JORDI-EDUARD PERALES
¿Cómo sería un relato distópico sobre nuestro presente y futuro si la escribiera un ingeniero chino? Primero, contextualizado obviamente en la realidad china, y más concretamente en una sociedad aún marcada por los efectos de la Revolución Cultural de los años sesenta. El gran salto adelante y la Revolución cultural de los años sesenta y principios de los setenta representaron un gran trauma, especialmente entre el mundo universitario, tanto chino, como en cierto modo en el occidental. De aquel terremoto nace un mundo, el nuestro o más concretamente, el de la China contemporánea, donde se ha contactado con una civilización alienígena no interesada en tener un contacto pacífico. Y es en este mundo donde la ciencia, la política y la reflexión filosófica en torno al contacto entre civilizaciones se convierten en la Trilogía Memoria del pasado de la Tierra, también llamada como la primera novela El problema de los tres cuerpos.
Este es el marco que nos propone Liu Cixin (刘慈欣, Yangquan, 1963), ingeniero y escritor chino. Un marco que nos es familiar, pero a la vez extraño. Durante mucho tiempo, los contactos entre culturas y entre civilizaciones extraterrestres y sus descripciones han estado muy marcados por una cierta visión occidental, una visión impregnada de misión civilizatoria (Star Trek, Star Wars) o de defensa de la civilización humana ante bárbaros extraterrestres (por mucha tecnología que tuvieran). La visión china, al contrario, no contempla ningún tipo de misión civilizatoria, en línea con el pensamiento dominante en China. Sólo contempla un choque, con probabilidades muy elevadas de destrucción mutua asegurada, como durante la guerra fría.
Esta visión de las civilizaciones extraterrestres fue común en la Unión Soviética, con la novela Solaris de Stanislaw Lem como estandarte. La diferencia es que la visión china, en general, no ahorra autocríticas a la sociedad humana y recalca su multiplicidad. La globalización cultural favorece cada vez más la aparición de marcos mentales diferentes del occidental, con la paradoja, sin embargo, que hay muy poca reciprocidad: la diplomacia cultural y la influencia cultural occidental siempre han sido un campo de batalla que en China se ha tomado muy en serio. La existencia de un ecosistema de redes sociales en internet propias (Weibo, Wechat, Tudou, Meipai) y la prohibición y censura de las redes occidentales hacen que, en la práctica, la ciudadanía china tenga una experiencia paralela al internet occidental.
Fue en este ecosistema donde la trilogía de Liu Cixin despuntó por primera vez. Su visión fuertemente influida por la ciencia (en línea con la recomendación política china de popularizar la ciencia y, en concreto, la ciencia aeroespacial y astronáutica) captó la atención de millones de lectores y le han elevado a la categoría de autor de culto. Dos conceptos con los que trabaja en El problema de los tres cuerpos son especialmente interesantes y lo hacen único: el debate sobre la paradoja de Fermi y su conclusión, los dos axiomas de las civilizaciones cósmicas. Es a partir de estas dos reflexiones que podemos hablar de novelas de sociología o incluso politología cósmica, como la han llamado algunos críticos.
La paradoja de Fermi (también se propone el nombre de Paradoja de Fermi-Hart, por el teórico astrofísico que profundizó en las respuestas) es una paradoja enunciada por el físico italoamericano Enrico Fermi mientras trabajaba en el laboratorio de Los Alamos, que surge de la contradicción entre la posibilidad de que hayan aparecido un gran número de civilizaciones tecnológicamente avanzadas en el universo y el hecho constatado que sólo se conoce civilización en la Tierra. A pesar de que la discusión pueda parecer bizantina, la astrofísica lo ha debatido ampliamente y ha influido en la configuración de las misiones tripuladas y no tripuladas al espacio. El debate (en el mundo de la física, de la sociología y de la estadística) no tiene conclusiones definitivas, aunque una parte bastante importante de los científicos que la han tratado concluyen que el hecho de que la galaxia sea tan antigua, y por tanto se hayan podido desarrollar miles de civilizaciones capaces de viajes interestelares pero ninguno nos haya contactado, significa que en realidad no existen estas civilizaciones desarrolladas. Otra parte de los estudiosos de la xenología (el estudio de la posibilidad de vida extraterrestre) cree posible que tales viajes existan o hayan existido y que por lo tanto debemos continuar esta búsqueda.
Estirando este hilo, El problema de los tres cuerpos plantea que este contacto con una civilización extraterrestre ya se ha producido. El programa “Costa Roja” (el equivalente chino del programa norteamericano existente en la realidad, SETI) consigue contactar con una civilización en el sistema Alpha Centauri pero este contacto expone otra realidad: la hostilidad y la competición por los recursos espaciales también existen en civilizaciones extraterrestres. Una de las protagonistas de la novela, la astrofísica purgada por la revolución cultural, Ye Wenjie, elabora entonces dos axiomas que son el tema central de la trilogía, y que constituyen una novedad en el tratamiento de la paradoja de Fermi, una respuesta desde de la ciencia pero también desde la ciencia ficción.
Los dos axiomas son:
– La necesidad básica de toda civilización es la supervivencia.
– Las civilizaciones crecen y se expanden, pero la materia en el universo se mantiene constante.
Del primer axioma del autor derivan varias tramas a partir de dos asunciones: la cadena de sospechas y la explosión tecnológica. La cadena de sospechas se puede definir como una premisa lógica que hace que una civilización A muy alejada en el espacio (y el tiempo) de una civilización B y por lo tanto incapaz de comunicarse no podrá asegurar que la otra civilización tenga intenciones amistosas u hostiles, y por tanto, asumiendo su supervivencia, tenderá a asumir una actitud hostil. La cadena de sospechas está basada en actitudes humanas entre culturas alejadas y en cierta manera en la teoría de juegos y el dilema del prisionero y se ha llegado a aplicar en políticas de género, por ejemplo.
Es inevitable no ver una cierta metáfora de las relaciones internacionales globales en tiempo de choques “trumpianos” y repliegue nacionalista. El presidente Obama, que es un fan declarado de la trilogía y por extensión del autor, recomendó vivamente su lectura y es fácil adivinar el porqué. China ya está produciendo no sólo la tecnología que nos permite comunicarnos, sino también los códigos científicos y culturales que pueden marcar este siglo. Y según Liu Cixin, los muchos siglos que vendrán.
Jordi-Eduard Perales es politólogo, especializado en estudios de Asia oriental (@jordedu)
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