TONI AIRA
Si el comunista León Trotsky teorizó la “Revolución Permanente” y el periodista y asesor norteamericano Sidney Blumenthal se inspiró en ella para parir el concepto de “Campaña Permanente”, en Cataluña, el independentismo político ha pasado todo esto para la batidora, para hacer una versión de bolsillo: la “Competición Permanente” que hace décadas que enfrenta el mundo convergente y el mundo republicano de ERC. Y todo a la espera y cociendo un desenlace (vía elecciones al Parlament) que será más que eso y que decantará la lucha por la hegemonía independentista que, no nos engañemos, es una guerra encarnizada por la hegemonía del mapa político catalán en su conjunto.
Pero, por partes: primero la lucha es por el liderazgo. Ahora la batalla es para quedar primero en el campo independentista. Y este desenlace decantará la guerra de fondo: la de la hegemonía del independentismo. El enfrentamiento fratricida que hace tanto que protagonizan convergentes (post o no) y republicanos ha impregnado toda la política catalana y mucho de lo que la ha descrito durante estas dos críticas décadas de siglo XXI que ahora empezamos a dejar atrás. Quizás sería hora que el soberanismo político también superara esta era del enfrentamiento, al menos en los términos crispados que la hemos conocido. Y esto reclama de un desenlace que marque un antes y un después claro.