reuniones más importantes.
Sin embargo, el Palau, pese a su relevancia, siempre ha sido un edificio difícil de visitar, un tanto ajeno a los propios valencianos y, por supuesto, que ha quedado al margen de cualquier recorrido turístico, hasta que tuvo lugar el cambio de gobierno autonómico en 2015. A partir de aquel 9 d’Octubre, abrió sus puertas (junto a otros palacios institucionales que hasta ese momento estaban cerrados a las visitas) para convertirse en símbolo del cambio político y de la apertura de las instituciones a la ciudadanía.
Otro edificio relevante para el turismo político es el Palacio de Benicarló, actualmente sede de las Cortes Valencianas, órgano legislativo de la Comunitat donde, además del interés que despierta visitar el hemiciclo, se expone el famoso cuadro de la Batalla de Almansa. También conserva un refugio gubernamental, aunque todavía no es visitable.
Por otro lado, cabría mencionar la “Ruta del despilfarro”, iniciativa que de algún modo estaba vinculada al turismo político del presente. Esta peculiar ruta turística, que mostraba la otra cara de Valencia, funcionó entre 2012 y 2015 y llegó a acaparar la atención mediática a nivel nacional e internacional, recorriendo en autobús los principales puntos de la corrupción valenciana.
Por último, la calle sigue siendo un espacio donde se exponen mensajes políticos a través del street art, manifestación artística cada vez más reconocida y que atrae a un buen número de visitantes, organizándose incluso rutas para mostrar estas intervenciones urbanas. No podemos olvidar que el objetivo principal de una gran parte de este arte callejero es el activismo político, y que mediante el uso de la sátira y la ironía cuestiona a aquellos que detentan el poder, a aquello que genera injusticias y desigualdades, y nos anima a reflexionar y a actuar. En este sentido, algunas piezas políticas de Escif y de otros artistas urbanos se han convertido en un verdadero icono.
Esteban Longares es Licenciado y máster en Historia del Arte. Socio fundador rutas culturales CaminArt (@Elongares)
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