Los sofistas y la política

JAVIER PÉREZ VALLADARES

Es realmente sorprendente como no oímos hablar más a menudo de Sócrates, Protágoras o Gorgias, entre otros sabios, que tanto han aportado a nuestro panorama político actual y que en definitiva, eran llamados sofistas. Además de ser un capítulo en nuestro viejo libro de filosofía, estos señores y el resto de sofistas, eran pensadores y maestros de retórica, en los siglos V y IV a.C. y fueron además, los que concibieron muchas de las herramientas y técnicas que hoy utilizan nuestros queridos políticos actuales.

Entre los sofistas también existían conflictos intelectuales, disputas y desacuerdos, que resolvían mediante discursos, debatiendo y en definitiva, haciendo política. Y fuera de lo que pudiéramos pensar, es trascendente para el lector conocer este punto, pues todos los que estudiamos y trabajamos en comunicación política, nos nutrimos del conocimiento que nos dejaron los ganadores de dichos conflictos.

Por un lado, Sócrates, por ejemplo, mantenía una posición firme en defender que las conversaciones, debates y discursos son inútiles si no sirven para trascender y encontrar una verdad. Y en su contra, los sofistas opinaban que las argumentaciones únicamente deben estar al servicio del orador, y de esta manera, conseguir convencer a sus oyentes.

¿Quiénes ganaron dicho conflicto conceptual? Ciertamente Sócrates acabó sentenciado a muerte por sus ideas (oponerse a Critias y su tiranía) y los sofistas continuaron asesorando políticos en Atenas. Y aunque han pasado muchos cientos de años desde entonces, el objetivo de los sofistas, que no era otro que el de persuadir mediante argucias argumentativas y utilizar razonamientos incorrectos (llamados también “falacias”), con el fin de emocionar a su audiencia. Su discurso buscaba crear consenso democrático y fundar la ley en la ciudad.

Seguramente esto ya le es más familiar al lector. Es posible que ahora esté pensando… “¿pero qué ha llegado de todo aquello a nuestra actualidad?” Y sí, efectivamente, toda la metodología que pusieron en práctica los sofistas en el pasado, es aplicable en nuestro presente. Sorprendente, verdad?

Obviamente, a la aportación de los sofistas, con el paso del tiempo, se han ido incorporando otros conocimientos y técnicas más sofisticadas, de diferentes ámbitos y sectores (PNL, publicidad, neurociencia, etc.) concluyendo en lo que hoy conocemos como “comunicación política”.

Pero la esencia de tan basto conocimiento viene de ellos. Y es que fueron los sofistas, los que entendieron desde el principio que las emociones son esenciales en la comunicación, por ejemplo. Esto hoy, se enseña en las aulas.

En el ámbito de las ventas, se forma a los comerciales y vendedores explicando que el proceso de compra, en sus clientes, es el siguiente: siente, actúa (compra) y luego razona (para justificar los motivos de su compra). Esto es actualidad y en cambio los sofistas ya lo ponían en práctica, entonces.

El motivo de haber tardado tanto tiempo en aplicar sus enseñanzas no está claro. Puede haber sido el prejuicio generalizado que opina que la humanidad prospera y mejora en cada generación y que los conocimientos más exactos, son los actuales y no hay necesidad de mirar al pasado. También puede ser por un exceso de valoración en el papel que juega la razón en las personas. En cualquier caso, hoy miramos atrás, con el objeto de ampliar nuestro conocimiento, gracias a aquellos maestros y sabios.

Y es que no sólo se ha puesto en práctica la sabiduría de los sofistas, sino también su ocupación. Aquellos sofistas de hace 2500 años que aconsejaban a políticos y gobernantes, hoy los llamamos “asesores políticos”. No es casualidad que en la actualidad, nuestros líderes prioricen tener una buena imagen y un discurso emotivo, a realizar actos auténticos por la comunidad o explicar ordenadamente, y con detalle, la totalidad de las acciones realizadas por su partido. Hacer sentir y emocionar es más efectivo que hacer razonar o informar, en la gran mayoría de ocasiones.

Un ejemplo de esto lo vemos en las elecciones. Cuando se da la circunstancia y un candidato que va segundo quiere optar por reducir distancia con el primero (porque tiene opciones de superarle), ¿qué considera el lector que debería hacer, siguiendo la manera de pensar de los sofistas? Una de las estrategias a seguir, según estos, sería la de expresar públicamente “trapos sucios” del oponente. Esto, lejos de ser un acto pueril o visceral como pudiera parecer a simple vista, obedece a una técnica audaz y efectiva que utiliza la lógica mal empleada en la cabeza de los votantes, en favor del candidato que va segundo.

Y cuando hablamos de “trapos sucios” hablamos simplemente de descubrir cualquier cosa que pueda entenderse como negativa. Seguramente no se encontrará más que alguna foto donde el candidato oponente aparezca bajos los efectos del alcohol o riñendo con su esposa o una información donde se compruebe que antes era mal estudiante.

Para los sofistas es suficiente. Esta información se amplifica con un discurso y un argumentario adecuado, utilizando además redes sociales y creando las suficientes opiniones al respecto. Hecho esto, toca esperar que haga efecto.

El proceso por lo que funciona esto es sencillo. Si se generan suficientes opiniones en las redes, ocurre un fenómeno en los votantes potenciales y que se asienta en un mal razonamiento, también llamado falacia. ¿Cuál es? La denominada falacia “ex populo”, que apela a la opinión de la mayoría para indicar que algo es cierto. Aunque no tiene porqué serlo, ¿estamos de acuerdo?

Esta artimaña del candidato, posee también una segunda falacia incorporada y que se llama “ad hominem”, la cual persigue atacar al candidato, en lugar de los argumentos que sostiene.
Razonamiento, lógica, sentimientos, … quizás desde los sofistas, nunca antes había sido tan analizado y puesto en práctica. La comunicación política, la publicidad y los RRHH actuales se nutren de este basto saber antiguo.

Si las maneras y los asesores, que utilizan nuestros gobernantes, siguen la estela que dejaron los sofistas, podemos afirmar que son estos los que continúan, en la actualidad, ejerciendo el liderazgo social.

Cuando Sócrates dijo “no puedo enseñar a nadie, sólo los puedo hacer pensar”, ¿estaría dejando de lado las emociones en favor de la razón? ¿Sería ésta una de las razones por las que las enseñanzas de los sofistas, más centradas en hacer sentir, calaron mejor en la política?

Y de esta manera, acabo el artículo tal y como Sócrates empezaba sus ensayos, con preguntas para el interlocutor, que en este caso, es nuestro estimado lector. Saludos cordiales.

 

Javier Pérez Valladares es empresario, escritor y asesor de políticos, en Latinoamérica (@JavierPerezVa)