JOSÉ ANTONIO GIMÉNEZ
Lo poco que cuesta ver a los candidatos hablando de lo divino y lo humano cuando están por detrás en las encuestas y lo difícil que es verlos cuando creen que tienen bien agarrado al electorado. El miedo escénico a cometer un error demuestra que son humanos, pero también que no tienen la seguridad y entereza que requiere un cargo de tanta responsabilidad como el de la presidencia de un país.
Y eso que una entrevista como la de Bertín Osborne, que de tanto jabón –y jamón- puede resultar hasta obscena, no supone ningún riesgo para nadie de los que se sientan en su cocina, salvo que tengan intolerancia al vino o alguna patología social. Extraña, por ello, la ausencia de un Pedro Sánchez que sí buscó al ex cantante cuando quería darse a conocer, pero que ahora rehúye en su posición de candidato líder en las encuestas. A pesar de que, ni siquiera ha comenzado oficialmente la campaña electoral, y que el porcentaje de votantes dubitativos es quizá el más alto de los comicios en democracia. Sirva como ejemplo 2015, cuando más del 40% de los electores no había decidido su voto a un mes de las elecciones, según datos del Centro de Investigación Sociológicas (CIS), cuando aún tenía algo de credibilidad.
Contrasta esta actitud de Sánchez, con la precipitación para salir en televisión en un informativo para prometer un “indulto” saltándose la separación de poderes y una Ley de Eutanasia ante el último caso de suicidio asistido televisado. Una pena que el presidente en funciones olvidara que no respaldó la Propuesta de Ley de despenalización de la eutanasia y la modificación del artículo 143 del Código Penal, que sigue castigándola con penas de cárcel.
O que no explicara por qué la Proposición de Ley en relación a la regulación de la eutanasia se ha retrasado hasta 19 veces en el Congreso de los Diputados a criterio del propio Ejecutivo. El mismo que la ha dejado sin posibilidad de debate al adelantar elecciones.
El pinchazo en uno de esos temas sociales que pueden alterar desestabilizar las tendencias de voto ha obligado a Pedro Sánchez a alterar su programada ausencia televisiva y recuperar el lema de campaña pasado –no, es no- y los temas de siempre, incluido el catalán y la memoria histórica. Mismo planteamiento que Pablo Iglesias, que volvió a la escena política y televisiva amparándose en los ecos reivindicativos del movimiento 15-M, que él fagocitó, y en el cansino mantra de los ricos nos roban y tienen más poder que los políticos. Idéntica estrategia pre-electoral; ausencia programada y retorno con los temas de siempre. E idéntica postura ante un programa que habla de los humano. Eso que no quieren que el público vea porque se comportan como ciborgs insensibles cuya única cara pública es la política.
Lo dicho, una pena. De una entrevista como la de Bertín Osborne, si se entiende el formato, se pueden sacar aspectos interesantes. Ver los puntos coincidentes y discordantes en las vidas de los candidatos, pero también en su discurso general. Estudiar las puestas en escena y los mensajes preparados, desde llevar unos pimientos rellenos simulando la bandera de España de Santiago Abascal –bueno, de su mujer-, a buscar la empatía del público con temas personales y antecedentes familiares de Pablo Casado, o presentarse como un humilde comerciante y padre soltero de Albert Rivera. Todo ello mezclado con los detalle de su indumentaria, comportamiento en la mesa y gestualidad más relajada a cada minuto que avanza el programa, salvo en uno.
Gracias a este tipo de programas, descubrimos la personalidad retraída y fría del líder de VOX. Su parquedad en el comportamiento y la expresión verbal, pero, sobre todo, lo difícil que le resulta sonreír. Quizá, eso explique que se sienta cómodo ante un mitin o en las redes sociales, pero no ante un periodista que repregunte y ahonde en sus ideas con formato tuit, quizá porque no hay más texto detrás.
Casado y Rivera son otra cosa. Más empático el primero, con un discurso más emotivo, frente a la eficiencia de Rivera para desviar los temas que no le interesan. Ambos rápidos al hablar, saturantes a veces. Nada que ver con la masticación de palabras que profesan los líderes de Podemos. Todos cortados por el mismo patrón. Igual eso explica la salida de Errejón de la formación. Otro con verborrea incontenible.
La ausencia de Sánchez e Iglesias parece premeditada e incluso pactada, remarcando su distancia con el otro bloque. Sin embargo, parece que no tiene en cuenta la ya indicada indecisión del electorado y la preocupante abstención. Las proyecciones estimaban un 5% de abstención del votante socialista en las andaluzas, pero tras las elecciones se cifró en un 23%. Y cayó Susana Díaz.
Igual es que les faltó contacto humano con su candidato, percibirlo cercano. Saber de él algo más que su torpe emulación de Kennedy. Porque la gente vota por muchas razones, pero la mayoría no lo hace por ideas concretas, sino por sentimientos, sensaciones y empatía. Y a Bertín se le podrán criticar muchas cosas, pero sabe llegar al lado humano. Tampoco hay que pedirle más.
José Antonio Giménez es especialista en Marketing Político (@josesanserif)