Margaret Thatcher. Housewife superstar

SANDRA BRAVO

Margaret Thatcher. What else? Margaret Thatcher con un abrigo azul eléctrico que recuerda en cierta manera a las azafatas de vuelo, quizá porque supo hacer volar a su país en la dirección que ella deseaba. Una mujer exultante, con los brazos en cruz, recordando al Mesías y a algún cartel electoral de las elecciones catalanas de no hace muchos años. Clásica en las formas, con sus pendientes de perla y su impecable peinado de señora recién salida de la peluquería, pero radical para su época. Mujer entre hombres, en un mundo de hombres y actuando como un hombre. Esta foto lo resume muy bien.

La instantánea pertenece a una reunión del Partido Conservador británico, el 13 de octubre de 1989, en Blackpool. Algunos de los asistentes a la reunión aplauden y ovacionan a su todavía primera ministra. Lo hacen desde detrás, en un plano secundario, donde sin duda se encontraban. Margaret Thatcher lideraba con mano férrea su país y no le temblaba la voz ni el pulso a la hora de criticar el comunismo e imponer políticas liberales de lo más agresivas. No por casualidad se ganó el apelativo de Dama de Hierro.

We are the right team for Britain’s future, aseguró Thatcher aquel día. Pero, ¿realmente lo eran? Volvamos a la foto y recordemos la fecha en que se hizo: 13 de octubre de 1989, poco más de un año antes de su dimisión, un 28 de noviembre de 1990. Además, a finales de 1989, el Partido Conservador realizó una primarias en las que, a pesar de ganar ampliamente, el liderazgo de Thatcher comenzó a ser cuestionado. Ni su política económica ni su fervor antieuropeo gustaban ya entre los suyos.

La fotografía nos da muestra de ello. Fijémonos en los dos hombrecillos que quedan detrás de Margaret Thatcher en el extremo derecho de la fotografía. El más alto tiene la mirada distraída y una expresión neutra. El que se sitúa justo delante de él no parece demasiado pletórico y sus manos le delatan: aplaude por obligación. Además, cabría preguntarse cuántas de esas sonrisas profident son realmente de admiración o si más bien esconden una actitud falsa e hipócrita de puñalada por la espada. La misma Margaret Thatcher, de hecho, no dudó en calificar su expulsión en 1990 como una traición.

De Margaret Thatcher se han dicho ya muchas cosas. Resulta difícil ser original. Sin ánimo de serlo recordaré que uno de los atributos que más se ha destacado de ella es su condición de mujer. Supongo que nadie duda de que realmente lo fuera, pero en aquel entonces –y todavía hoy– sorprende que una mujer –ese sexo débil y ñoño que quita el polvo en casa y pone la lavadora– pueda liderar un país.

La actriz Meryl Streep, que encarnó a la exprimera ministra británica en Iron Lady, dijo en un comunicado de condolencias tras su muerte: “Para mí, es una persona que asombró por su fortaleza personal y coraje. Por haberle dado a las mujeres y niñas del mundo razones para suplantar las fantasías de ser princesas por un sueño diferente: la opción real de liderar su nación. Esto fue trascendental y admirable [1]”. Visto así, parece que a una hasta se le olvida que quizá Margaret Thatcher no fuera precisamente una hermanita de la caridad y que su liderazgo sirvió para implantar políticas liberales con un elevado coste social –ese eufemismo económico que viene a decir que los más vulnerables las pasaron canutas–.

Me gustaría analizar el binomio que Meryl Streep nos plantea: princesa vs. Margaret Thatcher (inserte usted aquí un sinónimo descriptivo a su gusto) [2].  Una de esas opciones (princesa) es la mala, la débil, la que nos inculcó Walt Disney y a la que debemos renunciar para substituirla por otra bien diferente, pero mucho más actual; ¡dónde va a parar! (la Dama de Hierro). Es decir, se nos aleja de un estereotipo limitante y criticable –como todos los estereotipos– para conducirnos a una imagen, como mínimo, masculina de la mujer. ¿Realmente esa es la alternativa? Siento entrar en este debate tan manido, pero es que siempre me repito la misma pregunta: ¿por qué todas las mujeres en el poder actúan y se comportan como hombres? ¿Cuándo podremos ganarnos un poquito de credibilidad y ser vistas como lideresas sin renunciar a nuestra esencia?

Quisimos tener sus mismos derechos, hacernos un hueco en su mundo, y optamos por imitarles. El mundo de los hombres es el de los negocios, los cargos directivos, los puestos de responsabilidad, la alta esfera política… Es un lugar competitivo, árido, cargado de testosterona. En él debemos mostrarnos frías, inteligentes, decididas e incluso impasibles. Pero por otro lado la publicidad, la moda, el cine –incluyendo esas películas de Walt Disney que protagonizan princesas enamoradas– nos exigen cumplir a rajatabla un canon de belleza estanco propio de nuestro mundo. En él debemos ser siempre guapas, delgadas, sensuales, dulces y sumisas, a la par que sexualmente activas y complacientes.

La mujer que sin partirse en dos intente aunar estas dos facetas será acusada de bruja o de impostora, ya que una mujer que despliega abiertamente toda su belleza y atractivo femenino tiende a ser etiquetada de poco inteligente, una especie de Barbie que utiliza sus atributos físicos para ganarse cualquier cosa que no puede conseguir de otra manera. Por suerte, como en toda regla, siempre hay excepciones, y no todo el mundo se cree este estúpido tópico. Aún así, actualmente todavía vemos muchos ejemplos de esta “sospecha” de la feminidad. En el campo de la política, Christina Fernández de Kirchner se lamentaba al respecto: “¿Debería acaso vestir como una pordiosera para ser una buena líder política? [3]” Quizá ahora que le acaban de arrebatar la presidencia de Argentina pueda seguir mostrando su coquetería sin ser cuestionada por ello.

Dejando de lado este debate y a estas alturas del artículo, os preguntaréis a qué responde el titular del mismo. Pues bien… el término no es mío. Lo leí en un artículo de Germaine Greer en The Guardian [4] y me encantó. Además, como pensé que el titular debía resumir la esencia de la fotografía –más que toda la paja que yo pudiera añadir–, me pareció que le iba como anillo al dedo. Si sacáramos a Margaret Thatcher de contexto y la pusiéramos en alguna calle de Pedralbes, no desentonaría nada con las mujeres de su edad que pudieran pasear por allí. Pero ella tenía un superpoder que le permitía no sólo sobrevivir sino destacar en un mundo hecho por y para hombres. La pregunta es: ¿cuál fue su secreto? ¿Consiguió quizá llegar donde llegó a costa de renunciar a uno de los rasgos que más se destaca de ella: su condición de mujer? Júzguenlo ustedes mismos.

[1] Margaret Thatcher Foundation. Speech to Conservative Party Conference. [en línea]. [Consulta: noviembre 2015]. Disponible en: http://www.margaretthatcher.org/document/107789
[2] REDACCIÓN. Meryl Streep expresa su admiración por la "Dama de Hierro" que interpretó. Reuters [en línea]. 8/4/2013 [Consulta: noviembre 2015]. Disponible en: http://es.reuters.com/article/entertainmentNews/idESMAE93705W20130408
[3] STURCKE, James. The art of the possible. The Guardian [en línea]. 29/10/2007. [Consulta: noviembre 2015]. Disponible en: http://www.guardian.co.uk/world/2007/oct/29/argentina.jamessturcke
[4] GREER, Germaine. The makking of Maggie. The Guardian [en línea] . 11/4/2009 [Consulta: noviembre 2015] . Disponible en: http://www.theguardian.com/politics/2009/apr/11/germaine-greer-margaret-thatcher-anniversary

 

Sandra Bravo es Asesora de Comunicación (@Sandra_BI)

Publicado en Beerderberg

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