Minority Report y la condición póstuma

MERITXELL BENEDÍ

Just ‘cause you feel it it doesn’t mean is there.

(There, there, Radiohead 2003)

 

Imagine a world with no murder.

Nueva York/Washington DC, año 2054. Departamento de Precrimen.

 

Antes de que San Google supiera la hora a la que vamos al baño y con quién, Philip K. Dick creó a los precogs en 1956. Tres seres mutantes –dos hombres y una mujer– capaces de visualizar los crímenes del futuro. Es decir, algoritmos orgánicos y pretecnológicos que constituyen el núcleo de la prevención del crimen en el Distrito de Columbia. Con este departamento, liderado por John Anderton y concebido por Lamar Burgess, la policía ha reducido la criminalidad a la mínima expresión.

Cuando John Anderton es visualizado como el futuro asesino de un hombre al que ni siquiera conoce, inicia el trayecto en el que intenta dar respuesta a las preguntas que plantea la historia.

Así, ¿cuáles son las preguntas de Minority Report? El eterno (y falso) dilema entre seguridad y libertad. Entre la posibilidad de cambiar el destino. ¿Y cuál es la lectura feminista de Minority Report? Una historia en la que las mujeres casi no tienen voz y, cuando la tienen, recuerdan a Casandra: oráculos que no tienen capacidad de acción.

 

Keep us safe, keep us free.

Después de la caída del muro de Berlín y del 11-S, observamos cómo la administración Bush impuso con relativa facilidad el marco mental que planteaba un (falso) dilema entre seguridad y libertad. George W. Bush y Dick Cheney convencieron a la mayoría de la sociedad estadounidense y a sus aliados europeos que, ante este dilema, la libertad debía ser sacrificada en nombre de la seguridad. El fin de la historia no tenía relato alternativo.

En nuestras sociedades contemporáneas, en una gran metrópolis, concentraciones de diversidades que modifican nuestros paisajes humanos, ¿qué daríamos a cambio de la certeza que nadie puede ejercer la violencia sobre nosotros?

Diecisiete años después del 11-S, sólo desde una mirada crítica se cuestiona el crecimiento exponencial de las cámaras de videovigilancia, la normalización de las escuchas telefónicas, la identificación facial, digital, la cesión gratuita de todos los datos relacionados con nuestras vidas a cuatro grandes empresas. Porque sólo a partir de una mirada crítica se puede identificar como violencia el control social, la identificación de las ideas o de los grupos de personas que cuestionan el sistema. Sólo un voto particular (Minority Report) puede romper los consensos que laminan libertades y ponen en riesgo las sociedades contemporáneas.

En 2054 el Programa de Precrimen tiene la posibilidad de extenderse a todos los Estados Unidos si es aprobado por el Congreso. Y un error del sistema, como la identificación errónea de un asesino, cuestiona desde la base todo el programa.

Pero ¿qué diferencia existe entre lo que tendría que suceder y lo que realmente sucede? Y, ¿qué sucede cuando el sistema se equivoca?

 

You can change the future.

Agatha, la precog, está cansada del futuro. Está cansada de la condición póstuma a la que Marina Garcés se refiere en Nueva ilustración radical (2017), definida como “el tiempo de prórroga que nos damos cuando hemos concebido y aceptado la posibilidad real de nuestro propio final”. Agatha está harta del futuro visto como “la impotencia vinculada a la imposibilidad de ocuparse y de intervenir sobre las propias condiciones de vida”.

En este contexto, la presunción de inocencia pasa a ser presunción de culpabilidad. Como los humanos de 2018, la (pre)tecnología predice su comportamiento.

Y John Anderton, que se ha quedado sin futuro con la visión de los precogs, decide recuperar el futuro. Decide conectar lo que puede hacer con lo que puede suceder. Decide iniciar un trayecto en el que piensa de manera crítica. Cuestiona el sistema, porque le afecta personalmente, físicamente.

Cuestiona el modo en el que se genera el conocimiento, se concluye un hecho no acaecido y se dicta sentencia antes de cometer el crimen. Cuestiona la utopía solucionista en la que la se delega la inteligencia, porque no se confía en la humanidad. Cuestiona la aparente imparcialidad del conocimiento. Cuestiona la naturalización del conocimiento. Cuestiona el pensamiento acrítico. Cuestiona la deserción del pensamiento.

Y actúa. Decide reconectar su ética con la acción futura. Decide transformar su condición de vida. Decide buscar. Decide rearticular las relaciones de poder construidas a partir del conocimiento. Decide habitar el conocimiento. Decide generar conocimiento. Decide emanciparse. Y con ello no sólo decide cambiar su futuro. Decide cambiar el futuro.

El trayecto de John Anderton es el trayecto hacia el conocimiento, hacia el pensamiento crítico, hacia la acción. Es el paradigma de la subversión de la condición póstuma. Es el nuevo ilustrado radical.

Es el trayecto que deberíamos transitar los y las ciudadanas de nuestras sociedades. El trayecto en el que cuestionamos los algoritmos que condicionan nuestro criterio y (re)tomamos las decisiones clave que condicionan nuestras vidas: qué compramos, a quién votamos, a quién concedemos autoridad, a quién amamos. Sólo subvirtiendo la condición póstuma recuperaremos nuestro futuro colectivo.

 

Meritxell Benedí es historiadora (@meritxellbenedi )

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Ver más artículos del monográfico 08: distopias políticas

 

 

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Philip K. Dick, Minority Report, 1956

Marina Garcés, Nueva Ilustración radical, 2017

Steven Spielberg, Minority Report, 2002

“El mundo según Dick Cheney”, El País, 20 de marzo de 2013

https://elpais.com/internacional/2013/03/19/actualidad/1363725431_588165.html