Pablo Iglesias y el mito del guerrero humilde

ANDRÉS OUVIÑA QUEIRO

Desde hace años, el partido político Podemos ha ido perdiendo paulatinamente apoyo electoral y a la luz de las encuestas, parece que esta tendencia no se va a detener, al menos de momento. A día de hoy, nada queda de la formación política que iba a tomar los cielos por asalto, a cambiar el sistema para hacerlo más justo, y que ponía encima de la mesa un reloj de arena cuya cuenta atrás sigue sonando, tic tac.

Pero, ¿a qué se debe esta pérdida de fuerza en los últimos años por parte de la formación liderada por Iglesias? Es posible que se deba a un buen número de causas, como pueden ser: el cambio de coyuntura socio-económica, la evolución natural del liderazgo de Pedro Sánchez, el exceso de liderazgo de Pablo Iglesias, la desmovilización de una parte de su electorado, o el regreso de votantes de Podemos hacia el PSOE. Pero existe un motivo, que consideramos de una importancia capital, este es, el radical e incoherente cambio del relato de Podemos.

Hoy en día se puede ver como en distintos medios de comunicación a la hora de hablar sobre la actualidad política, muchos periodistas o analistas hablan del “relato”, de hecho, se ha convertido en una expresión bastante común desde hace unos años a esta parte. “Este partido ha modificado su relato”, “esta formación debe cambiar su relato”, “su relato no concuerda con la realidad”. Pero, ¿es tan relevante esto del relato? ¿Tiene algún tipo de influencia en el devenir de un partido político? ¿Influye en lo que los electores perciben a la hora de analizar la realidad política?

Veamos qué es esto del relato y su importancia, y cómo -desde nuestro punto de vista- el marcado cambio en el relato de Podemos ha provocado un acentuado descenso en la credibilidad y, en consecuencia, en el apoyo electoral de esta formación.

El relato -o si se prefiere el término anglosajón, el “storytelling”- es un recurso estratégico y comunicativo cuyo efecto está encaminado a lograr captar la atención de una audiencia concreta. No es un recurso exclusivo de la política, sino que se emplea en numerosos ámbitos, especialmente en el mundo de las ventas, pero siempre con el mismo objetivo, llamar la atención de un público deseado, mantener esa atención y por supuesto, persuadir.

Pues bien, en los últimos años se ha visto como el uso de este recurso ha ido ganando mucho peso en el día a día de la política española, especialmente, tras la aparición de nuevas formaciones políticas y la desaparición de la hegemonía política del bipartidismo. Estas nuevas formaciones políticas trajeron consigo nuevas formas de hacer política y mayor competitividad entre partidos políticos, la cual se vio especialmente reflejada en la forma de comunicar y en el peso de la comunicación en el día a día de una formación política.

Desde un punto de vista político, la forma en la que se comunica es fundamental, ya que de esa comunicación se deriva que tu mensaje llegue de la forma más efectiva, por ello, la comunicación se debe adaptar a los tiempos, y para bien o para mal, hoy nos encontramos en la época de la inmediatez, del ahora y de lo instantáneo. Nos referimos a lo que los expertos llaman la “era de la economía de la atención”, es decir, que la gente tiene tantos estímulos y recibe tanta información, que va a ser complicado que te preste atención más de cinco minutos -y estamos exagerando-, o que ni siquiera pueda recordar muchos de los datos que se le dan. Por ello, el “storytelling” o el relato ha ganado tanta importancia en los últimos años, ya que está enfocado a captar la atención del receptor por medio de una historia emocional y fácil de digerir, una historia llena de sentido o coherencia pero que al mismo tiempo no haga referencia a datos o números sino a las emociones y, como veremos a continuación, al inconsciente colectivo o a claves profundas que generan una reacción en nosotros.

Desde un punto de vista estructural existen tres elementos que caracterizan al relato, que lo hacen llamativo, estimulante, en definitiva, que lo convierten en efectivo. Estos elementos son el mito, el arquetipo y la metáfora. Estas tres características le confieren al relato una dosis de atractivo que una simple explicación o descripción aséptica y fría no pueden conseguir. Los hechos contra el conflicto, los datos contra la épica, es decir, la racionalidad contra el sentimiento. Y en política, al menos hoy en día, la racionalidad no sale muy bien parada, mientras que el sentimiento ocupa cada vez un mayor espacio del mensaje político.

¿Qué entendemos por mito? Podríamos definir los mitos como una concatenación de acontecimientos ideales que proporcionan un aura de épica al relato. Tenemos por ejemplo mitos de la creación u origen, mitos de evolución o cambio, o mitos escatológicos, es decir, del final de los tiempos.

¿Qué entendemos por arquetipos? Cuando hablamos de arquetipos nos referimos a modelos que están arraigados en lo más profundo de nuestro inconsciente colectivo y que transciende a nuestra cultura, civilización y a nuestra educación. Cuando vemos una película, independientemente de la temática, siempre se recurre a arquetipos ya que son fácilmente identificables, por ello a la hora de emplear relatos políticos -especialmente cuando se trabaja la imagen de un líder- siempre se utilizan arquetipos fácilmente identificables.

¿Qué entendemos por metáforas? Las metáforas son muy útiles a la hora de solidificar un relato, ya que facilitan enormemente la comunicación en tanto que te permiten materializar conceptos abstractos y etéreos por medio de imágenes visuales y mundanas, fácilmente visualizables y muy sencillas de recordar.

Dicho esto, ¿qué ha pasado con el relato de Podemos? ¿Simplemente ha cambiado? No, su problema no ha consistido en modificar el relato, todas las formaciones políticas lo hacen en mayor o en menor medida, lo que ha pasado es que, en el caso de la formación morada, su propio relato ha entrado en contradicción con los hechos y se ha convertido en inconsistente e incoherente. Y la incoherencia en política es uno de los pecados capitales. Analicemos pues los pecados narrativos de Podemos.

Podemos y el mito del cambio: Cuando la formación morada nació, una parte significativa de su mensaje giraba en torno al conflicto nosotros contra ellos. El nosotros se identificaba con lo puro, la ciudadanía que agrupada acabaría con el ellos, es decir, la casta. Un conjunto ambiguo pero que agrupaba a todo aquello a lo que la gente debía enfrentarse, que vendría a ser el poder económico y político, el cual trabajaba en contra de los intereses de los ciudadanos de a pie. En este caso se puede ver como el mito se configura alrededor de un conflicto redentor -el bien contra el mal- y a una lucha por convertir a la gente común en dueña de su propio destino.

Pablo Iglesias y el arquetipo del guerrero humilde: Las primeras elecciones en las que Podemos participó fue en las elecciones al Parlamento Europeo del año 2015, algunos recordarán que por aquel entonces el partido de Iglesias carecía de un logotipo identificativo, así que se recurrió a algo mucho más fácilmente identificable, la cara del propio Iglesias, y aunque ciertamente resulta un poco chocante, tenía todo el sentido -a nivel comunicativo- , ya que el propio Iglesias era más reconocido que la formación morada, resultado de su constante participación en tertulias políticas.

Tras esas primeras elecciones al Parlamento Europeo, la formación siguió mostrando una gran dependencia de la figura de Iglesias, al que se representaban como a alguien ajeno al sistema, alguien que venía no solo a cambiar lo que existía, sino a mejorarlo. Vemos aquí la figura del líder que se enfrentaba a todos aquellos cuyos intereses fueran en contra de la ciudadanía. Y es ahí donde el relato encontró un espacio interesante, el arquetipo de un elegido, un hombre solitario -aunque rodeado de las masas- y de orígenes humildes que estaba dispuesto a sacrificarse para alcanzar un bien superior, el bienestar del pueblo.

La metáfora de la batalla: Hoy todos sabemos que Podemos es una formación de izquierdas, pero allá por el año 2015 esto no estaba tan claro, al menos la formación no se identificaba como tal, sino que se identificaban como los de abajo, los que rechazan las puertas giratorias, los privilegios, las mansiones, etc.… Es decir, se identificaban con la gente normal -los oprimidos- y no con una casta privilegiada. En cierta forma sintetizaban por medio de una metáfora -nosotros contra la casta– una doctrina política basada en la lucha de clases, pero sin mencionar esa lucha de clases, puesto que pretendían no ser identificados con una formación política de izquierdas.

Ya han pasado cinco años desde el nacimiento de Podemos, y como la realidad manda, han necesitado cambiar su relato, pero no lo han cambiado de forma natural y acorde a los acontecimientos derivados del devenir de los acontecimientos políticos, sino que la fuerza de los hechos ha provocado una contradicción, y una contradicción que ha impulsado a una buena parte del electorado de Podemos no solo a no votarles, sino a sentir que la formación ha hecho exactamente lo contrario de lo que propugnaba. No puedes cambiar el sistema si te conviertes en parte del sistema, no puedes terminar con los privilegios de la casta si tú también disfrutas de esos privilegios, no puedes terminar con praxis cuestionables si tú también llevas a cabo acciones cuando menos cuestionables, no puedes criticar a otros por sus acciones si tus acciones son las mismas que criticas, y no puedes acabar con ellos si te unes a ellos -permítanme la referencia los fans de Star Wars-.

En definitiva y como hemos dicho más arriba, el relato político tiene cierto nivel de flexibilidad, se puede modificar, se puede cambiar y se puede adaptar a las circunstancias, pero lo que no puede es ser contradictorio ni falto de coherencia, ya que el resultado será una pérdida de credibilidad tanto de la formación política como del líder de la misma.

 

Andrés Ouviña Queiro es politólogo, especializado en comunicación y marketing político, consultoría y campañas electorales (@Queiro_A)