José Luis Orihuela es profesor universitario, conferenciante y escritor. Como Doctor en Ciencias de la Información, imparte clases en la Facultad de Comunicación de la Universidad de Navarra, en la cual estudia el impacto de la innovación tecnológica en los medios y los modos de comunicación. Es autor de Los medios después de internet, Mundo Twitter y La revolución de los blogs. En el blog eCuaderno (ecuaderno.com) plasma sus ideas y planteamientos sobre la tecnología y su influencia en los medios.. (@jlori)
Entrevistado por Carlos Magariño
¿Qué papel tienen las redes sociales para explicar la creciente desconfianza de la ciudadanía hacia la política y las instituciones? ¿Qué herramientas nos proporcionan los medios tecnológicos para revertir esa tendencia?
La crisis de confianza que rodea a la clase política y a los estamentos del gobierno no está generada por las redes sociales sino por la corrupción, el cortoplacismo, el partidismo y la manifiesta ineficacia de los partidos y del gobierno para resolver los problemas reales de los ciudadanos.
Las redes funcionan como un altavoz del descontento popular y como una correa de transmisión de los eslóganes oficiales de los diversos actores y, en ese sentido, evidencian la inexistencia de una actitud conversacional.
Cuando el poder no permite preguntas en las ruedas de prensa o solo usa las redes para hacer propaganda o para resolver rencillas tácticas con sus oponentes, entonces se le están sustrayendo debates esenciales a la ciudadanía. No resulta extraña, por tanto, la crisis reputacional de la política, pero se trata de un problema que no tiene soluciones tecnológicas.
Hablemos de Twitter, la red política por excelencia. ¿Cree que existe la problemática dentro de la élite política de prestar demasiada atención a los debates y las tendencias que cada día aparecen en ella? ¿Es bueno para la democracia que tweets o trending topics puedan acabar influenciando políticas públicas reales?
La red política por excelencia debería ser el parlamento, no una plataforma tecnológica privada de San Francisco. Los políticos y los periodistas han convertido a Twitter en un monstruo fuera de control que amenaza la calidad de la vida democrática y privatiza espacios de conversación que deberían seguir siendo públicos.
Twitter es un complejo mecanismo de influencia que funciona desde el poder, desde la oposición, desde los medios y desde las bases, pero su funcionamiento como red acaba constituyendo un baipás de los mecanismos institucionales de influencia establecidos por las democracias.
La necesidad de inmediatez es una de las bases sobre las que se sostiene la actual sociedad tecnológica. ¿Es un peligro que se instale en la política la necesidad de proporcionar a la sociedad movimiento continuo, alicientes recurrentes para captar su atención dispersa?
La aceleración de los ritmos vitales de nuestras sociedades es una consecuencia de la hiperconectividad y ya forma parte de nuestro entorno. Ahora de lo que se trata no es de demonizar a la tecnología ni de pretender un retroceso imposible a etapas anteriores, sino de establecer mecanismos de compensación para que la velocidad no altere la calidad de los procesos de toma de decisiones en todos los niveles de nuestra vida, también en el ámbito político y periodístico. No podemos seguir funcionando a golpe de mensajes instantáneos o de tuits, por más virales que sean o se fabriquen.
¿Qué herramientas tienen las instituciones para mejorar su reputación y así su legitimidad ante la ciudadanía?
Hay que insistir en que los grandes problemas políticos, económicos, educativos o sociales no tienen soluciones tecnológicas. Hay que dejar de percibir a la tecnología como un conjunto de soluciones mágicas para problemas complejos.
Para mejorar la reputación, de cualquier organización, en primer lugar hay que obrar bien y en segundo lugar hay que comunicarlo con eficacia. La transparencia, facilitada por la tecnología, es una buena prueba de optimización institucional.
¿Los partidos políticos españoles utilizan de manera correcta y eficaz las redes sociales?¿Cuáles serían las grandes áreas de mejora?
Los partidos políticos españoles están utilizando las redes sociales para intercambiar consignas. No están hablando entre ellos, ni con los periodistas, ni con los ciudadanos. Hay terror a la conversación porque hay muy poco pensamiento propio y demasiado argumentario táctico.
En cualquier caso, hay que recuperar el parlamento como espacio para el debate público, así como las ruedas de prensa y los debates televisivos ante periodistas.
¿Estima necesario que las propias redes sociales impongan filtros y limitaciones sobre el contenido que se publica en las mismas? Fake news o discursos de odio serían ejemplos. ¿Cuál sería el peligro de aplicar estos filtros?
Las redes sociales ya tienen reglas sobre el contenido que publican sus usuarios, solo que los usuarios no se las han leído. También es cierto que esas reglas han ido evolucionando con las propias plataformas, ya que inicialmente las empresas que las gestionaban pretendieron desmarcarse de su carácter de “media companies” alegando ser solo plataformas tecnológicas.
Los compases finales de la presidencia de Trump, por ejemplo, demostraron a las plataformas sociales que no podían desentenderse del contenido publicado por los líderes políticos y comenzaron a etiquetar sus mensajes y aplicar sistemas de filtrado.
El escenario actual reviste un gran complejidad porque las plataformas tecnológicas no son directamente equiparables a “media companies” (cuyos procesos editoriales son, precisamente, su modo de aportar valor), pero tampoco pueden ser consideradas “common carriers”, ya que no pueden desligarse de los impactos de todo tipo que provocan los contenidos publicados en ellas.
Seguramente, necesitamos nuevos sistemas de control que no deriven en censura, que garanticen la libertad de expresión y que dificulten la circulación masiva de mentiras, manipulaciones y otras patologías de la información.
La experiencia de las organizaciones de “fact-checking” frente a la desinformación puede alumbrar caminos hacia las nuevas instituciones que necesitamos para gobernar la bestia que hemos creado entre todos y que, a diario, seguimos alimentando.
Entrevista realizada por Carlos Magariño, estudiante de Ciencias Políticas en la Universidad Pompeu Fabra. Miembro del espacio La Cúpula (@cmagfer)
Foto: https://www.flickr.com/photos/ecuaderno/51004776458/
Crédito de la foto: Manuel Castells/UNAV, 2021