Thomas More: Utopía o la perfección de un sistema político que está en ninguna parte

ALEXANDRA VALLUGERA

Thomas More, o Tomás Moro, como es conocido en español por la costumbre que se tenía en tiempos no tan antiguos de cambiar los nombres de escritores y por el hecho de que su nombre se tradujo del latín, escribió Utopía en 1516 en Inglaterra en latín. La primera traducción al inglés es de 1551 y fue rápidamente revisada y republicada en 1556.

Todo el mundo sabe, o cree saber, qué es una utopía. Pero ¿qué es Utopía? Y ¿qué llevó a Thomas More a escribir un panfleto político, que es lo que Utopía es, contrario a la mayoría de las opiniones que defendió durante su vida? Y aún más, ¿qué impacto ha tenido este libro en la política o la ciencia política posterior?

Para (intentar) entender qué dice More en Utopía, primero haría falta entender quién fue el hombre que creó un mundo nuevo, ideal y perfecto, ubicado en ningún lugar, que vivía en una Inglaterra que distaba mucho de ser esta panacea de justicia y equidad. De hecho, ni tan siquiera se podría hablar de un lugar donde reinara la justicia, sino que el rey creaba la ley a su medida. More vivió en la Inglaterra de Enrique VIII y su profundo catolicismo le ganó la decapitación. More se negó a jurar lealtad al rey después de su proclamación como jefe de la Iglesia Anglicana como consecuencia del enfrentamiento de Enrique VIII y el Papa por la no concesión del divorcio con Catalina de Aragón. Esta negativa, juntamente con su no asistencia a la coronación de la nueva reina, le costaron un juicio por traición y la decapitación. Lo sorprendente es que Thomas More había sido Lord Chancellor hasta dos años antes de su decapitación, es decir, el más alto funcionario del reino y un hombre de la más estricta confianza del rey. Y todo este bagaje es importante, en tanto que en Utopía More defiende la libertad de culto y de religión, cuando durante su ejercicio se persiguió y castigó a todo aquél que se consideró un hereje. More fue santificado en 1935 y se le asignó el patronaje de “políticos y hombres de Estado”.

Pero volvamos al texto. ¿Cómo un abogado y católico ideó, defendió y plasmó por escrito un mundo en que los abogados no tenían lugar, entre otras ideas locas para el momento? Y lo que es más interesante: ¿qué ha quedado de este mundo? ¿Tuvo o sigue teniendo impacto en la política?

Utopía, escrita en 1516, dos años después de El Príncipe, de Niccolò Machiavelli, o Maquiavelo, explica la organización política, social y religiosa de una isla situada en un lugar indefinido del Nuevo Mundo, Utopía. More habla por boca de Rafael, un supuesto acompañante de Amerigo Vespucci en sus viajes hacia el Nuevo Mundo. Rafael es presentado como un hombre viajado, culto, de refinados gustos y profundo conocimiento de las culturas clásicas, especialmente la griega. De familia rica, también conoce en profundidad el funcionamiento de las cortes europeas tradicionales, de forma que el aprendizaje realizado por su estancia en Utopía es visto por More como una posible fuente de mejora de éstas.

Pero ¿qué es Utopía? Como su propio nombre indica, partiendo del griego, es un lugar que no se encuentra en ningún lugar, esto es, inexistente.

Es un sitio en que la pena de muerte es residual, a diferencia de lo que se daba en la Europa del siglo XVI, aplicada sólo para los crímenes más atroces según los utopienses (la traición al país y el adulterio repetido, por ejemplo); la propiedad privada no existe y los bienes son comunales, repartidos según la necesidad de cada unidad familiar, núcleo de la comunidad; los oficios que no son productivos no son considerados y, por tanto, no se practican, de forma que no existen banqueros, abogados, corredores de seguros, pero tampoco orfebres, joyeros, ceramistas, porque se considera que el lujo es vano e innecesario; el oro y la plata no tienen valor de intercambio y se usan para la producción de orinales y para encadenar a los esclavos, que sí tienen; hay libertad de culto y de religión, siempre que se practique alguna y se considere la existencia de una vida posterior a la actual; se permite y hasta se promueve la eutanasia, pero se condena el suicidio, precisamente por cuestiones religiosas que proclaman que la vida no es tampoco de quien la vive; el príncipe no tiene más recursos propios que los suficientes para mantenerse a sí mismo y para poder evitar una revuelta de sus súbditos, que no deberían querer deponerlo, ya que ha sido elegido por una forma de sufragio indirecto. Hay atisbos de una forma de democracia, pero muy indirecta y basada en la agregación de hombres cabeza de familia, que eligen a un responsable de cada 30 familias y los 200 responsables eligen al príncipe; todo el mundo trabaja seis horas al día y se prevén ocho horas de descanso, quedando el resto de horas para el tiempo libre (siempre que se dedique al estudio o al trabajo comunitario, ¡claro!). En Utopía no existen las tabernas, ni los lupanares, ni se acepta el juego de azar ni los vicios de ningún tipo, y tampoco se permite el libre movimiento de la población, que debe pedir permiso para desplazarse a visitar a sus familiares o a para moverse de una ciudad a otra.

La forma de organización social, política y religiosa que More expone en Utopía ha calado enormemente en la posterior creación ideológica de diferentes pensadores y partidos. Aunque en muchos casos ha sido desde la crítica y desde la denuncia del sistema que propone More, por ser un sistema basado en la contemplación y en el estudio más que en la producción, lo que le valió reproches por ser una vida mucho más monástica y puritana, mucho más naif, de lo que Marx y los marxistas consideraban necesario y como la lucha de clases y la revolución permanente defendían. Aun así, los investigadores consideran que hay un sustrato importante de comunismo en el libro de More. Pero lo que deberían decir, en realidad, es que hay mucho de More en el comunismo, porque es primero More que los comunistas.

Entre las críticas, cabe destacar las que recibieron los socialistas utópicos, con Henri de Saint-Simon, Charles Fourier, Étienne Cabet y Robert Owen a la cabeza, unos desde Inglaterra y los otros desde Francia, son etiquetados precisamente de utópicos,  por los socialistas posteriores y especialmente por los marxistas por su visión más idealizada y soñadora de las sociedades que propugnaban a principios y mediados del siglo XIX. Al igual que pasa en Utopía, los socialistas utópicos no consideraban que la llegada de una sociedad más justa e igualitaria, más social, fuera a través de la revolución, sino de cambios graduales y de avances constantes, de la reflexión y del convencimiento racional. Utopía puede ser la clave del nacimiento de las cooperativas, a partir de la puesta en marcha del sistema cooperativo en Escocia por parte de Robert Owen, el socialista utópico. Aunque sus comunidades y granjas cooperativas no duraron mucho, sí que fueron el germen del sistema de cooperativas actual y, en muchos casos, la simiente de los sindicatos de trabajadores.

Años más tarde, los sistemas comunistas defendieron los postulados de Utopía, considerando a More uno de los pensadores más influyentes para la consecución del comunismo, hasta el punto que su nombre estaba en el Obelisco de los Pensadores Revolucionarios, en el noveno lugar, en el Alexander Park, en Moscú.

De hecho, Aleksandr Solzhenitsyn, el escritor anticomunista ruso, ganador del Premio Nobel, sobreviviente e historiador del sistema Gulag soviético, argumentó que el comunismo soviético necesitaba la esclavitud y el trabajo forzado para sobrevivir, y que esto había sido “previsto hasta en Thomas More en su Utopía.” Hay otros elementos de Utopía que fueron, y son, de aplicación en los países en los que el comunismo fue o es el sistema de organización, como son el control constante de la población, la limitación de la capacidad de movimiento de los ciudadanos sin el consentimiento de la jerarquía gobernante, la sumisión del individuo a la comunidad, etc.

Pero, ciertamente, Utopía también tiene su reflejo en las sociedades capitalistas, ya sea por la incorporación de los postulados de More directamente al pensamiento liberal, especialmente los elementos que hacen referencia a la justicia social y al Estado de Bienestar que se puede desprender del cuidado que tienen de enfermos y mayores o de la educación para toda la población, que forman parte del corpus básico de la mayoría de las sociedades democráticas europeas a fecha de hoy.

Este modelo de Estado del Bienestar, diseñado en su momento (1942) por William Beveridge, un liberal, ahora mismo se encuentra en entredicho desde algunos postulados políticos, según los cuales, es una utopía, precisamente, mantener el actual sistema de protección social.

Para cerrar este artículo, pero en ningún caso para dar por cerrado el análisis de la influencia de Utopía y More en la ciencia política, en la filosofía política, en la práctica política, desde el siglo XVII hasta ahora, sólo quiero señalar que Utopía ha traspasado las fronteras de la política y forma parte de la cultura de la población, hasta el punto que la palabra en sí misma define una idea que es demasiado buena para poder ser llevada a la práctica, demasiado difícil, demasiado excelente en su consecución para que pueda ser real. Y de aquí nacen también películas, libros, series y cultura en general, que en algunos casos describe mundos utópicos por su perfección, y en otros, distópicos, en oposición a esta perfección, que nos conforma un infierno en vida.

¿El comunismo, como heredero directo de Utopía, se habrá convertido en una distopía?

 

Alexandra Vallugera es politóloga y consultora de comunicación. (@alexvallbal)

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