Rubalcaba candidato socialista

Nunca imaginé que hubiera tantas erres en el diccionario, tantas
palabras que empiezan por R (alude al vídeo que se ha emitido
previamente en el que varias palabras que comienzan con R se
utilizan para definirle). Debo decir que, alguna de ellas, no estoy
seguro que permita definir mi estado de ánimo en el día de hoy. Por
ejemplo, pone ‘relajado’. Relajado, no. He echado de menos una
palabra, una erre muy importante que me ha separado de José Luis
casi todos los fines de semana de estos ocho años: realmadridista.
Veo que esto ha cambiado, porque cuando hacía estas afirmaciones
antes, en mi época de precandidato, había división de opiniones.
Hoy, no está mal.

Muchísimas gracias. Muchas gracias de corazón. Seguramente es
fácil que os imaginéis que, cuando he subido a esta tribuna, he
pensado en el primer día que llegué a este partido y he pensado
que lo último que podía imaginarme entonces, es que un día sería
elegido por vosotros candidato a la Presidencia del Gobierno. No se
me pasó por la cabeza. Por tanto os lo tengo que agradecer de
corazón. Gracias por vuestra confianza, gracias.

Es una gran responsabilidad, pero estoy orgulloso, estoy contento y
sobre todo estoy confiado. ¿Sabéis por qué? Porque no me siento
solo. Os veo aquí a vosotros, siento vuestro apoyo y sobre todo
siento el apoyo de millones de españoles que nos han acompañado
durante mucho tiempo, durante muchos años en esta democracia.
Millones de españoles… Y por eso estoy confiado, estoy tranquilo y
por supuesto orgulloso.

Me acordaba del primer día cuando entré en política. Entré en
política con muchos de vosotros para luchar por la libertad y
por la democracia. Eran tiempos difíciles. Había una
dictadura cruel, despiadada. Ya sé que hay ahora gente que
dice que no, pero era así. Cruel y despiadada. Desde
entonces me acuerdo, no lo he olvidado nunca, que aprendí
que la democracia tiene dueño, tiene unos dueños que son
los ciudadanos. Esos son los dueños de la democracia. No se
me ha olvidado desde aquel momento.

Me comprometí con la vida política, entré en la vida política porque
quería ser útil a los ciudadanos. Seguramente en una trayectoria
como la mía ha habido errores y ha habido aciertos. Ahora, hay una
cosa de la que nadie me puede nunca acusar. Hay una cosa de la
que estoy absolutamente seguro: nunca he dejado de hacer frente a
los retos. Nunca me he arrugado ante ningún problema, nunca. De
eso estoy completamente seguro.

Por eso estoy aquí. Justamente por eso estoy aquí, porque España
vive un momento difícil en el que no cabe el ventajismo, la
irresponsabilidad, no cabe el oportunismo. España vive un momento
difícil que exige grandes compromisos. Y por eso estoy aquí. Estoy
aquí porque, apoyado por vosotros, he decidido dar un paso
adelante porque estoy seguro de que puedo ser útil a mi país. Por
eso estoy hoy aquí. Puedo ser útil a mi país. Es un momento de
compromiso con todos vosotros.

Desde este primer momento os voy a decir cómo quiero hacer las
cosas, cómo debemos hacer las cosas. Tenemos que ser
ambiciosos en nuestras aspiraciones y realistas en nuestras
propuestas. Así tenemos que ser. Ambiciosos, muy
ambiciosos y realistas. Así tenemos que ser. Tenemos que
ser una cosa importantísima, que los que me conocéis
sabéis que va muy bien conmigo, y es que no podemos
prometer aquello que no podamos cumplir. No me vais a oír
nunca comprometer algo que no me sienta capaz de llevar
adelante. Así que ambiciosos y realistas. Eso es lo que os
propongo que seamos.

Y dejadme que hable un poco del Partido Socialista. ¿Os habéis
fijado que en España no hay ningún político que se defina como un
político de derechas? No lo hay. No existe. Incluso los que están a la
derecha de la derecha, no dicen que son de derechas. Pues bien. A
mí eso también me distingue de ellos. Me he sentido orgulloso todos
y cada uno de los días de mi vida de llamarme socialista. Orgulloso.

Orgulloso de pertenecer a los Gobiernos de Felipe González y José
Luis Rodríguez Zapatero. A los dos les quiero dar las gracias hoy
aquí públicamente. He aprendido mucho de ellos. Los dos han dado
mucho la cara por España. He aprendido que cuando había
dificultades, no había que arrugarse. He aprendido, les he visto
dejarse la piel, dar la cara cuando otros se escondían, sacar la
cabeza cuando otros intentaban sacar ventajas. Les he visto.

Os voy a contar una cosa. Yo no acostumbro a contar mis
conversaciones con José Luis. ¡No lo hago! Hay que gente que va a
la Moncloa y según sale, cuando va por la carretera de La Coruña,
ya está largando. Yo no. Nunca he sido así. Pero es verdad que se
ha escrito y se ha hablado mucho de una noche del 9 de
mayo y os voy a contar mi versión. Yo hablé con él esa
noche, muchas veces. Jamás me habló de votos. Jamás me
habló de su futuro político, ni tan siquiera me habló del
PSOE. ¡Jamás! ¿Sabéis de lo que me habló una y otra vez?
“No nos puede pasar lo que le va a pasar a Grecia. Porque si
nos pasa, serán generaciones y generaciones de españoles
los que lo van a sufrir”. De eso me hablaba. Una y otra vez.
Fue una noche muy difícil. Y yo aquí te quiero dar las
gracias, José Luis. Gracias por todo.

Quizá sea este un buen momento para decir algo que me habéis
oído decir en muchas ocasiones: nuestro enemigo no es el
Partido Popular ni la derecha, no. El Partido Popular es
nuestro adversario. Nuestros enemigos, los de ayer, los de
hoy y los de siempre son el miedo, la inseguridad, la
injusticia, la intolerancia, la desigualdad… esos son
nuestros enemigos. Y a esos enemigos les hemos hecho
frente siempre como lo que somos: los aliados del progreso,
y los aliados del cambio. Os voy a poner un ejemplo. Hemos
gobernado mucho tiempo en nuestra democracia. Casi dos tercios
del periodo democrático ha habido gobiernos socialistas. Y hemos
hecho muchas cosas y hemos aprendido una fundamental: nunca
acabamos de hacer las cosas, nunca se puede dar uno por
satisfecho, siempre quedan cosas por hacer.
Os hablaré de algo, de la lucha de la igualdad de las mujeres para
ser como los hombres. De esa lucha que iniciaron hace decenas de
años, solas. Luego las hemos acompañado nosotros. Solo en los
últimos ocho años hemos convertido esa lucha en política
central del Gobierno socialista y hemos avanzado mucho.

Pero os lo decía, queda mucho por hacer, muchísimo y es
fácil de entender. No se corrige en siete años la injusticia de
siglos, es imposible. Queda muchísimo trabajo por hacer en
materia de igualdad. Pero lo hicimos. ¿Sabéis por qué lo
hicimos? Lo hicimos porque mantuvimos tres principios esenciales o
tres reglas del juego, tres señas de identidad: nuestros principios
que siempre los hemos mantenido; nuestra capacidad de
adaptarnos a los cambios, el cambio y una cosa muy importante:
nuestra capacidad de ofrecer un proyecto mayoritario al conjunto de
los ciudadanos, mayoritario.

Por eso, principios, cambios y proyecto mayoritario han sido
nuestras señas de identidad. Y os propongo que esas sigan siendo
nuestras señas de identidad. Las tres: principios, cambio y proyecto
para la mayoría de los españoles.

Ahora más que nunca, porque ahora los cambios son vertiginosos y
no se trata de adaptarse al cambio sin más. Se trata de protagonizar
el cambio. El futuro ya no es algo por venir, es algo por conquistar.
Esa es la diferencia. De paso os diré que tenemos que hacer un
esfuerzo muy grande. Tenemos que recuperar el prestigio del
cambio, del futuro. Tenemos que recuperar el prestigio del futuro,
que lo ha perdido. Y para los progresistas eso es tremendo.

Tenemos que recuperar el prestigio del futuro. Es muy importante,
tenemos que adaptarnos a los cambios desde nuestros principios.
Porque hay economía 2.0, comunicación 2.0, pero no hay libertad
2.0, ni justicia 2.0, ni igualdad 2.0. Desde nuestros principios.

Y tenemos que cambiar y tenemos que echar muy poco la vista
atrás. Hay quien cree que atrás se encuentra la solución a
nuestros problemas. Nosotros no. Ni tan siquiera en lo que
hemos hecho nosotros, encontraremos las soluciones de los
nuevos problemas. Si, como algunos piensan, miramos diez
años atrás para ver las soluciones de la crisis, no nos vamos
a encontrar con las soluciones de la crisis. ¿Sabéis lo que
nos vamos a encontrar? Nos vamos a encontrar con el origen de la crisis. Exactamente con el origen de la crisis. No
hay que mirar hacia atrás.

Somos un partido que siempre se ha negado a pensar que cualquier
tiempo pasado fuera mejor. Pero somos algo más. Somos un partido
del esfuerzo, que sabemos que las cosas se conquistan con
esfuerzo. Entre otras cosas porque nunca nadie en nuestra historia
nos ha regalado nada. Somos un partido del esfuerzo y tenemos
que estar orgullosos de ser el partido del esfuerzo.

Somos un partido de los derechos. De los derechos, sí, pero
también de las obligaciones y las responsabilidades. Ese es el
Partido Socialista. Por eso tenemos que defender a los que
progresan con su esfuerzo y no tenemos que defender a quienes
progresan defraudando, engañando o especulando. Esos no son
nuestros aliados.

Os voy a decir algo más, y esto es una cosa que los que me
conocen saben que es muy mía, hay una actitud, una forma de
comportamiento que creo que es indisoluble a la vida de un
socialista y es la austeridad, pública y la privada. La austeridad. Es
un problema de coherencia. Os voy a pedir que seáis austeros.
Más, Os lo voy a exigir. Os voy a exigir austeridad en
nuestros comportamientos, en los públicos y en los
privados. ¿Sabéis por qué? Porque hace mucho que pienso
que si no vives como piensas, acabas pensando como vives.

Empecé reafirmando mis valores democráticos, los vuestros, los
compartidos… y no lo hice por casualidad. Lo hice porque estamos
en un momento en el que hay gente que razonablemente duda de
que los votos sean más importantes que los mercados. Hay quien
está poniendo en tela de juicio ese pensamiento básico en nuestra
democracia. Hay quien piensa que la política perdió la batalla.

Hay quien piensa que los mercados campan y camparán ya
siempre por sus respetos y nosotros tenemos que empezar
este discurso por ahí. Porque si los mercados camparon por
sus respetos es porque alguien desde la política decidió que
camparan. Y lo que se decide desde la política, se corrige
desde la política. Por tanto tenemos que empezar por
afirmar que muchos de los problemas que están sucediendo
en España y en el mundo son problemas políticos. Y que es
la política la que tiene que resolverlos, siempre la política.

La política es la que se tiene que encargar de romper ese axioma,
casi irreductible, según el cual los beneficios siempre van para unos
pocos y las pérdidas van para la mayoría. Es la política la que tiene
que romper ese principio. Es verdad que es complicado en un
mundo como el que estamos, con los problemas con los que
estamos, abordar estos problemas políticos desde un solo país. Es
complicadísimo. Hay que hacerlo con muchos. Coordinando,
trabajando, haciendo política… siempre política, con muchos.

Os pondré un ejemplo. Un ejemplo que he constatado
especialmente durante los cinco años que he pasado en el Ministerio
del Interior. Os voy a hablar de los paraísos fiscales. Ya sé que son
horribles. Sé que todos sabéis lo que yo sabía cuando llegué a
Interior: en los paraísos fiscales hay unos sitios que tienen ‘los
dineros’ para no pagar a Hacienda. Pero hay mucho más, está el
dinero del narcotráfico, está el dinero de la corrupción, está el
dinero de la trata de personas. Es intolerable, es indecente, es
absolutamente inmoral que el mundo viva con los paraísos fiscales.
Absolutamente inmoral. Yo creo que se van a acabar. No creo que
el mundo pueda subsistir mucho más con tanta indignidad. Creo que
se van a acabar. Pero para acabar con ellos no podemos hacerlo
desde un solo país. No lo podemos hacer desde España, por mucho
que queramos. Tenemos que sumar. Tenemos que hacer política.
Tenemos que sumar. ¿Y sabéis dónde tenemos la suma más fuerte?
En Europa. No puedo concebir que haya gente que esté tratando de
enfrentarse a los problemas del mundo y diga que Europa no vale.
Que quiere ‘menos Europa’. Si es lo contrario, Europa nos da fuerza.

Europa nos permite presentarnos en el mundo con fortaleza, con
nuestros principios. Hablamos de que tiene que haber una tasa de
transacciones financieras. Claro que la tiene que haber, solidaria con
los países más pobres. La llevamos pidiendo mucho tiempo. Pero,
¿sabéis qué os digo? Que para que Europa la reclame en el mundo,
la tiene que poner primero en Europa. Pongámosla en Europa y,
desde la fuerza europea, pidámosla en el mundo. Como os digo,
dejemos de quejarnos de las agencia de rating norteamericanas y
hagamos unas europeas. Hagamos unos bonos europeos.

Hagámoslos para defendernos, para defender a los países que están
siendo atacados uno y otro día por los especuladores en su deuda
soberana. Tenemos también que construir más Europa.

En resumen, trato de plantear mi discurso sobre tres ejes.
Los problemas son muy grandes, son globales, pero nunca
los podemos abordar con menos democracia, sino con más
democracia. Nunca los podremos abordar con menos
política, sino con más política. Nunca con menos Europa
sino con más Europa. Eso es lo que trato de deciros desde el
primer momento: más democracia, más política, más
Europa.

Cuando uno se presenta a la presidencia del Gobierno de candidato,
lo lógico es hablar en este primer discurso de lo que los ciudadanos
piden de nosotros, de lo que esperan de nosotros. Y creo que nos
piden cuatro cosas. Lo primero es que les escuchemos, que
escuchemos sus demandas. Lo segundo que identifiquemos sus
problemas. Lo tercero que propongamos soluciones. Y, finalmente,
que se los arreglemos. Es tan complejo y tan sencillo como eso.

Todo ello lo tenemos que hacer siendo ambiciosos y realistas.
Ambiciosos en nuestras explicaciones y realistas en nuestras
propuestas.

En resumen, tenemos que responder a las preguntas de cuáles son
los problemas de los ciudadanos, cuáles son nuestras propuestas y,
finalmente, qué queremos hacer con España. Cuál debe ser la
España de 2016. Qué cambios queremos que haya en España en la
próxima legislatura. Esa es la respuesta que tenemos que dar en un
acto de campaña como este. Y os lo voy a dar muy sucintamente.

Os voy a proponer cuatro aspiraciones. Cuatro propuestas,
cuatro compromisos, cuatro objetivos. El primero, lo
urgente, que es crear empleo. El segundo, lo importante,
que es hacer una economía sana y competitiva. El tercero, lo
nuestro: la igualdad de oportunidades. Y lo cuarto, lo que
nos piden, el cambio en la política y la democracia. Eso son
los cuatro objetivos. Las cuatro aspiraciones. Y os digo,
aspiraciones ambiciosas. Pero habrá propuestas concretas,
soluciones concretas.

Así vamos a trabajar de aquí al momento en que nos presentemos a
las elecciones. Así vamos a hacer nuestra Conferencia Política y
nuestro programa electoral. Aspiraciones y soluciones concretas.
Dejadme que dedique un rato de mi discurso a estos cuatro
objetivos. Empezaré por hablar del empleo. Todos sabéis que la
crisis es global. Pero en España existen unos hechos diferenciales.

Me referiré a uno. La burbuja inmobiliaria. Tengo que hablar un
minuto de la burbuja porque es verdad que es un hecho diferencial
de muchos años, más de diez. Construimos viviendas y viviendas a
un ritmo frenético, completamente desequilibrado. Las empresas se
endeudaron para hacer casas. Las familias se endeudaron para
comprar casas y los bancos se endeudaron para dar préstamos e
hipotecas a las familias y a las empresas. Eso hicimos durante diez
años. Y llegó una crisis financiera y, si me permitís, nos pescó con la
deuda hasta el cuello. Esa es la deuda que tenemos que pagar. Y
tenemos que decírselo así a los españoles. Tenemos que pagar esa
deuda.

Os lo diré de otra forma. La vivienda ocupó en España algo así como
el 9% del Producto Interior Bruto. En una economía sana, la
vivienda tiene que ser el cuatro, el cuatro y medio por ciento. Nos
sobran cinco puntos de PIB. Hay que rellenar cinco puntos de
crecimiento haciendo otras cosas. Os lo diré de una tercera manera.

No vamos a recuperar dos millones de empleos en la
vivienda, aunque la vivienda se recupere, que se recuperará
cuando fluya el crédito, no podremos hacer tantas viviendas
como para tener otra vez dos millones de puestos de
trabajo. Lo que quiere decir que tenemos que buscarlos en
otro sitio. Esa es la esencia de lo que tenemos que proponer
a la gente. Tenemos que tener nuevas empresas que creen
nuevos empleos en una nueva economía, porque esa es la
esencia de nuestro programa porque tenemos que rellenar cinco
puntos de nuestro PIB.

Este es el planteamiento. Es cierto que la vivienda y la crisis en
otros sectores nos han llevado a una consecuencia dramática que
son millones de parados, de personas de carne y hueso, con
nombres y apellidos. Personas que han perdido el empleo y, por
tanto, el bienestar, pero que han perdido mucho más: la
autoestima, la confianza en el futuro… porque cuando uno no tiene
empleo no está seguro de nada.

Se dice estos días que estamos ante una generación que, por
primera vez, va a vivir peor que la de sus padres. Y es verdad. Pero
se dice algo peor: que los padres piensan lo mismo; que la
generación de sus hijos va a vivir peor. Y eso, si me apuráis, es más
dramático y, por ello, no nos podemos resignar a esa situación. Ya
sé que para que haya empleo, tiene que haber una economía sana y
competitiva. Ya lo sé. Pero lo que trato de deciros es que no
podemos esperar a que esa economía sana y competitiva
esté a pleno rendimiento para buscar fórmulas de creación
de empleo. Que tenemos que ir más deprisa. Que no
podemos aguantar ese paralelismo entre crecimiento y
empleo. Que tenemos que correr más porque el empleo es
una urgencia, una necesidad vital de muchos españoles. La
pregunta es, ¿lo podemos hacer? Yo os digo que sí. Podemos
movilizar, desde luego el sector público, pero también el sector
privado. Podemos remover obstáculos. Podemos sumar voluntades.

¡Claro que sí! Podemos buscar una vía rápida para la creación de
empleo. Y la pregunta no es sólo si lo podemos hacer, la pregunta
que me hacen, una y otra vez, es si tendremos dinero. Porque esa
es la pregunta del millón. Yo os digo que sí, que tendremos dinero.

Os voy a poner un ejemplo muy sencillo de dónde buscarlo. Lo va a
entender todo el mundo.

Estamos haciendo una reestructuración de las cajas y de los
bancos. Pronto será el momento, será el momento de pedir
a las cajas y a los bancos que de sus beneficios, dejen una
parte para la creación de empleo. Y lo haremos y lo
podemos hacer.

Es verdad que España ha perdido empleo y lo ha perdido por más
cosas. Lo ha perdido, entre otras razones, porque nuestro sistema
laboral impone casi dramáticamente a los empresarios que el ajuste,
cuando una cosa va mal, se realice al través de los despidos y eso
no puede seguir siendo así. También tenemos un sistema
económico que admite, como si no pasara nada, que hasta que no
crezca la economía al 2% no puede crear empleo y eso no puede
ser así. Por tanto había que cambiar cosas.

Ese es el sentido de la reforma laboral, para eso la hemos hecho. La
hemos hecho para fortalecer la contratación frente al despido, para
dotar de flexibilidad a las empresas de forma que se defiendan, que
se organicen mejor ante los cambios que se están produciendo
todos los días. Pero no podemos quedarnos ahí. Seguramente
tendremos que plantear nuevas reformas. A mí me gusta el contrato
a tiempo parcial, creo que debemos incentivarlo. Lo hemos hecho,
pero debemos avanzar más. Y se me ocurre que la fórmula de
avanzar más, es buscar un acuerdo entre empresarios y
trabajadores. Un acuerdo, según el cual, demos más flexibilidad a
ese contrato como piden los empresarios y demos más seguridad
como piden los trabajadores. Por ejemplo, ¿sabéis cómo?
mejorando su sistema de pensiones. Se puede hacer y podemos
seguir mejorando la contratación a tiempo parcial.

Hemos aprendido una cosa en estos años de democracia. Una cosa
muy importante. Que la concertación siempre es mejor que la
confrontación. Muy importante. Miro a Pepe Griñán porque me lo ha
dicho muchísimas veces y veo a Valeriano porque me lo ha dicho
muchísimas veces: “la concertación, siempre”. Concertación para
muchas cosas -he formulado alguna- por ejemplo para una de las
que ahora se habla y sobre la que me gustaría precisar mi posición.
Concertación para dialogar y pactar que la modificación de las
rentas salariales de los trabajadores y la de los beneficios de los
empresarios, sigan vías paralelas y estén acordadas de acuerdo con
objetivos compartidos. Esa es mi propuesta, concertar para que
haya un pacto de salarios con objetivos compartidos. Eso hace más
fuerte a las empresas.

Dialogar y acordar para qué. Pues, por ejemplo, para ver si somos
capaces de acabar con esa intolerable brecha salarial que existe
entre las mujeres y los hombres en nuestro sistema productivo.
¿Pero qué nos pasa? Es tan sencillo y probablemente tan complejo
como que apliquemos al mercado laboral, al sistema productivo, una
máxima que hemos defendido para otros campos de la vida como es
que a igual trabajo, igual salario. Tan sencillo y tan complicado
como esto.

Os decía que nos quedan muchas cosas por hacer. Hemos hecho un
enorme esfuerzo por proteger a los desempleados, un enorme
esfuerzo. Tenemos que hacer un esfuerzo ahora por ayudarles a
encontrar empleo, por activarles para encontrar empleo. Me
preocupan dos colectivos, algunos me lo habéis oído ya comentar,
me preocupa el colectivo de los jóvenes que abandonaron el sistema
educativo sin haber acabado sus estudios, atraídos por la
construcción, por la vivienda, por el dinero que en aquel momento
se ganaba fácil… y ahora están sin trabajo y sin formación. Ese
colectivo me preocupa. De ese colectivo, del que forman parte
cientos de miles de jóvenes, no podemos olvidarnos. Para ellos hay
que hacer programas específicos que combinen las dos cosas que
necesitan: formarles y trabajo. Formarles mientras trabajan, se
llama formación dual y sabemos hacerla.

Me preocupa un segundo colectivo que está casi en la posición
contraria y que es el que se ha formado, el que tiene títulos, el que
ha estudiado y que ahora no encuentra un empleo. Para ese
colectivo tenemos que hacer un esfuerzo suplementario. Hay que
darles una primera oportunidad, un primer trabajo, porque sabemos
que cuando entras en el mercado laboral es mucho más fácil
quedarse en él.

Son dos colectivos para los que reclamaba antes un esfuerzo a
bancos y a cajas, para esto entre otras cosas, porque es verdad que
los beneficios de los bancos y de las cajas pueden dedicarse en
parte a estos colectivos. Porque los bancos y las cajas pueden… y
los jóvenes no pueden esperar. Esa es la realidad.
Pero decía antes, y es verdad, que la creación de empleo de forma
estable necesita una economía sana y una economía competitiva.

Estamos creciendo, todavía poco, pero creceremos más y va
llegando el tiempo de que empecemos a plantearnos
políticas redistributivas para que, aquellos que más se han
sacrificado en la crisis, puedan ver compensado ese
sacrificio. Os lo diré de otra forma: para que aquellos que no
han sufrido en la crisis colaboren para que todos salgamos
al mismo tiempo de la crisis. Quizá sea el momento de repensar
algunas de las cosas que hemos hecho y de rectificarlas, ¿por qué
no?

Quitamos el impuesto de patrimonio. Eran situaciones distintas, una
economía diferente. Creo que ha llegado el momento de que nos lo
replanteemos, de volverlo a poner, pero no de la misma manera.
Porque es verdad que era un impuesto que gravaba a las clases
medias y eso no lo vamos a volver a hacer. Vamos a reponer un
impuesto de patrimonio que realmente grave a los grandes
patrimonios que existen y que tienen que colaborar, que
tienen que ayudar a aquellos que más han sufrido en la
crisis para que todos salgamos juntos de la crisis. Esa es la
política redistributiva en la que estoy pensando.

La economía está sana cuando no tiene desequilibrios. Y aquí voy a
ser rotundo: desequilibrios es tener un déficit que no puedas pagar,
tener una deuda que no puedas pagar, tener una balanza de pagos
que te vaya muy mal y tener una inflación desbocada. Estos
desequilibrios no nos los podemos permitir. Estamos haciendo
muchas cosas para corregirlos y tenemos que seguir haciéndolo.

Tenemos un pacto con los países del euro y hay que cumplirlo. Hay
que cumplir ese pacto porque el déficit no nos puede volver a
atosigar como nos ha atosigado en los últimos años. No vamos a
caer en los errores en los que caímos. No es verdad que el déficit
sea progresista. No es cierto. Hay que cumplirlo, hay que seguir
asumiendo la deuda, pagándola. Hay que seguir equilibrando
nuestra balanza de pagos, exportando más e importando menos, y
hay que seguir combatiendo la inflación liberalizando los mercados
de bienes y servicios.

Esto es una economía sana, una economía equilibrada y hace falta
en un mundo como el que vivimos, una economía competitiva. Y la
competitividad es muchas cosas y a ello me voy a referir a
continuación. Una economía competitiva es una economía que tiene
buenos empresarios, una economía que tiene trabajadores
formados, una economía que tiene buenas infraestructuras, una
economía que tiene una administración pública eficiente en la que
no existen duplicidades, una economía que tiene un mercado laboral
seguro y flexible. Una economía que tiene un sector energético
eficiente, una política industrial robusta que tiene un sistema de
ciencia, tecnología e innovación, una economía eficiente. Una
economía competitiva es todo eso unido a un sistema financiero que
cumple su tarea, es decir, que presta a los empresarios y a las
familias para que la economía avance.

Dejadme que me refiera a nuestro sistema financiero. Ya he dicho
algo de él. Todos sabemos que las pequeñas y medianas empresas
no tienen crédito ni circulante. No lo tienen, y ese es un grave
problema de nuestra economía. Eso nos debe llevar cuanto antes a
terminar la reestructuración de nuestro sistema financiero. Cuanto
antes mejor. Os diré más, aunque esto sea un tema completamente
incidental. Es posible, no es descartable, que alguna vez el
Estado tenga que aportar capital para sanear alguna caja.

Os diré mi posición si eso sucede. Mi posición es que
tenemos que estar ahí. Si el Estado pone dinero tiene que
estar ahí para gestionar bien ese dinero, para asegurarse
que va realmente para aquello para lo que se destina que es
el saneamiento. Y para asegurarse, sobre todo de una cosa
mucho más importante, que cuando nos vayamos, cuando
vendamos, los españoles no pierden un solo euro. Esa es mi
propuesta, que la tenemos que tener en cuenta. Ni un solo
euro, y para eso tenemos que estar ahí.

Os decía también que la competitividad o la economía competitiva
es muchas otras cosas. Dejad que os hable un momento de los tres
grandes retos que tiene Europa planteados, que son los retos que
se establecen en el programa 20-20 y que son muy importantes a la
hora de hablar de la competitividad y de hablar de la creación de
empleo en nuestro país.

Europa tiene tres problemas: la energía que es muy cara
debido a un sistema energético poco eficiente, el cambio
climático y el envejecimiento de la población. Es verdad que
son problemas que para España suponen, o un freno o un
motor, y que, según como lo hagamos, pueden ser un freno
o un motor. Me explicaré, porque son problemas en los que
España tiene una posición diferente, a la vez mejor y a la vez peor.
Peor porque nos afecta más porque tenemos un sistema energético
más dependiente. Somos muy vulnerables al cambio climático y
tenemos una población envejecida. Todavía no los más envejecidos
pero lo seremos, entre otras cosas, porque tenemos una magnífica
sanidad. Pero junto a estos tres problemas, junto a estas tres
características que hacen esos tres problemas más serios, en
nuestro país tenemos ventajas. Por ejemplo somos líderes
en Europa en energías alternativas, por ejemplo si hablamos
de cambio climático tenemos las mejores empresas para
gestionar el ciclo del agua y, por ejemplo si hablamos del
envejecimiento tenemos un sistema de atención a la
dependencia que atiende a los dependientes y que nos ha
puesto a la cabeza de muchos conocimientos de este tipo de
sistemas de ayuda.

Son tres grandes oportunidades. Grandes problemas, grandes
oportunidades, grandes ventajas competitivas. Hablo de estos tres
sectores porque son los tres sectores en los que probablemente se
va a crear más empleo en los próximos años. Porque los vamos a
tener que abordar. Vamos a tener que luchar contra el cambio
climático y vamos a tener que seguir atendiendo a nuestros
mayores. Lo vamos a tener que hacer y se van a crear empleos. ¿Os
acordáis del 4% del PIB que nos faltaba, los nuevos empleos
(perdidos en la construcción)? Aquí está una parte de ellos, en estos tres sectores. Si los traigo a colación es porque los tres tienen una característica en común que es que son sectores innovadores.

En ellos se innova y eso es lo último que os quería decir de la
competitividad, que la competitividad es ante todo innovación, que
seremos más competitivos si somos más innovadores, que tenemos
que innovar y en esos tres sectores hay una posibilidad enorme de
innovar.
Innovar, ¿para qué? Para crear nuevas empresas, para emprender.
Innovar para hacer mejor lo que estamos haciendo en los sectores
tradicionales para exportar, innovar para crear nuevas empresas y
crear nuevos empleos.

Innovar es emprender. Dejadme que le dedique un segundo a los
emprendedores. Me voy a partir el pecho por los emprendedores, si
me permitís la expresión coloquial. Lo voy a dar todo porque creo
que es muy importante. Hay que hacer muchas cosas, hay que
facilitarles el trabajo, la vida, por ejemplo con una fiscalidad
razonable. Hay que quitar trabas para que puedan competir porque
hay sectores donde no pueden entrar. Finalmente hay que quitar
trabas administrativas. Hay que hacer todo eso.

El otro día tuve la suerte de dar con Leire un premio a un
emprendedor que tenía 26 años. Se llama Pedro Tomás Delgado, es
un extremeño que tiene una empresa de biotecnología de
depuración de aguas con plantas. Es una empresa razonable. Tiene
25 trabajadores y trabaja en 30 países del mundo. Hizo un discurso
excepcional y dijo una cosa que no se me va a olvidar. “Para mí las
cosas no son ganar o perder, son ganar o aprender” Aprender…
¿qué nos está diciendo? Nos está diciendo que no se les puede pedir
resultados a la primera, que con los emprendedores hay que ser
paciente, hay que ser constante. Y os diré una cosa más, a
emprender se aprende. Se aprende en las universidades, se aprende
en los institutos, porque emprender finalmente es una actitud. Los
emprendedores tienen una actitud y se transmite en el sistema
educativo.

Yo soy docente y funcionario. Por tanto me puedo permitir lo que
voy a decir, porque nadie lo va a interpretar mal. Tenemos un
fantástico sistema educativo, el mejor del mundo para
formar funcionarios. Y tiene que seguir siendo así. A
continuación os digo que ahora se trata de formar
emprendedores, de trasladar desde las aulas -de abajo a
arriba- que hay que emprender, que hay que ser activos,
que hay que proyectar lo que uno sabe sobre el mercado
laboral, que hay que crear empresas. Ese es un reto para
nuestro sistema educativo, formar emprendedores.

Innovar, formar, ciencia son términos que nos llevan
inmediatamente a la universidad y a nuestro sistema de ciencia y
tecnología. También aquí estamos mejor de lo que muchas veces se
dice. Es verdad que hay cosas que hacer en lo que llamaríamos el
centro del sistema, en las universidades hay cambios que hacer.

Pero me preocupa mucho más las fronteras de las universidades, el
sistema de ciencia y tecnología. La frontera, es lo que comparte la
universidad con los sectores product¡vos. Ahí sí que hay fronteras
que romper, hay barreras que derribar. Si me permitís una
expresión, es como si tuviéramos que hacer un Schengen científico
en España. Levantar fronteras para que circulen libremente las
ideas, los trabajadores, los conocimientos… para que desde las
universidades se potencie la creación de empresas y la creación de
empleo. Eso es lo que tenemos que hacer. Sabéis que somos el
noveno país del mundo en publicaciones científicas, de lo que se
trata ahora es de pasar a ser el noveno país del mundo por
patentes, ese tiene que ser nuestro objetivo.

Hablar de igualdad. Es un tema que nos es conocido, es verdad que
somos un partido que ha defendido siempre la libertad. Eso no nos
distingue de otros partidos democráticos, pero la igualdad, sí, la
igualdad nos distingue, y la igualdad en el siglo XXI es igualdad de
oportunidades. Y los gobiernos no podemos prometer a la gente que vamos a conseguir que alcancen todos sus objetivos vitales, no lo podemos hacer, pero lo que no podemos dejar de hacer es decirle a la gente que les vamos a dar todas las oportunidades, las mismas
oportunidades a todos los ciudadanos para alcanzar sus objetivos.
Eso sí que lo podemos hacer. Eso es igualdad de oportunidades.

No está escrito en ningún sitio que tengamos que salir de la
crisis como un país más inseguro, como un país más
insolidario, como un país más excluyente. No está escrito.
Eso es lo que nos jugamos en las elecciones, cómo salimos.
Eso es lo que va a decidir la política, eso es lo que van a
decidir los ciudadanos con su voto, y de eso es de lo que
tenemos que hablar una y otra vez de aquí a las elecciones,
empezando por la igualdad de oportunidades y la educación.

Me vais a permitir que hable un poco de educación, que es lo mío.
La educación es mucho más, lo sabéis todos, que una política
horizontal. Es mucho más. Educación es casi todo; es política
económica, porque sólo creceremos si educamos; es política social,
porque la igualdad sigue dependiendo de la educación; es una
política laboral, porque sin educación difícilmente encuentras
trabajo; es hasta política exterior, porque es verdad que hoy los
intercambios educativos son los que hacen y fortalecen la relación
entre los países; es política cultural… es política a secas. Un sistema
educativo es lo que vertebra un país, lo que da fuerza a un país. La
educación es nuestro gran instrumento.

Pero debajo de la educación, de estas cosas generales, existen las
cosas pequeñas, los alumnos, los padres, los profesores. Qué les
preocupa, qué nos preocupa, qué me preocupa: pues el fracaso
escolar, claro. Por cierto, empezando por la palabra fracaso escolar,
supongo que habréis pensado muchas veces como yo que no hay
palabra más cruel y más injusta. Pero cómo se puede aplicar el
fracaso escolar, el nombre de fracasado a un chaval de 14, de 15,
de 16 años. Pero ¡qué disparate! Os propongo que empecemos a
quitarla de nuestro léxico, que hablemos de abandono escolar
aunque ya sé que no es lo mismo exactamente, ya lo sé. El
abandono escolar siempre ha sido dramático, pero en la sociedad
del conocimiento es especialmente dramático. Porque quien
abandona sus estudios sin tener la formación necesaria para
integrarse, ése puede quedar excluido para toda la vida. Por eso es
tan dramático el abandono escolar. Y por eso lo tenemos que
combatir, y se puede prevenir.

Los profesores saben todos que el abandono escolar avisa, que
cuando un chaval, un niño en primaria, empieza a tener dificultades
con la lengua y las matemáticas… ahí tenemos un problema y ahí
tenemos que actuar. Y las familias acomodadas han resuelto
históricamente este asunto muy bien, lo llamaban clases
particulares, ¿os acordáis? Sí, claro, de eso se trata, es otra forma
de decir lo que voy a explicar: es atender a los niños que empiezan
a tener retrasos, reforzar sus estudios, hacer una atención
singularizada para prevenir el abandono escolar; porque se puede
prevenir. Veo a algunos que me miran diciendo que eso es muy
caro, y a esos les tengo que decir que si eso es caro, cómo de cara
es la ignorancia. Eso es lo que les tengo que decir.

Voy a asumir dos compromisos con vosotros. El primero es
un compromiso especialmente innovador: os voy a decir que
no voy a cambiar ninguna de las leyes educativas que
actualmente están en vigor en nuestro sistema. Ninguna,
ninguna ley. Que la educación no necesita zarandeos
legislativos, que lo que necesita es consenso, diálogo y
estabilidad en su marco legal. Eso es lo que necesita la
educación: recursos, profesores motivados, valorados
socialmente, y centros bien gestionados. Eso es lo que
necesita, y para eso no hace falta cambiar las leyes, para
eso hace falta hacer las cosas bien.
Y os voy a decir otra cosa más. Todos sabemos que la
calidad del sistema educativo nunca es superior a la calidad
de sus profesores, nunca lo es. Y ahora tenemos que
contratar, de aquí al 2020, 200.000 nuevos profesores.

Fijaos si es importante cómo lo hagamos. Por eso he
propuesto cambiar el sistema de contratación, de selección
del profesorado; ir a un sistema MIR, porque entre otras
cosas ese sistema lo tenemos en Sanidad, y ha sido
fantástico. De hecho hay mucha gente que piensa –yo entre
ellos- que la calidad de nuestra Sanidad obedece a que
hemos sido capaces de seleccionar como médicos
residentes a los mejores. Pues os propongo que
trasplantemos –nunca mejor dicho- este sistema a la
educación. ¿Para qué? para seleccionar a los mejores,
porque no nos podemos permitir el no hacerlo cuando
tenemos por delante 200.000 contrataciones. Eso es
garantizar la calidad del sistema educativo.

Y los MIR me llevan a la Sanidad. Creo que si algo enorgullece a los
españoles es su sanidad pública. Nos enorgullece porque es muy
buena y porque es muy barata, muy barata. Nos gastamos en
Sanidad Pública el 7,5 de nuestro PIB, dos puntos menos que la
media europea y cinco puntos menos que los estados Unidos, donde
hay 50 millones de personas que no tienen asistencia sanitaria. Es
buena y barata.

Tenemos buenos médicos, buenas médicas, buenos enfermeros,
buenas enfermeras, tenemos auxiliares, buenos hospitales, buenos
centros de salud, una excelente investigación biomédica. Excelente.
Tenemos un magnífico sistema sanitario. Por eso es por lo que los
españoles tenemos una esperanza de vida que es la segunda del
mundo, porque tenemos un buen sistema sanitario.

Es una de las pocas cosas sagradas e intocables para el conjunto de
los españoles, también para el Partido Socialista, también para mí. Y
os diré: vamos a hacer bandera de la Sanidad Pública. Os lo diré de
otra manera, no vamos a hacer nada, no voy a hacer nada, no
voy a firmar nada, no voy a acordar nada que debilite
nuestro sistema de salud. Y nada es nada.
Un sistema que es público, lo gestionan las CC.AA; que es universal,
todo el mundo que va al hospital es atendido; que es gratuito,
porque lo pagamos con los impuestos. Por eso tiene tan poco
sentido el copago, porque es pagar dos veces por el mismo
sistema, también es verdad que el copago lo proponen por
la mañana y lo quitan por la tarde, pero en fin… el copago.
Es un buen sistema el sanitario, en conjunto. Es un buen sistema
sobre el que ahora planea una palabra que es la privatización. Sí,
dejadme que os lo explique en treinta segundos porque creo que la
gente cuando oye la palabra privatización seguramente no entiende
muy bien de qué estamos hablando. El sistema sanitario es, sobre
todo, un sistema de solidaridad inter-generacional. Los jóvenes, que
enferman poco, pagan lo mismo que los mayores, que enferman
más. Es un sistema de solidaridad. Y claro, si el que piensa en
privatizar está pensando en sacar a los jóvenes, que no enferman,
a hospitales privados, y dejar en los hospitales públicos a los
crónicos y a los que enferman mucho, está pensando en la ruina de
la sanidad pública. Y eso, compañeros, no lo vamos a tolerar. Eso
no lo vamos a tolerar.

Por tanto, ojo con los cantos de sirena, ojo con palabras que suenen
bien, porque a veces lo que esconden es algo como lo que acabo de
denunciar. La sanidad… gastamos mucho dinero en sanidad.
Gastamos 70.000 millones de euros al año, y por tanto tenemos una
magnífica posibilidad de ser más eficientes. Nadie me puede
convencer que en 70.000 millones no podemos ahorrar unos
cuantos miles. Naturalmente que podemos. Podemos ser más
eficientes, si es que se trata de gastar mejor en sanidad. Por
ejemplo en la política farmacéutica, en la que ya hemos hecho
muchas cosas. Pero pensad cada uno de vosotros cuántas medicinas
tenéis en cajas o en armarios en vuestra casa. Cuántas tenéis,
cuántas no sabéis ni para qué os las dieron, cuántas están
caducadas… Es verdad que hay un esfuerzo, que se puede hacer
todavía en farmacia. Se puede gestionar mejor la Sanidad,
naturalmente

Os diré más, el año que viene el sistema de financiación
autonómica otorga 8.000 millones de euros más para las
CC.AA –está así legislado-, yo os digo que tenemos que
proponer que una parte sustantiva de esos 8.000 millones
vaya a la Sanidad pública, lo tenemos que proponer. Y hay
algo más, lo tenemos que asegurar. Tenemos que asegurar –ya
veremos los mecanismos- que todo el dinero que el Estado ponga
para Sanidad se gaste efectivamente en Sanidad. Eso lo tenemos
que asegurar porque son 8.000 millones de euros
Voy terminando ya con esta parte. Se ha dicho, es casi un tópico,
que la familia tiene una relación compleja con la izquierda, sí
compleja. Conmigo no porque yo creo que la familia es el núcleo
social básico de la sociedad y que los poderes públicos tenemos que
apoyarla y fortalecerla… las familias, porque hay muchas, de
muchos tipos, todas iguales. Muchas.

Y hay quien piensa que apoyar a la familia consiste en
manifestarse mucho los sábados por la tarde. Y yo creo que
no. Creo que apoyar a la familia es poner en marcha los
permisos de paternidad, aumentar las becas… apoyar a la
familia es poner en marcha un sistema de atención a los
dependientes que ayuda también a los que ayudan a los
dependientes. Eso es ayudar a la familia. Es conciliar la vida
laboral y familiar de los hombres y las mujeres, es avanzar
en la corresponsabilidad en el hogar. Eso es ayudar a la
familia. Es tener una buena política de centros educativos
de 0 a 3 años. Eso es lo que es ayudar a la familia. Y eso es
lo que vamos a seguir haciendo: ayudar a la familia con
estas políticas. En esto de las familia unos predican –no, no voy a
decir eso de lo de dar trigo- y otros lo hacemos. Unos predican y
otros lo hacemos. Es mucho más fácil.

Voy terminando ya. Dejadme que me ocupe brevemente del cuarto
objetivo: la política democrática, los cambios políticos. Porque es
verdad que, de lo dicho hasta aquí, se desprende que soy un
convencido de que es la política la que permite cambiar las cosas, la
que permite cambiar el mundo. Pero para eso, compañeros y
compañeras, quizá va siendo hora de que reflexionemos en cambiar
un poco la política, en cambiar un poco la democracia. No es posible
que proyectemos grandes reformas sociales, grandes reformas
económicas, reformas en los mercados y que digamos que en la
política no tiene que pasar nada. No es posible. Tenemos que
cambiar también la política, empezando por hacerla limpia,
completamente limpia, que sea limpia y que parezca limpia. Es muy
importante, es como lo de la austeridad, que sea limpia y que lo
parezca.

Vuelvo un minuto a la burbuja inmobiliaria. Ha traído muchas
desgracias a este país, entre otras que al hilo de la burbuja, al
socaire de la burbuja, debajo de la burbuja hay muchos que
“burbujearon”… se corrompieron. Mucho de lo que está saliendo
ahora es eso, la burbuja inmobiliaria, el urbanismo. Hemos hecho
mucho por endurecer el código penal, muchas unidades policiales
que han funcionado bien. Hemos hecho mucho por perseguir y
castigar a los corruptos, hemos hecho muchas cosas, pero no basta.
A la gente no le basta que detengamos a un corrupto y lo metamos
ocho años en la cárcel. Eso no basta, ¿sabéis por qué?, porque el
pecado es anterior. Lo que la gente no quiere es que haya
corrupción. En definitiva, con la corrupción no sólo se trata de
perseguir, se trata también de evitar y eso nos lleva a una cosa que
a veces no nos gusta discutir, que son los controles previos. De eso
se trata.

Tenemos que hablar de urbanismo. Dejadme que os diga
categóricamente, para que nadie se equivoque, que pienso que el
urbanismo está bien gestionado en general por las comunidades y
por los ayuntamientos. Es más, creo que quienes gestionan el
urbanismo en las comunidades y los ayuntamientos son
impecablemente honestos, honrados. Pero ahí tenemos un
problema, y no podemos desconocerlo. ¿Qué estoy pensando? ¿Qué
estoy proponiendo? Pues sí, lo que muchos pensáis y habéis
hablado muchas veces, que el Estado tiene que tener algún
tipo de competencia, algún tipo de control previo sobre los
planes urbanísticos para impedir la corrupción.
Sé que es difícil, que hay que hilar fino porque la
Constitución establece lo que establece, pero se puede
hacer. Y ya anuncio que no se trata de quitarle
competencias a nadie, ni de restar autonomía a nadie, se trata de compartir controles más eficaces, se trata, en
suma, de tener una política limpia y que parezca limpia. De
eso se trata, ni más ni menos.
Y la democracia no tiene sólo esos problemas. Tiene más. Tenemos
que abordar otros problemas que tienen que ver con la democracia
del siglo XXI y que se resumen muy fácilmente en una contradicción
insalvable, y es que en el mundo de la sociedad de la
información, con la tecnología de información que existe, no
es razonable que la relación de los ciudadanos y sus
representantes se establezca una vez cada cuatro años y el
resto del tiempo se limiten a escucharnos. No es sensato,
no es razonable, no se corresponde con la sociedad en la
que vivimos, y en esto hay que escuchar lo que nos están
diciendo en la calle, pero fuera de la calle también. Es más,
sobre todo fuera de la calle.
Y nos dicen algunas cuantas cosas muy claras. Nos dicen: o contáis
conmigo, o voy a dejar de contar con vosotros. Nos dicen: no
confundáis vuestro mundo con nuestro mundo. Nos dicen que no
soportan más la crispación, el sectarismo, esta discusión fanática
por las cosas pequeñas. Nos lo dicen continuamente, y nos dicen
que la política no puede ser una fuente de problemas, que tiene que
ser una fuente de soluciones. Estas cosas nos las dicen una y otra
vez, y conviene escucharlas, y conviene actuar en consecuencia.
La democracia es un sistema que se ha impuesto a los totalitarismos
porque es insuperablemente mejor desde el punto de vista moral,
sin duda; también porque es más eficaz, porque ha resuelto los
problemas. La democracia se legitima también resolviendo
problemas, por sus resultados, y eso no lo podemos perder de vista.
En resumen, cuando los ciudadanos empiezan a pensar que la
política no es una solución, sino un problema. Cuando empiezan a
pensar que todos los políticos somos iguales, que su voto no
importa, la democracia tiene un problema.
Y además, es que no es cierto. O es que alguien puede defender en
su sano juicio que Olof Palme es lo mismo que Le Pen; o que
Margaret Thatcher es lo mismo que Lula; o que Sara Palin es igual
que Obama; o que Felipe González tiene algo que ver con… Bush
hijo.

No, no tiene nada que ver, pero no basta con decirlo, hay que
reafirmar con hechos lo que trato de trasladaros durante todo el
discurso: que la política importa, y que la política importa
mucho. Y hay que actuar, y hay que revisar cosas, y a veces
cosas que nos van a costar, porque es verdad que hay cosas
que han funcionado bien, que las hemos hecho en la
transición, que las hemos diseñado y han funcionado bien.
Por ejemplo el sistema electoral. Nos piden dos cosas: más
proporcionalidad y más cercanía. Y convengamos que las
dos son razonables. Y por tanto quizá haya llegado el
momento de plantearnos en el Partido Socialista una
discusión a fondo sobre el sistema electoral. Ya sé que es muy
difícil, ya sé que para cambiar el sistema electoral hacen falta
consensos –es una regla básica del funcionamiento de la
democracia- ya lo sé. Pero eso no nos exime de la obligación de
plantearnos lo que está pasando y de hacer propuestas concretas.
No nos exime.

Y os voy a decir: yo tengo un modelo. A mí el que más me
gusta es el modelo alemán, me gusta mucho.
Circunscripciones pequeñas, que favorecen la relación entre
el representante y el representado, y un resto nacional que
favorece la proporcionalidad. A mí me gusta mucho. Y ¿qué
os propongo? Os propongo que lo discutamos, que
utilicemos la Conferencia Política para discutir este tema a
fondo y salir con una propuesta de reforma del sistema
electoral.

Os voy a decir una cosa más de la política, sólo una. Es muy
importante que cambiemos las leyes para mejorar la lucha contra la
corrupción, para mejorar el funcionamiento de la democracia; para
hacerla más moderna y más eficaz. Pero es mucho más importante
que cambiemos las formas de actuación política.

Os diré: he hecho esfuerzos, muchos, pero voy a hacer
muchos más para que la crispación y el sectarismo pasen
definitivamente al baúl de la historia, al pasado, que es de
donde no deberían haber vuelto.
Tenemos que cambiar muchas cosas en la política, necesitamos que
cuando alguien propone una idea, no se descalifique por quién la
propone, sino por el contenido de la idea. Tenemos que conseguir
que nuestros debates sean más debates de sustantivos que de
adjetivos, más de propuestas que de descalificaciones. Tenemos
que conseguir discutir de problemas y de solucionarlos, y no de
competencias.
Todo eso os propongo que hagamos desde nuestro programa
electoral. Todo eso entiendo que es ambicioso pero que puede ser
asumible, que puede ser creíble, que sobre todo, es posible, que es
lo importante, y lo que tenemos que hacer con un programa
electoral. Ambicioso y posible, eso es lo que os propongo en materia
de política.
Y voy terminando ya. Me he esforzado por decir que España tiene
muchas cosas buenas. Hay cosas que tenemos que preservar, hay
otras que estamos cambiando –cambios en los que tenemos que
profundizar, que tenemos que mantener- y hay cosas que tenemos
que hacer de nuevo, grandes cambios. Tenemos ahora la
oportunidad de hacerlo, tenemos la capacidad para hacerlo y creo
que tenemos la voluntad colectiva para hacerlo: grandes cambios.
Partiendo de un concepto que yo creo que se desprende de toda mi
intervención y es que España es un gran país. Y los grandes países
no lo son por cómo eluden las crisis, no; no lo son porque las crisis
no les golpean, no; lo son por cómo salen de ellas. Lo son por la
capacidad de salir, por la creencia en sí mismas, por eso son
grandes los países que los son, y el nuestro lo es.
Es un país que ama la libertad, que ama la tolerancia, es un país
pegado a la igualdad de oportunidades, es un país que tiene un
sistema educativo como nunca imaginamos que podíamos tener, un
sistema universitario, unas empresas que compiten en el mundo
como nunca pensamos que llegaran a competir. Es un país bien
plantado en el mundo. Es un país solidario, europeo, es
iberoamericano, mediterráneo, con una riqueza cultural
impresionante, empezando por nuestra lengua. Es un gran país.

Y desde esa confianza de país, desde esa definición de país,
desde esa confianza que tengo en mi país que es España, os
propongo, me propongo y propongo a los españoles trabajar
conjuntamente, coordinadamente -a todos aquellos que
quieran conciliar, dialogar y trabajar conjuntamente- para
alcanzar aquellos cuatro grandes objetivos. Para crear
empleo y hacerlo desde el primer momento; para hacer una
economía sana y competitiva, que sea capaz de repartir los
esfuerzos que hay que hacer a la hora de salir de la crisis;
para reforzar nuestra igualdad de oportunidades, nuestro
estado del Bienestar y, finalmente, para cambiar la política,
para hacerla más eficaz, más cercana y, si me permitís la
redundancia, para hacerla más democrática. Para hacer la
política democrática, más democrática.
Para todo eso es para lo que os estoy pidiendo apoyo y para lo que