Catalanes y españoles, breve ha sido la jornada de esta noche. Esta misma radio Barcelona, que durante toda la noche ha estado dando noticias falsas, os dice ahora, por mi boca, la verdad. Después de mucho rato de tiroteo entre las fuerzas de la República y los elementos adictos a la Generalidad, que pudo emplear otros procedimientos en defensa de ideales que no deben apoyarse en la fuerza, el Gobierno de la Generalidad telefoneó al Estado Mayor de la División, diciendo que comprendía era inútil continuar la resistencia y ofreciendo rendirse. Como los rebeldes me habían aislado se empleó algún tiempo en dar a la fuerza de mi mando las órdenes oportunas, y por eso la lucha ha continuado más tiempo del necesario. Es lastimoso lo ocurrido. Yo lo siento como catalán, primero, y como español, después. En un régimen de democracia, que tiene abiertos todos los caminos para todas las aspiraciones que se encuadran en el Derecho, ¿qué necesidad tenían de acudir a la violencia, de traer tan graves trastornos a la región que ellos dicen amar, y que yo amo más que ellos?
»Mis labios, que no se han manchado nunca con la mentira, os dirán ahora la verdad.
»Nosotros somos dueños en absoluto de la situación. Claro es que, como ocurre después de las guerras civiles, que quedan partidas sueltas por los campos, andaban por las azoteas los que pudiéramos llamar «pacos», que disparan para sembrar la alarma, quizá más que por herir. Pero esos «pacos» vivirán lo que vosotros queráis que vivan, pues en cuanto se señale por esta Comandancia la presencia de ellos en una casa, acudirá la fuerza pública para someterlos.
»El Presidente del Consejo me ha encargado que felicite en su nombre, por su comportamiento, a la guarnición de Barcelona. Yo, que les he visto de cerca, puedo hacerlo con más justicia que nadie, y decir que con jefes y oficiales que tienen este concepto de la disciplina y del mando, y con soldados que saben obedecer como los nuestros, el Derecho y la democracia subsistirán siempre, porque somos nosotros los que los defendemos, y no los que con estas palabras siempre en la boca se alían con los enemigos del orden y de la sociedad.
»Y para terminar, llevemos nuestro corazón en lo alto de la Patria y digamos que por ella, por Cataluña, por la República, estamos dispuestos a entregar no ya nuestra vida, sino lo que es más importante, nuestro sacrificio de cada día.»
Enviado por Enrique Ibañes