Primarias laboristas: ¿Hacia un «Corbynismo» post Corbyn?

EDUARDO TENA SANZ

Es uno de los partidos políticos con más afiliados del continente, que además ha logrado incrementar su militancia en los últimos años y ha sido capaz de obtener algunos de los mejores resultados electorales de la socialdemocracia europea en la última década. El laborismo británico se encuentra sumido, sin embargo, en una profunda crisis. Una crisis cuyo detonante último ha sido la derrota electoral del pasado mes de diciembre, pero que hunde sus raíces mucho más atrás, como mínimo desde la llegada al liderazgo del partido de Jeremy Corbyn (algunos dirían que desde la invención de aquella fórmula llamada “tercera vía”, desarrollada en lo teórico por el sociólogo Anthony Giddens y llevada a la práctica por Tony Blair, que supuso, de facto, la partición del partido en dos almas, no necesariamente igualadas en fuerzas).

Por escoger un punto de consenso, podríamos encontrar el origen de la situación actual en la reforma del sistema de elección interna llevada a cabo en 2014. En esta se apostaba por un mayor peso de los afiliados, frente al tradicional equilibrio entre estos, los miembros del grupo parlamentario y las organizaciones sindicales. Esta reforma supuso una menor influencia tanto del aparato del partido, como de organizaciones intermedias (1), favoreciendo la llegada al liderazgo de un candidato como Corbyn, cuyas posibilidades de éxito con el anterior sistema de votación habrían sido prácticamente nulas.

Si atendemos a las tesis de John D. May (2), se concluye que, de manera general, las bases de un partido (afiliados) se caracterizan por un carácter ideológico más marcado (o radical) que sus votantes (ya que, precisamente por formar parte de una formación política, su politización es mayor que la del ciudadano común). Esto debe conjugarse con lo expuesto por Bernard Manin (3) sobre el paso de la democracia de partidos a la democracia de audiencias, y su sacralización del candidato en detrimento del partido, primando al buen comunicador capaz de llegar a las capas más amplias posibles de votantes.

El dilema entre candidatos radicales/de principios y moderados, considerados más competentes en la arena electoral, no es nuevo. Como nos mostraba Peter Mair en Gobernando el vacío, a través de ejemplos como los de Tony Blair (en su disputa interna frente a Gordon Brown) o Gerhard Schröder (frente a Oskar Lafontaine); es fácil encontrar el hilo que une estas experiencias de finales del siglo XX con la actual pugna entre Joe Biden y Bernie Sanders por la candidatura demócrata.

La diferencia trascendental es que, mientras en el pasado los aparatos de los partidos tenían un control mucho mayor sobre las elecciones internas, pudiendo imponer a candidatos moderados, actualmente la mayor influencia de las bases, que no suelen tener tan en cuenta este criterio, primaría los principios ideológicos sobre la viabilidad electoral.

De esta revuelta de las bases contra el aparato hemos encontrado numerosos ejemplos en los últimos años, de la derrota de Nicolas Sarkozy en las primarias de Los Republicanos, o la de Manuel Valls en el PSF; a las victorias de Pedro Sánchez en el PSOE, de Donald Trump en el Partido Republicano, o del propio Corbyn en 2015.

Así pues, ¿qué puede esperarse de las nuevas primarias laboristas? La incógnita resulta relevante, ya que, teniendo en cuenta las dimensiones de la derrota de Corbyn en las pasadas elecciones generales (4), se ha abierto nuevamente (si es que alguna vez se cerró) el debate sobre la estrategia a adoptar en un futuro por el Partido Laborista. Insistir en la vía “corbynista” reemplazando al propio Corbyn por un candidato (o candidata) de perfil menos denostado; o plantear una enmienda, mayor o menor, a la etapa de dirigencia del actual líder y sus posiciones ideológicas/programáticas.

¿Qué vemos por ahora? La cuestión es que el sistema de elección interna sigue siendo el mismo que dio la victoria a Corbyn en 2015 y 2016 (al igual que la mayoría del corpus electoral). Por lo tanto, a los candidatos no debería interesarles demasiado alejarse de su figura (al menos hasta haberse garantizado la victoria en las primarias).

Los tres candidatos que permanecen en liza pertenecen a diferentes corrientes internas dentro del partido (5), pero tanto la candidata “corbynista”, Rebecca Long-Bailey, como el “blairista”, Keir Starmer (que formó parte del “shadow cabinet” de Corbyn como responsable de su propuesta sobre el Brexit), han optado por no desmarcarse del todavía líder. Todo lo contrario que la tercera en la terna, Lisa Nandy, que opta por una fuerte crítica al papel del labour en los últimos años respecto a las zonas de clase trabajadora y del norte del país. El discurso de Nandy, en su crítica al liderazgo de Corbyn (y sus antecesores), sería paradójicamente el más parecido al del sujeto de sus críticas, convirtiéndola en la “outsider” de la competición.

La siguiente pregunta es, por lo tanto, obligada: ¿sigue siendo el “corbynismo” una posición independiente dentro del labour, o se ha convertido en la nueva “religión oficial”? La respuesta la darán los militantes laboristas en los próximos meses.

 

Eduardo Tena Sanz  es politólogo y máster en Comunicación Política por la UAB-MMP e investigador temporal RRP (@edtesanz). 

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Referencias

  1. Para un análisis más profundo sobre el contenido de la reforma del proceso de elección interna del Partido Laborista, véase https://politikon.es/2015/08/24/algunas-claves-para-entender-las-primarias-laboristas/
  2. https://onlinelibrary.wiley.com/doi/abs/10.1111/j.1467-9248.1973.tb01423.x
  3. https://www.alianzaeditorial.es/libro/ensayo/los-principios-del-gobierno-representativo-bernard-manin-9788420629049/
  4. Matizada aquí por un servidor https://medium.com/masquedata/la-dif%C3%ADcil-uni%C3%B3n-en-la-diversidad-db97d5bed9d
  5. Con perfiles bien definidos aquí http://agendapublica.elpais.com/las-tres-tribus-del-laborismo-britanico-cara-a-cara/