Las campañas electorales de las celebridades: disonancias y resonancias en el caso mexicano

JAVIER ESQUIVEL

“He llegado a la conclusión de que la política es demasiado seria para dejarla en manos de los políticos”
Charles de Gaulle.

Qué agradable sería un mundo en el que no se permitiera a nadie operar en bolsa a menos que hubiese pasado un examen de economía griega, y en el que los políticos estuviesen obligados a tener un sólido conocimiento de historia y de novela moderna”.
Bertrand Russell

En un año 2021 convulso por la necesidad de proteger y recuperar la salud y la economía se llevarán a cabo procesos electorales en Chile, Perú, Ecuador, Honduras, Nicaragua y, por supuesto, México.

En el caso mexicano las y los ciudadanos haremos valer el derecho de elegir representantes a los congresos federal, locales, presidentes municipales y gobernadores. Pocas oportunidades de hacer valer el derecho a votar y ser votado, considerando que solo se hace en una o dos ocasiones cada seis años.

Mínimos espacios para la expresión de la voluntad ciudadana que faculta a las candidatas y candidatos ganadores a ejercer legítimamente la capacidad de tomar decisiones a nombre de la población durante un largo periodo, pero también faculta, bajo el cobijo de los partidos políticos, abanderar intereses de grupos y sectores de empresarios, campesinos, obreros, creadores de arte, actores, deportistas, e incluso figuras del espectáculo y del internet.

De acuerdo con diversos estudios demoscópicos la postulación de celebridades causa azoro e irritación en la mayoría de los electores de todos los países, sin embargo, el elector -contradictoriamente- otorga el voto a dichas representaciones.  Durante el proceso electoral mexicano anterior –verano de 2018– el 49 por ciento del total de las postulaciones del sector resultaron ganadoras y lo hicieron con porcentajes superiores al 40 por ciento de los votos.

Aquí algunos ejemplos: La cantante Susana Harp consiguió el 48.9% de las votaciones y logró así obtener el puesto de senadora por Oaxaca. El exfutbolista Manuel Negrete que compitió la alcaLdía de la delegación Coyoacán, ganó con un porcentaje del 46.02% frente a sus contrincantes y del rubro de la actuación. Sergio Mayer, actor de revista y cantante, ganó con un 45.12% de las preferencias electorales una diputación federal. Cuauhtémoc Blanco, es otro de los ejemplos más claros. El exfutbolista estrella de la selección mexicana de futbol y del equipo más popular ganó la gubernatura de Morelos con 52.4% de la votación.

A nivel internacional no es diferente. La población públicamente rechaza, pero en la urna elije. Ejemplo de ello son los casos de figuras como M. Pacquiao, en Filipinas, Jimmy Morales en Guatemala, José Yunda, en Ecuador, María René en Bolivia, Betty Jerónimo en República Dominicana por mencionar los casos más recientes con promedios similar de aceptación popular en las urnas. Pero identifiquemos el fenómeno con un poco más de detalle:

¿Porqué los partidos eligen esta vía?

 De acuerdo a diversos estudios se indica que los partidos de nueva creación en México lo hacen para no perder su registro como tal, ya que la legislación obliga el mínimo de tres por ciento de la votación para continuar con viabilidad electoral; mientras que los que cuentan con la solidez de los votos- partidos tradicionales mayoritarios-  buscan incrementar el porcentaje nacional de votos que les permita tener más asientos en el Congreso por la vía plurinominal.

Esta última fórmula implica que sin importar que ganen o pierdan las celebridades, cumplen su cometido con sumarle votos al porcentaje nacional del partido que lo postula.

Otras de las causales deriva en la insuficiente capacidad de comunicación de los partidos políticos en Latinoamérica para posicionar ante el elector a los nuevos perfiles políticos que cuentan con las credenciales académicas suficientes y compromisos legítimos por sus comunidades.

Quizá la causal más preocupante es el alto nivel de desconfianza en los políticos tradicionales que en cada ciclo electoral rotan cargos sin el equilibrio de la rendición de cuentas y aprobación de gestión obligándolos a encontrar en el marketing político. fórmulas vacías como bailes, jingles, etc. Esta crisis ha provocado que la pulsión antisistema y el éxito de los outsider y celebridades se incremente.

 El otro lado de la historia

Hay quienes argumentan que, a pesar de que son sector minoritario, representan legítimamente a sus gremios y llevan a los Congresos las legítimas necesidades y preocupaciones de su sector; ejercen su derecho de ser votados y conquistan un espacio que se creía destinado únicamente para la clase política, además de que su participación significa un síntoma de pluralidad democrática.

En este mismo sentido también se justifica que cuentan, muchas veces, con mejores credenciales académicas y atributos de cercanía y aceptación con la gente que los políticos tradicionales, pero sobre todo la confianza de que no buscan el cargo para generar fama o riquezas.

¿Qué riesgos y retos implica para la democracia esta fórmula?

Diversos analistas coinciden que este mecanismo pudiera generar incapacidad de crear nuevos cuadros partidarios y desmotivar la participación ciudadana en la política; generar un sistema legislativo sustentado en la trasferencia de fama por votos.

Cuando la celebridad gana el gobierno de las entidades federativas, añaden,  se genera desconfianza ciudadana en las capacidades de resolver problemas, generan gobiernos con poca aprobación, disfuncionalidad de la administración pública con una profunda agudización de políticas sustentadas en la apariencia para gobernar.

Implicaciones para las celebridades.

Pero para las y los famosos también implican tanto retos como obligaciones como: no ser candidatos fachada a la hora de hacer política profesional, incorporar un equipo profesional que les permita no equivocarse y defender su legítima intención de modificar la calidad de vida de sus electores y a su gremio, una constante capacitación política, evitar la intromisión de intereses superiores de grupos empresariales mediáticos o de diversas industrias del espectáculo y del deporte. Pero sobre todo en no caer en la tentación del dinero sin importar que ganen o pierdan, finalmente el reto mayor como indican Drake y Higgins en su libro I’m a Celebrity, Get Me into Politics: The Political Celebrity and the Celebrity Politician, dejar de actuar la política una vez que conquistan el espacio público.

Por tanto, nos encontramos con dos consideraciones válidas para los que están a favor o en contra:

  1. Postular a las celebridades es una falta de respeto de los partidos a su militancia y los electores y,
  2. La participación de las y los famosos enriquece la pluralidad democrática ya que cuentan con los atributos perdidos por los políticos como la confianza, cercanía y credibilidad.

¿Qué nos dicen los resultados anteriores?

Los procesos electorales nos indican que más de una tercera parte de las celebridades que compiten por cargos de elección popular logran acceder a cargos de elección popular y solamente 1 de cada 10 celebridades logran generar pesos y contrapesos en los asuntos públicos.

En el actual proceso electoral para renovar 15 gubernaturas y los más de 3 mil cargos que están en juego participarán menos de dos docenas en la conquista del voto ciudadano; pero no todos lograrán la victoria. En elecciones intermedias de gobierno (cada tres años en México) la participación electoral disminuye, los cargos son más competidos por las estructuras partidistas que movilizan el voto, existe mayor resentimiento de la militancia por sentirse remplazados por un actor, una actriz y se fragmenta el voto.

Sin duda, este proceso electoral en América Latina, como en México, nos darán mayores elementos de estudio para profundizar más sobre este fenómeno de la comunicación política.

 

Javier Esquivel es consultor político internacional y especialista en asuntos públicos (@Javoesquivel)