Las elecciones en Turquía

SERGI CRISTÓBAL

Ensombrecidas por una crisis política en Grecia y una catástrofe humanitaria en Siria, Turquía celebró el pasado 7 de junio unas elecciones generales que truncaban las expectativas de su presidente, Recep Tayyip Erdoğan, de reformar la Constitución y avanzar hacia un sistema puramente presidencialista. Después de 13 años bajo el manto de la mayoría absoluta -ostentada por el Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP) del propio Erdoğan- Turquía abre una etapa marcada por la inestabilidad política y social. Esta nueva situación viene causada por una peligrosa política exterior y por las maniobras de su actual Jefe de Estado, y se ejemplifica a partes iguales por las operaciones militares llevadas a cabo por el gobierno en funciones y por el papel que ha tenido su Presidente a la hora de torpedear cualquier acuerdo para formar un nuevo gobierno. Turquía llevó a cabo unas elecciones que deberán repetirse ante la falta de consenso, donde la cuestión kurda y la reforma constitucional serán los temas estrella de un país sumido al caos.

Siguiendo la tradición de una alta participación (del 83,92%), Ahmet Davutoğlu, delfín del propio Erdoğan, antiguo ministro de Asuntos Exteriores y candidato del Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP), no tuvo suficiente con el 40,97% de los votos y los 258 escaños conseguidos, y se quedó demasiado lejos de la mayoría absoluta (cifrada en 276 de los 550 escaños) y de los 327 diputados (y un 49,83% de los votos) con los que se erigió Erdoğan en 2011. Por su parte, el kemalista y socialdemócrata Partido Republicano del Pueblo (CHP), liderado por Kemal Kılıçdaroğlu, vio cómo la bajada del AKP no se transformó en un aumento del número de apoyos, obteniendo así el 24,95% de los votos y 132 escaños; un poco menos que el 25,98% de los votos y los 135 escaños cosechados en 2011.

En lo que respecta a la derecha más radical, el Partido de Acción Nacionalista (MHP) de Devlet Bahçeli pasó del 13,01% al 16,29% de los votos, un aumento que les hace pasar de los 53 a los 80 diputados en la Gran Asamblea Nacional de Turquía. Sin embargo, el gran vencedor de la noche electoral fue el Partido Democrático de los Pueblos (HDP), la formación kurda (co-liderada por Selahattin Demirtaş y Figen Yüksekdağ) que logró un 13,12% de los votos y 80 escaños, justo por encima del 10% de umbral nacional fijado por el ejército tras el sangriento golpe de Estado ocurrido el 12 de septiembre de 1980.

Un puzzle de difícil encaje

Con un mapa postelectoral poco favorecedor, el presidente Erdoğan pasó a depender de los kemalistas del CHP y los ultranacionalistas del MHP para formar un nuevo gobierno. De esta manera, rezumaba el período vivido entre 1991 y 2002, donde se vivieron cuatro elecciones generales, nueve votos de confianza, seis primeros ministros, e incluso un sutil golpe de Estado que obligó en 1997 a la destitución del primer ministro islamista, Necmettin Erbakan, por parte del expresidente recientemente fallecido, Süleyman Demirel.

Ante este panorama previo a la creación del AKP, y teniendo en cuenta que Turquía ha vivido golpes de Estado en 1960, 1971, 1980 y 1997, Erdoğan ha jugado con dos frentes abiertos y ha entrado en la Guerra Civil de Siria mientras boicoteaba toda negociación para formar un nuevo gobierno. Así, se han roto las negociaciones de paz con el Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK) mientras, de forma paralela, se imposibilitaba la consolidación de un nuevo cuerpo ejecutivo.

Las causas de la caída del AKP

Los resultados de las elecciones turcas del 7 de junio suponen un cambio de paradigma que tiene relación directa con el estancamiento de las negociaciones de paz producidas entre el AKP y el PKK: la pérdida de apoyos al Partido de la Justicia y el Desarrollo -de casi un 10%- se ha producido en las zonas de mayoría kurda, y ha sido proporcionalmente tan grande como el número de votos que ha ganado el HDP. Además de la parálisis del proceso de paz entre turcos y kurdos, un atentado producido mientras el HDP hacía un mitin en la ciudad de Diyarbakir (que dejó 4 muertos y 80 heridos) fue el detonante para que el electorado kurdo más conservador se pasara definitivamente al HDP.

Un incendio a lo largo del país

Con un gobierno en funciones y con unos resultados electorales que dejaban al AKP a expensas de pactar con el CHP y el MHP, el 24 de julio empezó una operación militar para bombardear las bases del PKK en Iraq y las de Estado Islámico (EI) en Siria. Esta acción, que esconde el miedo a que los kurdos formen un Estado a lo largo de su frontera limítrofe con Siria e Iraq, dejaba a principios de agosto -según fuentes oficiales- 35 muertos de Estado Islámico y 390 del PKK. La operación, que también tuvo su rama local en Turquía, se saldó con 300 detenidos vinculados con el PKK, Estado Islámico, y organizaciones de extrema izquierda como el Partido Revolucionario de Liberación NacionalFrente (DHKP-C). De este modo se incendió medio país y, como respuesta, se sucedieron atentados por parte del DHKP-C en Estambul mientras las zonas de mayoría kurda entraban en guerra contra el gobierno turco.

Mientras los atentados se sucedían a lo largo del país, las negociaciones entre el AKP, el CHP, y el MHP iban embarrancándose a marchas forzadas. Pese al pacto alcanzado entre el AKP y el MHP para lograr la presidencia de la Gran Asamblea Nacional Turca, los mismos nacionalistas del MHP decidieron desmarcarse de cualquier acuerdo con el partido de Erdoğan y Davutoğlu. Así, los conservadores del AKP y los socialdemócratas del CHP entraron en unas negociaciones marcadas por las continuas intromisiones de Erdoğan, donde ninguna de las dos partes llegó a ponerse de acuerdo en los puntos centrales: educación, reforma laboral, reforma de la ley electoral, y medidas para paliar la veintena de casos de corrupción que acechan al país.

Con el propio Presidente exigiendo que las reuniones del futuro gobierno de coalición se hicieran bajo su tutela (saltándose así la independencia entre el gobierno del Primer Ministro y la Presidencia), Turquía ha ido directa hacia unas elecciones anticipadas marcadas por un aumento del terrorismo y por la propuesta de una nueva Constitución de corte presidencialista. ¿Podrá el AKP llegar a la mayoría de dos tercios del Parlamento y reformar la Constitución después de provocar el caos? La clave está en ver cómo reaccionará el electorado kurdo y parte del conservadurismo turco el próximo mes de noviembre, aunque todo puede pasar en el sultanato de Erdoğan.

Sergi Cristóbal es es politólogo. Especializado en campañas negativas, Oriente medio y análisis político. @SCristobalJane

Publicado en Beerderberg

Descargar en pdf

Ver el resto de artículos del número 5