The Last of Us: Episodio 3. Una historia sobre la existencia.

PABLO MONTENEGRO

Podría decirse que el tercer episodio de la serie es tan solo un capitulo más, incluso alguno osará decir que es un capítulo de relleno, al ser un capítulo de desarrolla una trama que no aparece en los videojuegos. Sin embargo, a pesar de parecer un desvío de la trama principal, es precisamente en este capítulo donde la esencia de la serie brilla en todo su esplendor.

La serie plantea desde el inicio un mundo devastado, un mundo decadente que saca lo peor que hay en nosotros. La empatía por el resto ha sido erradicada, quien controla el poder lo hace con la soberbia de llevarse a cualquiera por delante si esto fuese necesario bajo su criterio, y quien consigue un arma, primero dispara y pregunta después.

Ante esto, aparece Bill, el hombre preparado, el hombre que lleva toda una vida esperando un apocalipsis. Un hombre que se ha dedicado durante años a almacenar armas y recursos por si algo así pudiera pasar sin la mínima certeza de que el mundo pudiera terminar así, pero que, por fortuna, mala o buena, ha terminado sucediendo.

Bill es un hombre nacido para esa situación, o eso parece en un principio, es capaz de construirse su propia ciudad y mantenerse a salvo y alejado del mundo y de la devastación de este. Bill es lo que podría denominarse, el último de nosotros, ese ser humano final que consigue sobrevivir a pesar de todo. Pero en su empeño por fortificarse, por aislarse del mundo para poder estar seguro, a Bill se le olvida algo; sobrevivir y vivir no es lo mismo, y es entonces cuando aparece Frank.

A pesar de lo que pudiera parecer, Frank no aparece como el amor perdido que Bill nunca pudo encontrar. Frank aparece para mostrarle a Bill algo mucho más duro, que Bill es humano. No se trata tanto de la historia romántica que se genera entre los dos, sino de esos adentros que la relación nos desvela. Bill había venido al mundo para sobrevivir, pero se había olvidado de lo realmente importante, que su existencia no tenía ningún sentido, y esta existencia nunca tiene sentido si no hay otro que pueda dárselo. Y no, no se trata de que el amor romántico salve la vida, la relación entre Joel y Ellie son el ejemplo de que ese amor se puede procesar de muchas maneras, pero de que en todas ellas termina siendo igual necesario para la existencia.

Aquí la serie es capaz de demostrar, en tan solo unos segundos de metraje que Joel y Bill son esa misma persona, esa persona capaz de ser autosuficiente para sobrevivir, pero cuyas existencias quedan reducidas a la nada si no tienen un sentido que darles. Bill necesita a Frank, de la misma manera que Joel necesita a Tess, o alguien que pueda ocupar ese papel existencial. La serie no se está desviando para narrar algo ajeno a la trama principal, también está hablando de Joel, porque Bill es Joel. De esta misma manera, Frank enseña a Bill a vivir, igual que Tess lo hacía con Joel.

Frank es quien da vida al capítulo, y lo hace en un sentido literal, Bill puede tener las armas y la comida, pero es Frank quien devuelve la vida con la música, la pintura, la agricultura, el arte… todo aquello que nos hace ser humanos en realidad, lo que nos diferencia de los animales y nos hace sentir que tenemos un papel en el mundo. Frank es la pieza que le da sentido a todo, es evidente que Bill podría sobrevivir sin él ¿pero de qué serviría su existencia? El final del capitulo dice mucho respecto a esto.

Aristóteles decía que el ser humano es un animal social, que quien es capaz de vivir de manera aislada del resto solo puede ser una bestia o un Dios. Bill comienza siendo la Bestia que sobrevive por su fuerza, un Dios poderoso intocable para el resto, pero termina con la fragilidad que solo humano puede mostrar ante la idea de la existencia, sabiendo que necesita a Frank, y que sin él no puede continuar, porque a la vez es su debilidad.

En un momento de la serie Bill le dice a Frank: “hasta que apareciste, no sabía lo que era sentir miedo” y esa es la trampa final, queramos o no, parafraseando a Freud: “estamos condenados a los otros”. Los demás son nuestra razón de existir, pero a su vez quienes nos hacen ser débiles. Bill nunca fue tan débil como lo fue con Frank, de la misma manera que Joel nunca será tan débil como lo es con Ellie. Si fuésemos Dioses, o bestias, quizás podríamos resistir más en ese mundo apocalíptico, pero no viviríamos, tan solo sería eso, una resistencia constante que terminaría convirtiéndose en agonía.

Por todas estas razones, el episodio tres de The Last of Us es algo más que un simple episodio, es una bajada a los abismos de la propia existencia del ser, un momento en el que la pantalla se da la vuelta y te señala a ti como el verdadero protagonista de la historia, porque lo que cuenta sobre Bill y Frank, es aplicable a todo ser humano, una historia que nos recuerda que siempre necesitamos al resto.

 

Pablo Montenegro del Pozo está cursando un doctorado en teoría política por la UCM. Es licenciado en Ciencias Políticas por la UCM, con un Master en Teoría Política y Cultura democrática por la UCM. Ha publicado en alguna otra revista como la revista Mirall o la revista La Trivial. (@PabloMonP)