XAVIER PEYTIBI
El 4 de enero de 1964 sucedió algo histórico y extraordinario: el Papa Pablo VI viajó a Tierra Santa. Por primera vez en 160 años un pontífice abandonaba su minúsculo país para realizar una visita fuera del Vaticano y fuera de Italia. De hecho, eso solo había ocurrido antes dos veces en la milenaria historia de la iglesia católica: Pío VI viajando en 1782 a Viena y Pío VII en 1804 a París para la coronación de Napoleón. Esa fue la última vez en más de siglo y medio. Los pontífices jamás volvieron a salir del Vaticano hasta 1929 (para “viajar” a Roma), y fuera de Roma –y no muy lejos, siempre dentro de Italia- sólo a partir de 1962 con Juan XXIII.
El anuncio del viaje de Pablo VI, elegido Papa seis meses antes, se hizo público el 4 de diciembre de 1963, justo un mes antes del histórico evento, durante el discurso final del pontífice en la segunda sesión del Concilio Vaticano II. Sin embargo, Pablo VI no iba en calidad de jefe de Estado porque no había sido invitado oficialmente por el gobierno del Estado de Israel, con el que la Santa Sede ni siquiera mantenía relaciones diplomáticas. De hecho, de Roma voló directamente a Amman, la capital de Jordania, desde donde se trasladó hasta territorio israelí. Aun así, tanto el rey Hussein como el presidente Zalman Shazar lo recibieron con todos los honores. A su llegada a Amman, además, el Papa realizó lo que luego se convirtió en costumbre con Juan Pablo II: besar el suelo al llegar.
Pablo VI iniciaría también así la costumbre de viajar fuera del Vaticano y fuera de Italia. Él mismo lo hizo a 19 países más, por lo que fue denominado entonces “el Papa peregrino”. Fue el primero en viajar en avión y el primero en visitar América, África, Oceanía y Asia como Papa. Realizó, de media, un viaje cada 276 días de papado.
Después de su muerte, Juan Pablo I ascendió al trono de San Pedro, pero no hizo ningún viaje, ya que no tuvo -literalmente- tiempo, muriendo a los pocos meses. Le siguió Juan Pablo II, que hizo de los viajes una de sus más recordadas iniciativas, recorriendo todo el planeta y llegando, en su pontificado, a 129 países. El “Papa viajero” fue otro de sus sobrenombres, y es recordado por ello y por besar el suelo del territorio donde llegaba, una imagen ya icónica de los años ochenta y noventa del s. XX.
La visita a esos 129 países tenía -y tiene- por objetivo expandir o consolidar el catolicismo (por ejemplo las constantes visitas a países de Sudamérica en los años recientes -donde existen más católicos y para evitar la extensión de iglesias evangélicas, o a países con grandes minorías católicas), pero también de viajes políticos (o geopolíticos). Un buen ejemplo de ello es el primer viaje de Juan Pablo II a la Polonia comunista de 1979 que –se dice– dio origen al sindicato Solidarnosc.
De hecho, los numerosos viajes de este Papa a la Europa del Este durante la década de los ochenta fueron, en opinión de Mijail Gorbachov, detonantes de las nuevas revoluciones internas que finalmente dieron lugar a la caída del muro de Berlín. En sus palabras: “Todo lo que ocurrió en Europa oriental no habría sucedido sin la presencia de este Papa, sin el gran papel —también político— que ha sabido jugar en la escena mundial”.
Juan Pablo II repitió, además, en numerosas ocasiones: nueve visitas a Polonia, siete visitas a Estados Unidos y a Francia (incluyendo una visita a Reunión), cinco visitas a México y España, cuatro visitas a Brasil, Portugal y Suiza, tres visitas a Alemania, Austria, Canadá, Costa de Marfil, Croacia, República Dominicana, Guatemala, Kenia y Malta… En sus 26 años, 5 meses y 17 días de papado, equivalía a un nuevo viaje fuera de Italia cada 74 días. Todo un récord que dejaba al “Papa peregrino” en mero aficionado, ante este gran “Papa viajero”.
Su muerte, en abril de 2005, no significó el final de los viajes, pero sí un relajamiento. Benedicto XVI realizó 25 viajes fuera de Italia (a 21 países), lo que equivale a un viaje cada 115 días (fue Papa durante 2.872 días). De todos esos países, sólo pudo “inaugurar” los viajes papales a Chipre. El resto de países ya los había inaugurado su antecesor. Destacan sus tres viajes a Alemania y los tres a España.
Su sucesor, el Papa Francisco, llegó al papado en marzo de 2013. Desde entonces, en 2.098 días, 42 países visitados, ninguno de ellos repetido (aunque en 2019 se prevé que lo haga, volviendo a Panamá por la JMJ). Eso equivale a un viaje internacional cada 49 días. Y eso, aunque no lo diga nadie, ni se comunique, sí es un verdadero récord que deja al “Papa viajero” en tan sólo un turista. Y es algo que sorprende, por desconocido, y también una muestra de la energía e interés del actual Papa.
Como únicas “novedades” de Francisco están sus viajes a Myanmar, Emiratos Árabes Unidos y a la República de Macedonia, y como destacable, su viaje a Cuba en 2015, justo después de que la Santa Sede intercediera entre los Castro y Estados Unidos para terminar con el bloqueo. También fue importante y simbólica su visita a Palestina, después del inicio de relaciones diplomáticas del Vaticano con este territorio.
En resumen, en casi 55 años, viajes a 140 países, para extender el catolicismo, consolidarlo, o como interés geopolítico. Porque ningún viaje, ninguna visita, suele ser un mero trámite. Siempre hay algo detrás: interés evangélico, interés geopolítico o interés simbólico. O las tres cosas.
Por eso hay algunos datos curiosos después de haber analizado cada uno de los casi 300 viajes:
- Se han realizado 296 viajes papales fuera de Italia, a 140 países.
- Polonia es el lugar con más visitas papales (11). Importantes los viajes de Juan Pablo II (9), que hacen decantar la balanza. Aún así, el país ha sido visitado por tres de los cuatro papas “viajeros”.
- Estados Unidos es un país básico en la geopolítica vaticana. Los cuatro papas han ido allí un total de 10 veces en estos 55 años.
- Les siguen Francia y España, con 9 y 8 visitas, respectivamente
- México, Alemania y Brasil ha sido visitado por tres de los cuatro papas viajeros (7, 6 y 6 visitas, respectivamente).
- Sólo hay dos países donde todos los papas han ido de visita: Estados Unidos y Turquía. Han ido tres papas a Francia, México, Brasil, Australia, Filipinas, Bangladesh, Uganda, Colombia, Portugal, Líbano, Polonia, Jordania e Israel.
- Todos los Papas han ido a sus países de origen, y han ido a menudo. Sólo el actual Papa Francisco no ha ido como tal a Argentina, su país natal.
- Ningún Papa ha ido jamás a Rusia o a China (con el que ni siquiera existen relaciones diplomáticas y no es un país reconocido por el Vaticano, pese a las recientes aperturas entre ambos en septiembre de 2018, como indica Guillem Pursals).
En política, y también en religión, todo cuenta y nada es improvisado. Cada uno de esos viajes tenía una razón, una prioridad, y un objetivo. Que Francisco dejara atrás la tradición de besar el suelo al llegar a cada país no es óbice para observar cómo cada vez son mayores las distancias recorridas, las manos estrechadas, los tuits publicados y las misas ofrecidas en diferentes idiomas. Todo ello hace también de la iglesia un verdadero actor histórico de la diplomacia internacional, en el pasado y en el presente.
Xavier Peytibi es Politólogo. Consultor de comunicación política en Idoegrama. Profesor en diferentes masters. (@xpeytibi)
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