YAOTZIN BOTELLO
Desde la reunificación alemana nunca hubo tantos partidos políticos habilitados para las elecciones federales. Cada uno de ellos trata de poner sus ideas sobre la mesa de discusiones, incluso las más extravagantes.
La próxima contienda electoral en Alemania será protagonizada por la actual canciller Angela Merkel y su principal oponente, Martin Schulz. Pero tras bambalinas hay una obra de teatro de la que muy pocas personas saben: se trata de los pequeños partidos y agrupaciones políticas que se enlistaron para intentar conseguir algún escaño en el Bundestag o por lo menos llamar un poco la atención sobre sus postulados y propuestas.
Y vaya que lo logran. A diferencia de los partidos establecidos, como la CDU de Merkel, el SPD de Schulz, los Verdes de Özdemir, o el FDP de Lindner, los pequeños partidos se concentran normalmente en una sola idea, la cual, según ellos, es clave para promover el bienestar de la sociedad en general.
Así es como vemos pósters o afiches con frases como “Verdadero socialismo revolucionario y radial de izquierda”, del Partido Marxista-Leninista de Alemania; “Por una política espiritual”, del Partido Los Violetas; “Por un ingreso económico básico para todos”, del partido del mismo nombre; “Los circos: nada de diversión para los animales”, del Partido para la Protección Animal; u “Orgánico y vegano, en lugar de veneno y estiércol”, del Partido V.
¿Votos perdidos o ideas vanguardistas?
Para las elecciones del 24 de septiembre habrá tantos partidos compitiendo como nunca antes desde de la caída del muro. De los 42 partidos que habrá, 16 se presentan a elección por la primera vez y siete fueron fundados apenas en 2016.
Esto es lo que normalmente muchos políticos o politólogos llaman los “votos perdidos” en términos electorales. Pero en realidad esto también podría leerse como una forma distinta de hacer política o de introducir temas en el imaginario popular, en este caso de Alemania.
Muchos son temas específicos o ideas concretas, como estar a favor de la introducción de referendos populares o de establecer el ingreso básico mensual, por ejemplo.
Los líderes de algunos de estos partidos pequeños declaran abiertamente en sus spots de campaña que no les interesa obtener un mandato popular por medio de las votaciones, ya sea de manera local o en el Bundestag. “Tan solo queremos tener influencia en los temas que se manejan en la sociedad”, dice por ejemplo Peter Jakobeit, uno de los dirigentes del Partido por el Ingreso Básico Mensual (Grundeinkommenspartei).
El partido de los Verdes, ahora presente en varios parlamentos regionales y en el Bundestag, comenzó así en los años noventa. Ellos establecieron el tema de la ecología y la eficiencia energética que después fueron retomados por los partidos tradicionales como el SPD o la CDU de Merkel. Fue la misma canciller la que mantuvo sus altos porcentajes de aprobación cuando, después del desastre de Fukushima, mandó terminar con la era de la energía nuclear.
El partido de Los Republicanos (Die Republikaner), una agrupación de extrema derecha cuya relevancia por entonces era mínima, instaló en la agenda política el tema del rechazo al asilo ya desde los años ochenta.
Votos que valen euros
Establecer un tema en la discusión pública, además de votos, da financiamiento público. El líder comunal Ulrich Stein, del Partido Ecológico Democrático (ÖDP), manifestó públicamente que con lograr apenas poco más de un 1 % de los sufragios, podrían obtener más dinero que les ayudaría a conseguir sus objetivos comunales. De momento, el ÖDP es el segundo de los “partidos no establecidos”, es decir un partido sin representación en el Bundestag ni en parlamentos locales, después del Partido de la Protección Animal.
De acuerdo con la ley, cualquier ciudadano tiene el derecho a fundar un partido. Sólo bastaría teóricamente una pequeña habitación u oficina, papel, pluma y tres idealistas que estén dispuestos a ser parte de la directiva. El dinero viene después de las votaciones, ya que la máxima en Alemania reza: “Primero el trabajo y después la recompensa”. Ciudadanos extranjeros también pueden fundar su propio partido, siempre y cuando la directiva de éste esté conformada por mayoría de alemanes.
En países como México, Argentina o España, por ejemplo, el registro de un partido político depende más de la cantidad de miembros, asambleas o dinero que uno tenga, o del registro ante el ministerio del Interior para controlar los postulados ideológicos y políticos.
En Alemania basta que esos tres idealistas mencionados confabulen un ideario político que pueda ser posicionado entre la sociedad para tener votos, dinero o simplemente una idea insertada en el imaginario popular.
Fue así como hace poco más de un año fue fundado el Partido V, una “V” que aboga por el cambio (Veränderung, en alemán), los vegetarianos y el veganismo, pero que busca por lo menos establecerse a nivel local. Su financiamiento es tan básico que hacen campaña sólo por redes sociales. Su tema central es pedir más calidad en la producción de alimentos orgánicos, el incentivo a la movilidad eléctrica en las zonas urbanas y el ingreso básico mensual.
Estos partidos pueden ser calificados de testimoniales, de productores de “votos perdidos” o incluso de extravagantes expresiones políticas con chances de obtener apenas un puñado de votos. Sin embargo, también es cierto que muchas ideas que hoy son mainstream hace algunos años sólo eran una demanda de alguno de esos partidos. Lo que podría interpretarse como un voto de castigo en realidad también podría ser visto como un enriquecimiento de la agenda pública que eventualmente tome dimensión local, nacional o incluso europea.
Yaotzin Botello es un periodista mexicano radicado en Berlín. Trabaja como redactor para la televisión pública alemana Deutsche Welle y colabora con medios mexicanos.
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