Reflexiones sobre la consultocracia

XAVIER GUXENS

En el momento en que escribo estas líneas, la consultora y politóloga Verónica Fumanal ha recogido el guante lanzado por Francesc de Carreras en su artículo de El Confidencial ¿Gobernados por una consultocracia?, en el que el articulista, jurista y ex-afiliado de Ciudadanos carga contra la influencia de poder que la profesión de consultores/asesores políticos y electorales poseen actualmente sobre sus candidatos asesorados así como su capacidad para tomar decisiones políticas unilateralmente, escribiendo un artículo de réplica bajo el título La ‘consultocracia’ no existe” en el que Fumanal pretende poner en relieve las virtudes de su profesión y la importancia, tanto democrática como en transparencia, que la definen en el desarrollo de sus funciones.

Leyendo sus artículos no he podido evitar vislumbrar una leve comparativa con ya otros ‘beefs’ intelectuales o filosóficos entre grandes figuras del pasado; como el concepto de Estado entre Thomas Hobbes y John Locke, el del voto femenino en España entre Victoria Kent y Clara Campoamor, incluso la archiconocida pugna de faltadas y recursos literarios que inmortalizó a los escritores españoles Francisco de Quevedo y Luis de Góngora. Cabe añadir, para contextualizar, que el presente artículo no nace debido a que le han lanzado el guante al autor, sino más bien el autor, en un arrebato inmaduro de querer sentir que existe, se ha lanzado sobre el guante como un poseso y ha gritado “¡MÍO!” a nadie en particular y a todo el mundo a la vez. Pues, ¿qué puede aportar él a un debate tan trascendental que no puedan aportar personas que le sacan años en edad, experiencia, madurez profesional y kilómetros de calle? Supongo que pretendo responder a esta pregunta a lo largo del redactado.

El consultor/a nunca ha tenido tanto poder como hoy

No logro zafarme de esta afirmación en mi cabeza. Por mucho que Fumanal explique, con precisión y razón, las diferentes vertientes de profesiones que existen en lo que de Carreras engloba como ‘consultores’, creo que la tesis de éste último es la ganadora. Por un sencillo motivo; la política actual en España consiste en un 90% la conquista de espacios electorales para la supervivencia. ¿Cómo se conquista un espacio? Robando, reclamando, dominando temas de agenda política y pública en detrimento a los de tu rival político, es decir, ostentando el monopolio de la legitimidad argumentativa y deontológica que una formación política tiene sobre ellos.

¿Cuál es el modo favorito de un spin doctor para lograrlo? Twitter, programas prime time, plataformas info-entertainment o de difusión… En definitiva, machacar consignas y mensajes día sí día también en tantos medios como sea posible para evitar que tu rival pueda hacerlo. Creo recordar que tal término se define como ‘transmedia’. Quizás la cuestión no es si el consultor/a influencia sobre el candidato/a en mayor o menor medida, sino que el candidato/a tenga una fuerte dependencia con el consultor/a. ¿Quizás el término no es ‘consultocracia’ como acuñó Francesc de Carreras, sino ‘consulto-dependencia’? En el Barça, por ejemplo, hay Messi-dependencia. Y Laporta-dependencia, por lo que parece.

El líder perfecto

Si el candidato o líder en cuestión tiene tal dependencia de su asesor, significa que el asesor/a posee conocimientos de los que él o ella ignora, bien sea porque no son su área de estudio profesional, bien sea porque el asesor/a se encarga de tareas que el líder o candidato/a no puede cumplir por una cuestión de organigrama de funciones y recursos de tiempo. Anteriormente se ha mencionado a Joan Laporta, ¿no? ¿Acaso Laporta parece un tipo de persona que siga muy bien las directrices y órdenes que se le dan? Da la sensación que el tipo de asesor/a Laporta requiere es de uno que logre controlar y canalizar su personalidad impulsiva y hedonista, no alimentarla. Lo mejor que tiene Laporta es que durante su gestión se logró llevar el Barça al cielo, a la cima donde ningún otro equipo en el mundo ha logrado alcanzar; lo peor que tiene es su reputación machista, fiestera y maleducada. Y mientras su asesor basó su campaña en lo primero, en el sentimiento nostálgico de 2009 que todo culé ansía poder vivir de nuevo, usó lo segundo para mostrar desparpajo y osadía, cualidades que sus adversarios no llegaban a demostrar cómo él, en su famosa pancarta al lado del Bernabéu dedicada a todos los y las merengues: “Ganas de volver a veros.”

Como en todo, los excesos nunca son buenos. Ni es bueno que el candidato/a sea demasiado autónomo ni tampoco es bueno que tenga consulto-dependencia. El candidato/a o líder perfecto para un asesora/a es aquél que no se inmiscuye en labores que no le atañen, o que sabe delegarlas, mientras sobresale en sus obligaciones. Sin embargo, en un mundo mediatizado donde los liderazgos que triunfan son los que parecen tener habilidades de influencer y el amor por la cámara, la gestión gubernamental en políticas públicas es una asignatura a mejorar con urgencia. Y hay segmentos importantes del electorado, sobretodo el menos joven y familiarizado con las nuevas tendencias, bajo la percepción que los políticos ya no tienen la talla de sus antecesores pues prestan demasiada atención a sus labores de marketing y comunicación de sus consultores/as como meros productos de la cultura pop-celebrity antes de sus obligaciones como máximos responsables gubernamentales. Una nueva desafección política. Pues cabe cuestionarse la lógica que un gobernante apueste toda su carrera en acciones y política-ficción simbólicas, generadoras de titulares, cuando hay un paro estructural (TPE) del 17,2% en su país según la Comisión Europea, del cual el 39,9% es juvenil. Son algunos de los efectos que tiene la ‘campaña constante’ en política.

La perversión del asesoramiento 

La perversión llega cuando el asesoramiento se convierte en una plataforma de lanzamiento para ser candidato y ostentar poder real. Aquí es donde el código deontológico que menciona Veronica Fumanal cobra más importancia que nunca y que quiero resaltar con las mismas palabras que dedicó a mí y a toda la clase del máster: “Nosotros no jugamos a hacer política.” También es donde la crítica de Carreras cobra más fuerza. “Nosotros no jugamos al Juego de Tronos”. Pero cuando el Juego de Tronos, el sobrevivir o morir, el matar o ser matado, es la lógica de incentivos de poder que impera entre los partidos políticos, aquél que deja de pugnar por el Trono de Hierro se convierte en peón o en cadáver. Por ejemplo, deberíamos echar un ojo a Ada Colau ahora que parece que ha abandonado (¿o abandonará?) Twitter. Colau quiere dejar de jugar al Juego de Tronos; ¿qué pasará si resulta que dejar de jugar se le vuelve en contra? ¿Volverá o creará ella mismo un nuevo Juego de Tronos?

Iván Redondo es un ejemplo de lo que, en mi opinión, un asesor político jamás debería hacer. Al menos en España donde nos conocemos todos y todas, y con solo un precedente se crea toda una tradición y cultura histórica. “¿Fulanito ha hecho qué? Pues, al igual soy yo menos ¿sabes?” El precedente de Redondo en entrar al gabinete de La Moncloa puede inspirar a toda una generación de spin-doctors a ser la Mano del Rey, acaparar foco, tomar decisiones y gobernar mediante sus candidatos/as consulto-dependientes. Lo ideal sería hacer lo que en un principio quiso hacer Daenerys Targaryen y que para ello confió en un asesor como Tyrion Lannister; romper la rueda, romper el ciclo. Pero, ay, ya sabemos cómo terminó todo eso… Confío en que el libro será mejor.

 

Xavier Guxens Sanahuja es politólogo y está cursando el Máster en Comunicación y Marketing Político de la UAB-MMP. (@guxensxavi)