RUBY SORIANO
El gobierno del Presidente Andrés Manuel López Obrador enfrenta una dura polarización frente a lo que se ha llamado: “La Primavera del Feminismo en México».
Los desencuentros entre el mandatario y los grupos feministas trascendieron las esferas políticas para calar en la percepción de una sociedad donde las mujeres son el blanco de la violencia.
Con estadísticas escalofriantes, donde cada 10 minutos se reporta el ataque violento a una mujer, se encendió la alerta de los feminicidios que se cuentan por decenas en todo el territorio nacional.
Frente a estos, el Presidente AMLO decidió minimizar las denuncias de mujeres y aplicar una política de invisibilidad, donde el género ha sido prácticamente borrado de la agenda nacional.
El país vive momentos de ebullición feminista, no sólo con la irrupción de colectivos que han logrado agrupar a miles de mujeres con una sola consigna: Frenar la violencia y los feminicidios en un país que hoy luce tintes patriarcales.
Agrupaciones como Brujas del Mar, Las Constituyentes MX, Nosotras tenemos otros datos, Mujeres de Sal entre otros, forman la primera línea de contención en la redes sociales, desde donde denuncian, acompañan y exhiben los excesos de violencia en diferentes sectores del país.
Un violador será Gobernador
En los últimos meses, México ha experimentado un boomerang de denuncias que rebasaron lo que fue el #MeToo para darle rostro y nombre a los acosadores y a las denunciantes.
Políticos, actores, músicos, científicos, de todo ha desfilado en la larga lista de denuncias de mujeres que hoy se atreven a señalar directamente a sus agresores.
La polarización entre el Presidente AMLO y las mujeres halló su máximo punto de confrontación con la postulación del político morenista Félix Salgado Macedonio quien acumula denuncias por violaciones y acoso.
Pese a esto, el ex senador goza de la amistad presidencial y del apoyo de los liderazgos políticos de su partido, para ser casi el seguro ganador de las próximas elecciones gubernamentales en el estado de Guerrero.
Los retales de puño morado
Atrincherado en su Palacio Nacional, el Presidente Andrés Manuel López Obrador preparó su antifaz para cubrirse los ojos y los tapones de oídos para ignorar las voces de miles de mujeres que el pasado 8 de marzo se lanzaron a la plancha del zócalo capitalino.
Ellas salieron a las calles para visibilizar la otra pandemia, la de la violencia, la de las muertes y la de la impunidad gestada no sólo desde los grupos criminales, sino también desde el propio gobierno.
Barricadas, vallas, cadenas resguardaron el recinto oficial de un gobierno que ha dado cátedra de indolencia e intolerancia frente a las miles de protestas y consignas de mujeres que han gritado: “Nos están matando”.
La arenga surtió un efecto inverso, sobre todo cuando el primer gobierno izquierdista en México tiene como principal política de género, revictimizar a aquellas que denuncian acoso, violencia o la muerte de más mujeres.
Hace un año, las mujeres vaciaron a un país con: “Un día sin nosotras”.
Este año, el coraje, la impotencia, las ganas de gritarle al que se resguardó en su balcón, estuvieron al rojo vivo.
Como un símil del muro fronterizo que tanto golpea a esta nacionalidad hoy vulnerada por la ignominia, las vallas que cercaron al Palacio Nacional se convirtieron en pocas horas en los mejores muros para que cientos de mujeres escribieran los nombres de las otras, las que han perdido la vida a manos de sus violentadores y de las que han desaparecido en un México donde primero se protege a los monumentos por encima de la vida de mujeres.
En este país, diariamente 10 mujeres pierden la vida víctimas de feminicidios.
El 99.7% de los delitos de violencia contra las mujeres, no se denuncian.
Cuatro de cada 10 mujeres mayores de 18 años fueron víctimas de actos como hostigamiento, acoso sexual, abuso sexual y violación.
El primer trimestre de 2020, en plena emergencia sanitaria por la pandemia de Covid-19, fue el más violento para las mujeres en México con 969 feminicidios.
Las Mujeres de AMLO
Resultaron ser las mejores “Adelitas” amordazadas y pulverizadas por la mano patriarcal del Presidente Andrés Manuel López Obrador.
Aquellas que en la campaña presidencial, dijeron haber roto estereotipos, se acercaban a mujeres víctimas de violencia, estrechaban manos, prometían y hablaban de equidad, feminismo, sororidad. Ahora están calladas y hundidas en el silencio cómplice que evidencia lo que el poder desde las cúpulas es capaz de maniobrar para meter al orden a sus propias militantes y simpatizantes, “las morenas”.
La primera pregunta que viene a mi mente es ¿dónde quedó la primera feminista de este país? La misma que en reuniones con mujeres regiomontanas prometía escuchar y abrir los canales de comunicación para las mujeres en México?
¿Dónde está esa figura que en su primer discursos de campaña dijo que en este país, no habría Primera Dama porque en México no había mujeres de primera y de segunda.
Hoy Beatriz Gutiérrez, esposa del Presidente, se ampara en los silencios de sus libros e historias. Mira al costado en la comodidad de un limbo desde donde ataca a los medios, descalifica a sus críticos o exige la censura en redes sociales cuando se trata de frenar las embestidas y opiniones encontradas sobre su desempeño.
La invisibilidad de la violencia de género en México alcanza sus máximos niveles cuando el mismo Presidente Andrés Manuel López Obrador descalifica las protestas de mujeres que le exigen #FrenarElPacto y escuchar las voces de protesta ante el riesgo de que un violentador llegue a ser gobernador de Guerrero.
Estas son las voces de las morenas en México, mujeres que ojalá se atrevan a romper los pactos y no doblen los brazos frente al poder de un gobierno que ha hecho de la misoginia, una nueva forma de mirar a la política de género en el país.
Ruby Soriano es Consultora y estratega en comunicación política, gubernamental, campañas electorales y marca personal. Directora de Mediatikos Consulting (@rubysoriano)