Sobre la educación chilena

MICHELLE BACHELET

Hace algunos días le dije al país que hoy es la reforma de la calidad de la educación y hoy en la mañana escuchábamos un especialista de la UNESCO que decía que Chile, dado el nivel de educación que tenía en comparación con otros países de la región, podía plantearse seriamente el que tenía que hacer una reforma de las llamadas de segunda generación, es decir una reforma de la calidad de la educación.

Motivados por las movilizaciones de los jóvenes estudiantes, diversas voces y actores han expresados sus anhelos y expectativas de contar con una educación de mucho mayor calidad y a partir de eso, yo creo que estamos en un momento óptimo para lograr algo que –tal vez, años atrás- no habíamos podido tener, que es tener consensos más amplios en torno a temas de fondo sobre el tema de la calidad de la educación.

En el día de ayer, envié un proyecto de reforma constitucional, donde el Estado asume como deber velar por la calidad de la educación. Espero que el Congreso haga suyo este sentir ciudadano, apoye la decisión del Gobierno y apruebe la reforma que hemos planteado.

Hoy estamos dando otro paso trascendental: estamos formando un consejo asesor presidencial para una educación de calidad. Como dije el 21 de mayo, en esta gran transformación de la calidad de la educación, nos estamos jugando el futuro de nuestro país, sin desconocer el gran esfuerzo que se ha estado haciendo a nivel educacional a la fecha, desde el año 90, hoy tenemos que enfrentar lo mucho que nos queda por avanzar.

Lo que los chilenos y chilenas quieren, y así lo han expresado con claridad en estos días, es que el país posea un sistema educativo capaz de asegurar una educación de calidad a todos los niños y niñas y jóvenes chilenos sin importar su origen social, económico y cultural.

El país también quiere una educación más integrada, una escuela que enseñe a mirarnos como iguales en dignidad y derechos, que enseñe a apreciar nuestras diferencias y no a separarnos unos de otros con murallas de prejuicios, que son el fruto no deseado de una educación nacional profundamente segmentada.

Detrás de estas demandas, hay una convicción que comparto y que constituye un consenso nacional: una educación de calidad, distribuida con justicia es el único camino para seguir desarrollándonos.

Mi Gobierno quiere recoger estos anhelos y valorarlos como una gran oportunidad. Hoy podemos llevar adelante esta reforma tan esperada y realizar los cambios que se requieren en el ordenamiento de nuestro sistema educacional.

En el día de ayer, envié al Congreso el proyecto de reforma constitucional, porque es un paso necesario e histórico. Queremos avanzar para asegurar desde lo que hoy tenemos –cobertura casi total a todos los niños y jóvenes- a garantizarle la calidad de la educación que ellos reciben, que es a nuestro juicio la manera en que tenemos que enfrentar estos temas.

Así nos acercamos al ideal de Estado que todos queremos, un Estado al servicio de la gente, que no se limita a declarar o simplemente enumerar derechos en su Constitución o sus leyes. Se trata de un Estado que garantiza derechos a todos sus ciudadanos.

El Consejo asesor presidencial para una Educación de Calidad, que hoy instalamos, es también un segundo paso en esta gran transformación. Este consejo, y yo quiero agradecer la buena voluntad, el interés y el entusiasmo de participar de todos los que están hoy, los que no pudieron llegar y los que esperamos se sumarán pronto, este consejo va a tener que esmerarse en buscar caminos para llegar a una educación justa y de calidad que Chile quiere y necesita.

Deberá primeramente -sin duda- examinar la institucionalidad de la educación, la cual ha sido el aspecto menos trabajado durante estos 16 años. Será necesario sin duda revisar la ley orgánica constitucional de enseñanza y hacerlo los cambios correspondientes para asegurarnos de que las exigencias que se hacen a los establecimientos y sostenedores son suficientes como para producir calidad y equidad.

Es urgente verificar si todos y cada uno de los municipios poseen hoy las condiciones necesarias y suficientes para asegurar el derecho de la educación de sus habitantes, y estudiar los arreglos institucionales que den esta garantía.

Quiero ser muy clara: nadie quiere volver a un sistema educacional centralizado, pero nadie quiere tampoco un sistema público sin las condiciones mínimas para su funcionamiento, porque es a la educación pública donde asisten los hijos e hijas de las familias chilenas más pobres, por tanto es allí donde debemos poner un máximo esfuerzo para compensar las dificultades que enfrentan esos alumnos y alumnas.

Pero no sólo eso, también para que esa educación sea de calidad y que se transforme en una opción válida para tantas familias que, sin ser pobres, preferirían una educación más integrada socialmente.

Sé que muchas familias chilenas aprecian el valor de poder elegir la educación que desean para sus hijos, pero debemos analizar cómo conciliamos ese valor con los resguardos necesarios para que las escuelas no seleccionen ni expulsen arbitrariamente a sus alumnos y alumnas y para que ninguna escuela que recibe recursos de todos los chilenos, discrimine a sus alumnos.

La educación no es sólo institucionalidad. Es casi una obviedad decirlo, pero es imposible callarlo. No habrá educación de calidad sin docentes comprometidos y entusiastas con su tarea. No habrá educación justa sin docentes que crean en las posibilidades de todos de crecer y aprender.

Chile necesita de la capacidad y el estudio, la preparación y entusiasmo de sus profesores y de sus paradocentes. Debemos generar condiciones para que nuestros profesores más destacados estén dispuestos a ejercer la docencia y tengan los incentivos para ejercerla en los lugares más difíciles.

Creemos que debemos seguir generando incentivos para que muchos jóvenes se interesen por las carreras de pedagogía y para que nuestras universidades los formen con seriedad académica e imbuidos del espíritu de servicio que esperamos de ellos, pero -por otro lado- los profesores no actúan solos. La educación de calidad sólo es posible si somos capaces de darnos escuelas y liceos de calidad, en las que se vivan metas y valores compartidos, en las que sus directivos, docentes, paradocentes crean en las posibilidades de aprender de cada uno de los estudiantes, en los que se vivan cotidianamente aquellos valores y conductas que deseamos estructuren nuestra vida ciudadana.

Estos son algunos de los tantos temas que deberá estudiar este consejo asesor presidencial para sugerir en lo que queda del año propuestas capaces de hacer realidad la gran transformación en la que todos estamos empeñados.

Los he invitado a participar a este consejo, que es de un alto nivel técnico, pero también de vasta representación ciudadana, porque nadie es dueño de la educación, la educación es importante para todos e interesa al mirar una reforma de la educación las distintas experiencias de los expertos e investigadores, gestores, estudiantes, padres y apoderados. Hemos querido construir este consejo como un consejo ciudadano que analiza, discute y propone.

He pedido a Juan Eduardo García Huidobro que presida esta comisión. Su experiencia como intelectual y servidor público, pero sobretodo su vocación de educador será trascendental para este enorme desafío que junto a Patricia Medrano, que va a hacer la secretaría ejecutiva, van a tener que inventar fórmulas creativas y milagrosas para lograr que este tremendo consejo pueda trabajar y lograr los frutos que todos esperamos.

También he considerado la incorporación de 12 jóvenes en este consejo, seis de ellos representan a los estudiantes secundarios y seis a los universitarios de establecimientos públicos y privados.

Estamos seguros de que los estudiantes secundarios saben que tienen la puerta abierta para participar en este consejo. Espero que se integren a la brevedad al trabajo de este consejo.

Quiero que toda esta mística, toda esta energía que se ha demostrado en estos días denunciando problemas, también podamos volcarla a debatir propuestas para solucionar estos problemas.

Se trata de algo inédito, porque es la primera vez que se abre un espacio de participación tan importante a estudiantes de enseñanza media en un órgano de esta naturaleza. Y esto, es producto de una profunda convicción que yo tengo: el diálogo ciudadano debe instalarse también en la educación, en la discusión sobre la educación que queremos y también en la educación que hacemos en las salas de clases del país.

El consejo va a organizar un diálogo nacional, nosotros queremos que este consejo en un plazo que quisiéramos que sea de tres meses, pero que esperamos que ustedes mismos se pongan la tarea para que el trabajo sea de calidad, luego que evacue un informe, es importante decirles que por cierto esperamos que aquí podamos construir los mayores consensos, pero este no es un consejo que pretenda transformarse en una mesa de negociación, porque probablemente va a haber distintas ópticas y lo que quiero pedirles en que en todo aquello que puedan consensuar lo consensuen, pero en todo aquello en que existan diferencias legítimas queden establecidas en el informe, informe que queremos luego podamos establecer a nivel de todo el país una discusión, que los miembros del consejo que así lo puedan hacer, lleven este informe, lo vamos a trabajar con las regiones, porque queremos que no sea Santiago fundamentalmente el que tenga una palabra que decir respecto de la educación, porque si hay algo que Chile y la educación no está para eso es la tremenda diversidad que tenemos en las condiciones reales en que podemos hacer efectiva la educación y este derecho.

Es por eso que queremos hacer un diálogo nacional. Todas las propuestas que se hagan van a ser escuchadas y analizadas en profundidad, porque éste es un Gobierno que escucha, dialoga y después decide cuáles van a ser los instrumentos más adecuados para llevar adelante las propuestas y que nos parezcan como Gobierno, una vez que hayamos recibido las propuestas de este consejo, cuáles son aquellas propuestas que van más efectivamente en pos de una educación de mayor calidad para todos.

Creo que estamos ante una oportunidad histórica y hermosa, creo que es una gran transformación que podemos plantearnos como país. Podemos avanzar hacia un Chile más igualitario, con oportunidades para todos, un Chile mucho más próspero que se preocupa más de todos, ese es –por lo demás- el mandato que hemos escuchado a los chilenos y chilenas en todo este tiempo.

Ese es por tanto el mandato que yo escucho y que espero que este consejo pueda tener grandes éxitos, porque los chilenos así lo están esperando.

Quisiéramos partir pronto trabajando, ojalá este mismo viernes, porque no hay tiempo que perder.