MARIO PAIS
Santiago de Compostela es una y trino a la vez, como Jesucristo. En ella conviven tres poderes: el eclesiástico, a través de la archidiócesis de Santiago; el político, al tratarse de la capital de Galicia y sede de sus principales instituciones; y el cultural, cuya máxima expresión podemos encontrar en la Universidad, con más de 500 años de historia.
Son, por tanto, muchos los monumentos a visitar en esta ciudad, la mayoría de ellos fuertemente vinculados al Camino de Santiago y a la Catedral, en la que se encuentran los restos del Apóstol Santiago. Sin embargo, muchos de ellos también tienen un fuerte significado político.
En la misma plaza do Obradoiro en la que se asienta la fachada principal de la Catedral podemos encontrar dos de ellos. Frente al templo católico, con 800 años de historia, se encuentra el Pazo de Raxoi, actualmente sede del Concello de Santiago de Compostela. Pero este no fue su único uso.
Durante los primeros años de transición, el edifico albergó también las oficinas correspondientes al presidente de la Xunta de Galicia, ahora trasladadas a San Caetano, en la zona norte de la ciudad. Así mismo, el edificio sirvió durante la guerra civil como cárcel, otra de sus funciones primigenias tras su construcción en 1772.
Sin salir de la Praza do Obradoiro encontramos, a la derecha de la Catedral, el Colexio de San Xerome y el Pazo de Fonseca. Concebido como residencia de estudiantes a mediados del siglo XVII, actualmente es la sede el Rectorado de la Universidade de Santiago de Compostela. Ambas construcciones están comunicadas a través de un precioso patio en el que podemos encontrar un busto de Alonso III de Fonseco, arzobispo de Santiago y uno de los principales impulsores de la universidad compostelana.
Durante los primeros años de la Transición, sin embargo, ambos edificios albergaron una de las instituciones más relevantes de aquellos tiempos: el Parlamento. Tras la aprobación del estatuto de autonomía a principios en 1981, el Parlamento de Galicia se constituyó el 19 de diciembre de ese mismo año, primero en el Colexio de San Xerome (por aquel entonces todavía en manos del Arzobispado) y, posteriormente, en el Pazo de Fonseca.
No sería hasta 1989 cuando se mudarían a su actual sede, el Pazo do Hórreo. Edificado originalmente como sede de la Escuela de Veterinaria de la Universidad, el edificio fue posteriormente un acuartelamiento militar. No sería hasta 1986 cuando la Xunta, previo pago, se haría con la titularidad del edificio y lo convertiría en la sede de la voluntad del pueblo gallego.
Volvemos al Obradoiro, centro neurálgico de la ciudad, pues la propia plaza tiene su protagonismo en la historia política de Galicia, sobre todo en el último período democrático. Allí finalizaron dos de las manifestaciones más grandes sucedidas en Galicia a lo largo de la historia: la que en 2002 sacó a 200.000 personas a gritar, bajo una lluvia incesante, Nunca Máis como reacción a la catástrofe del Prestige y la gestión que de la misma hicieron las administraciones; y la que el 17 de mayo de 2009, Día das Letras Galegas, convocó a 40.000 personas en defensa del gallego y contra la derogación del decreto que regulaba su enseñanza, aprobado por unanimidad en 2004, con Fraga en la Xunta, y que Feijóo finalmente sustituyó sin apoyos.
Dichas manifestaciones partían de la Alameda, principal parque del centro de la ciudad, y que divide el Ensanche, de mediados del siglo pasado, y el casco histórico. Por allí han pasado cientos de personalidades en cientos de manifestaciones diferentes: desde líderes sindicales, hasta estudiantes protestando por las diferentes reformas educativas. Y de allí parte también la principal manifestación nacionalista, la del 25 de julio, Día da Patria. La comitiva recorre varias calles de la zona vieja para finalizar en la fachada posterior de la Catedral, en la Praza da Quintana, donde desde sus imponentes escaleras se entona el Himno Gallego.
Sin embargo, no toda la historia sucede en el casco histórico de la ciudad del Apóstol. La Praza Roxa, considerada el centro de la zona nueva de la ciudad, debe su nombre a que era el lugar preferido por los rojos para finalizar sus manifestaciones. Dos motivos los empujaban a ello: la plaza consta con hasta seis salidas diferentes por las que huir de los temidos grises, y en aquel momento su nombre era Plaza de José Antonio.
Cuando la cosa se ponía fea y había que salir corriendo, los bares se convertían en refugio habitual. Entre ellos destaca el Derby, próximo a la Praza de Galicia. Cuentan quienes vivieron aquella época, que el dueño, cuando te veía entrar escapando, te adjudicaba un taza o pocillo para disimular y aparentar ser un cliente más.
Ese mismo café sería también lugar de reunión de algunos de los futuros protagonistas de la política y la cultura gallega, como Xosé Luís Méndez Ferrín. A pocos metros de allí, en el Café Azul (Rúa do Franco) se reunían miembros del Partido Socialista Galego en los últimos años de la dictadura y los primeros de la democracia.
Ya saliendo de la ciudad, abandonando Santiago, nos encontramos el barrio de Conxo. En 1856, cuando todavía era un ente administrativo separado, tuvo allí lugar un acto que, pese a su sencillez, hizo enfadar a los sectores más poderosos de la ciudad: el Banquete de Conxo.
Estudiantes (en su mayoría provenientes de clases altas) sirviendo a obreros, sentados a la misma mesa, compartiendo comida. Un acto de humildad en el que participaron algunos nombres de gran relevancia para la cultura y la política gallega, como Eduardo Pondal, autor de Os Pinos. poema que, musicado por Pascual Veiga, se acabaría convirtiendo en el himno gallego.
Mario Pais es Politólogo y periodista. Experto en comunicación Política e Institucional (@m_pais )
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