¿Por qué a los Gobiernos les interesa la Comunicación Interna?

“¿Por qué a los Gobiernos les interesa la comunicación interna?”. Así planteado, parece un título más propio de un libro ‘marketinero’ que de un texto académico-profesional. Y, sin embargo, este es un libro académico profesional que asume como premisa la hipótesis implícita en la pregunta del título: que la comunicación interna comienza paulatinamente a ser prioridad para los Gobiernos. Sin embargo, esto no ha sido así durante mucho tiempo. Así, en efecto, la comunicación interna era la Cenicienta de los diferentes procesos que engarzados forman una comunicación gubernamental concebida estratégicamente. De manera explícita, en algunos casos, y de manera implícita, en otros, este libro responde a la pregunta de por qué los Gobiernos han considerado a la comunicación interna como una mera herramienta de gestión de la información interna en lugar de considerarla como un elemento clave del liderazgo comunicativo en todo tipo de organismos, pertenezcan al nivel que pertenezcan (locales, regionales o provinciales, nacionales e incluso supranacionales).

Reconocer carácter estratégico a la comunicación interna supone considerarla como el proceso clave para lograr, internamente, coherencia y cohesión entre la misión, la visión y los valores del organismo. Y, externamente, para lograr esa misma coherencia y cohesión entre la identidad, la imagen y la reputación, especialmente en lo referido a la identidad. Pero esto supone que los procesos de comunicación interna abandonen el modelo informacional de la transmisión para pasar el modelo dialogal que conduce al empoderamiento de los colaboradores.

Cuando los colaboradores se sienten legitimados para participar, y participan, se lleva a cabo un proceso de empoderamiento colectivo que redunda en el fortalecimiento de la organización. No hace falta subscribirse a las teorías conspirativas de diversa índole para concluir que una de las razones que explicaban la falta de concepción estratégica de la comunicación interna era el escaso deseo de los Gobiernos por empoderar a sus colaboradores.

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