Simone Weil, la virgen roja

ARIADNA ROMANS

“Los partidos son organismos públicamente, oficialmente, constituidos con el fin de matar en las almas el sentimiento de la verdad y de la justicia. La presión colectiva es ejercida sobre el gran público por la propaganda. El fin confeso de la propaganda es el de persuadir y no el de comunicar luz. Hitler vio muy bien que la propaganda siempre es una tentativa de avasallamiento de las mentes. Todos los partidos hacen propaganda. El que no la hiciera desaparecería por el hecho de que los demás la hacen. Todos confiesan que hacen propaganda. Ninguno es audaz en la mentira hasta el punto de afirmar que él emprende la educación del público, que forma el juicio del pueblo”.  Sobre la Supresión de los Partidos Políticos, p. 12. 

Si por algo es conocida la figura de Simone Weil es por su oposición a los partidos como elementos de organización política. Nacida el tres de febrero de 1909 en una família de origen judío, Simone Weil fue educada en el agnosticismo. Será una de las primeras mujeres en graduarse en Filosofía junto a otra Simone extremadamente relevante en el pensamiento feminista: Simone de Beauvoir. Llamada “la virgen roja”, “imperativo categórico con falda” o “marciana” por sus compañeros, se caracterizará rápidamente por ser una mujer con ideales firmes y un activo rol reivindicativo. Con su tesis de diplomatura sobre Descartes obtendrá una plaza de profesora con solo 22 años, hecho que la llevará a varios institutos de la Francia rural. 

Durante su estancia en Le Puy se solidariza con los sindicatos obreros y forma parte de las huelgas contra el paro y los salarios precarios. Su compromiso es tal que llega a ceder su salario de profesora para vivir en las mismas condiciones que los obreros, donando su sueldo a la Caja de Solidaridad, además de dar clases gratuitas a los miembros de la resistencia, hecho que escandaliza a la sociedad burguesa del momento. Políticamente, Weil se define como comunista antiestalinista. Se traslada a Alemania el verano de 1932 para entender las razones del apogeo del racismo, que la llevarán a escribir artículos como el famoso “La Révolution prolétarienne”. 

La posición feminista de Weil no es un aspecto clave de su discurso político ni su pensamiento. Sin embargo, sus formas son profundamente disruptivas en cuanto a la lucha feminista, precisamente por su comprensión de qué significa luchar y hasta dónde es capaz de poner el cuerpo en una causa. Discreta y nunca en primera línea de batalla, Weil será una mujer que trasciende las opresiones de género a nivel individual para repensar un sistema político y social que elimina lo más inherente de la construcción del hombre en sociedad: el ego. La personalización o la sobrerrepresentación del líder es algo que Weil no sólo de lo que huye, sino que condena. 

Es por ello que Weil se opone radicalmente a la figura del partido. No por cuestiones feministas per se, sino por el ensalzamiento que estas estructuras hacen de la doctrina sin reflexión, del ansia de acumular un poder que no les pertenece, de la masculinización de una estructura social que reduce y simplifica la voluntad de un colectivo. 

Con 25 años abandona tanto la docencia como París para trabajar en fábricas como Forges, Basse-Indre o Renault, lo que entiende como indispensable para entender la realidad obrera. De este modo será consciente de lo que significa la fatiga, la opresión del trabajo en cadena, la angustia o el hambre, lo que recoge en “Journal d’usine”. Sin embargo, por su débil salud debe dejar de trabajar en la fábrica.

Estalla la Guerra Civil española y decide ir como corresponsal. Allí conoce a dirigentes del bando rojo como Andreu Nin, Julián Gorkin o Buenaventura Durruti, columna de la que formará parte. Su experiencia de la Guerra Civil española se recoge en sus cuadernos. Weil critica duramente al gobierno francés del Frente Popular, acusándolo de discurso incongruente y de no ayudar lo suficiente al bando republicano. Cuando las tropas alemanas entran en Francia huye a Marsella con su familia, donde publicará Cahiers y comienza a encontrar un interés en la religión. Una vez exiliada en América, encuentra su manera de conectar con Europa yendo a Londres, donde se convertirá en redactora de “France Libre” y publicará uno de sus textos más famosos: “El enracinement” (El Arraigo, en castellano), “Nota sobre la supresión de los partidos políticos”, “Idées essentielles pour une nouvelle Constitution” o su “Étude pour une déclaration des obligations envers l’être humain”. Su salud sigue empeorando y es ingresada en Middlesex, donde murió a la joven edad de 34 años.

La breve vida pero de altísima exigencia moral y característico compromiso social de Simone Weil resulta fundamental para entender su obra. La experiencia militante y de la lucha sindical hacen de Weil una pensadora con gran compromiso político y social. Su participación en la Guerra Civil española o sus estancias en fábricas hace que la autora construya una visión muy crítica con el sistema de organización del poder imperante (todavía ahora) en nuestras sociedades contemporáneas: los partidos.

Un partido político, según Weil, tiene tres características esenciales:  

  1. Es una maquinaria para la fabricación de pasión colectiva.
  2. Es una organización construida para ejercer una presión colectiva sobre el pensamiento de cada uno de los seres humanos que son sus miembros.
  3. Su único fin es su crecimiento propio, sin límite alguno.

Los partidos serán, para Weil, “modeladores de cerebros y almas en una misma forma homogénea y despejada, a la vez que llenada con una concepción de la Verdad, el Bien y la Justicia impostadas”. El sometimiento incondicional a la autoridad de los partidos conseguirá una autoridad social que generará aún más su adhesión e implementación en el entramado de las sociedades contemporáneas.

Ante este escenario, para preservar la justicia, lo legítimo, es necesario disponer de un mecanismo adecuado que sea capaz de regular el acceso al poder y la gestión de este. Para Weil, sólo si la democracia es un método bueno para esa misión será un modelo deseable. Por tanto, el deseo del pueblo se ve conforme a la Justicia, y no puramente a la voluntad del pueblo, que podría no estar alineada con los dictámenes de ésta. Para la autora, en democracia, el poder de la mayoría no radica en la posesión de bienes, sino de medios que permiten acceder a tales bienes. Ambas concepciones, de raíz machista, es fundamental para comprender el anhelo de poder, especialmente por parte de los máximos organizaciones de éstos, los partidos. 

Los partidos buscan la cristalización de sus miembros, dándoles un carácter definido como miembro. Para Weil, este hecho representa la pérdida completa del sentido entre lo verdadero y lo falso, que genera una conciencia acrítica de los postulados y una transposición del espíritu totalitario. 

Caracterizada por una gran rigidez y radicalidad en su posición vital, Weil mantiene esa exigencia en su análisis social y su lectura de la política. Si bien su enfoque no es feminista stricto sensu, los valores del colectivo, la justicia y la verdad en su pensamiento, así como el rol que ejerzerá como mujer desligada de sus expectativas y requerimientos de la sociedad y clase a la que pertenece, hacen de ella no solamente una gran pensadora, sinó también una figura que el movimiento feminista reivindicará y abrazará como propia. Porque la mujer valiente, convencida y firme con sus valores, solidaria con sus iguales y comprometida con su entorno es, sin necesidad de autoproclamo, una mujer feminista.

 

Ariadna Romans es Consultora de comunicación en Ideograma. Politóloga y filósofa.Gestora de la sección de feminismos de l’Ateneu Barcelonès. (@AriadnaRmans)

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