JOAQUIM MORAL
EUGENIA: ¿Qué vas a hacer, amigo mío? ¿Qué vas a hacerle a esta zorra? ¿A qué vas a condenarla mientras pierdes tu esperma?
DOLMANCÉ continúa azotándola: La cosa más natural del mundo: la voy a depilar y le voy a magullar los muslos a fuerza de pellizcos.
SRA. DE MISTIVAL, al recibir esta vejación: ¡Ah! ¡Monstruo! ¡Malvado! ¡Me va a lisiar!… ¡Santo cielo!…
DOLMANCÉ: No le imploréis, amiga mía; será sordo a tu voz como lo es a la de todos los hombres; ese cielo poderoso nunca se ha preocupado por un culo.
SRA. DE MISTIVAL: ¡Ay, qué daño me hacéis!
La filosofía en el tocador, anónimo, atribuido al Marqués de Sade, 1975.
He aquí un nombre que todo el mundo conoce y que nadie pronuncia: tiembla la mano al escribirlo y, cuando se lo pronuncia, en los oídos resuena un sonido lúgubre. Hoy en día, es un hombre a quien todavía se honra en las cárceles; allí es el dios, allí es el rey, allí es esperanza y orgullo. ¡Qué historia! Pero ¿por dónde comenzar, qué aspecto enfocar de este monstruo y quién nos asegurará que, en esta contemplación, aunque realizada a distancia, no nos alcanzará alguna salpicadura lívida?. Jules Janin, Le Revue de Paris, 1834
Si hablamos de Donatien Alphonse François de Sade, más conocido como el Marqués de Sade, quizá nos remitamos mentalmente al sadismo sexual más explícito, o al autor que, según Napoleón Bonaparte, escribió “el libro más abominable jamás engendrado”. Pero nada más lejos de la realidad, el Marqués de Sade era mucho más y su impronta en la política es absolutamente digna de destacar y glosar.
Nació en el seno de una familia acaudalada y oriunda de la Provenza francesa. Sade viajó por importantes ciudades europeas con su padre, por motivos diplomáticos, y con diez años se instaló en París, donde se enroló en el ejército y alcanzó la condecoración de capitán de caballería por sus logros bélicos. Con todo este bagaje, regresó a Francia, donde se consolidó como uno de los pensadores y eruditos más importantes de la época, completamente politizado e implicado en la Revolución francesa de la época. En su producción artística, escribió novelas, cuentos, ensayos y piezas de teatro.
Año tras año fue acumulando más poder político y más fama en París, y era conocido por frecuentar burdeles a diario y tener amantes masculinos y femeninos de manera estable en su vida.
Y es que, a finales del siglo XVIII, Sade “destapó” una nueva manera de entender el sexo y de disfrutarlo, y utilizamos el concepto destapar, ya que en esta idea se basa su conciencia política. Uno de los leitmotiv más habituales en su obra, que podemos ver claramente en Juliette o las prosperidades del vicio, es la reflexión sobre la virtud y el vicio, y sobre la posibilidad de elección entre estos dos caminos. Cabe decir que considerar esta elección posible para el ser ya le supuso la reprobación como pensador.
En su época se entendió esta nueva manera de entender el placer sexual como una depravación completa y una puerta abierta hacia la perversión, la promiscuidad y el maltrato. En su literatura son habituales las parafilias, como la demostración de un ateísmo y hedonismo absoluto, expresados por la figura del antihéroe, mostrando también claros preceptos nihilistas. De hecho, una de las grandes polémicas de su vida fue una acusación de maltrato por unas prácticas sucedidas durante sus actos sexuales. A raíz de esta denuncia, Sade se refugió durante años en Italia y en España, para después regresar a Francia, donde fue encarcelado por este delito y por sus ideas, durante 13 años, en el castillo de Vincennes, para después ser encerrado nuevamente en asilos mentales, ser uno de los últimos presos en salir de la Bastilla, e incluso llegar a aparecer en las listas de condenados a la guillotina.
“Vamos a darnos indiscriminadamente a todo lo que sugieren nuestras pasiones y siempre seremos felices. La conciencia no es la voz de la naturaleza, sino sólo la voz de los prejuicios.” Marqués de Sade
Si ahondamos en su filosofía y pensamiento, en esta línea podemos entender y empezar a vislumbrar qué provocó el Marqués de Sade en la política y la oratoria.
La oratoria romana, como la de Cicerón, promulgaba el “serlo y parecerlo”, la ocultación de las emociones y las verdades, ya perdidas desde época griega, con tal de convertir al hombre en un “animal político”, un orador neutral y capaz de transmitir ideas y no las verdades e impulsos o pulsiones del propio ser. Por otro lado, voces discordantes como la de Pericles, entendía la política y la oratoria de la siguiente manera: “El que sabe pensar, pero no sabe expresar lo que piensa está al mismo nivel del que no sabe pensar.”
En esta línea nos encontramos con el Marqués de Sade librepensador, educado por su padre en la defensa plena del libertinaje, del descubrimiento personal y de las emociones, como también, de lo oculto del propio ser humano. Este descubrimiento de lo oculto del ser humano llegó a la política francesa en mayor o menor medida, por culpa de la férrea oposición del régimen imperante y de la Iglesia Católica, pero impactando de lleno con los librepensadores y revolucionarios del momento.
Cabe decir que, pese a haber acumulado un importante poder político en la Francia prerrevolucionaria, en gran medida por sus artes bélicas, y tener sangre borbónica por parte de su madre, Marie Eléonore de Maillé, se implicó en la revolución a través de la redacción de diversos discursos políticos y sociales, como el leído en el funeral de Marat, y asumiendo tareas organizativas de la revolución, aunque nuevamente, no fue completamente aceptado por el movimiento. Es en su obra La filosofía en el tocador en el que unos instructores introducen a una joven en el mundo del libertinaje, y ésta finalmente acaba torturando a su madre. El quinto capítulo del libro culmina con la siguiente proclama: “Franceses, un esfuerzo más si queréis ser republicanos.”
Y es que Sade, aún manifestando sus ideas republicanas, reflexionó de forma independiente sobre la vida política y social de las personas a diferentes niveles. En sus libros también encontramos profundas reflexiones sobre el poder y su relación con la ciudad, los espacios sociales, las personas y su vida emocional y sexual. Por ejemplo, en su libro Los 120 días de Sodoma, encontramos una célebre referencia del autor en relación con atacar al sol, o cómo privar de él al universo o utilizarlo para abrasar el mundo.
Leyendo este concepto y entendiendo el sol como el poder político establecido, podemos ver porqué Napoleón, los girondinos y los jacobinos no confiaban plenamente en Sade, pese a provenir de una familia acomodada y haber defendido la revolución. Era evidente que Sade siempre fue más. Defensor acérrimo del libertinaje, no encajó en ninguno de los movimientos y ello se debía a sus pensamientos, pese a no ser aceptado en la Francia del momento. Y es que como escribió en esta obra: “Mi imaginación ha estado siempre muy por encima de mis medios.”
En su literatura, y siguiendo la estela de Platón con su “República ideal”, Sade describe con la máxima precisión una sociedad ideal donde las personas pueden acudir a satisfacer sus deseos sexuales, sin importar la religión o el poder imperante, a un espacio perfectamente descrito y construido en sus imaginaciones. Es decir, Sade diseña y entiende un espacio donde la sexualidad se vive de forma comercial y fuera de toda moral, de manera segura, higiénica y sin riesgos, incluyendo en este espacio, salones privados, públicos y áreas rituales, con culto al propio cuerpo y al sexo.
Como se pudo ver el pasado 2017 en el Centre de Cultura Contemporània de Barcelona, en la exposición “1000 m2 de deseo: arquitectura y sexualidad”, este pensamiento de Sade en relación a los espacios y la libertad sexual se transmitió a través de los años a diversos arquitectos y arquitectas, como también a pensadores y pensadoras que reflexionaron sobre los espacios y sobre cómo vivimos nuestra sexualidad, como el proyecto de Oikema de Claude-Nicolas Ledoux, Charles Fourier y Guy Debord, hasta los arquitectos creadores de la arquitectura radical de los años 60 y 70, Carlo Mollino, Adolf Loos, Nicolas Schöffer o Wilhelm Reich. A nivel plástico, el legado de Sade incidió de manera directa sobre la obra de artistas como Cézanne, Picasso, Man Ray, Degas o Dalí, en su exploración sobre la libertad carnal y sexual.
Sin duda, nos encontramos ante un autor, revolucionario y pensador, sobre el cual nos deberíamos plantear hasta qué punto su reflexión sobre la libertad y el destape de las emociones y del propio ser incidió en el núcleo de la revolución francesa y su vida política y social.
Del mismo modo, debemos reflexionar cómo se ha logrado eclipsar su obra y sus reflexiones a través de su propio mito, generado en gran medida por el poder opuesto a él, la religión católica, la moral judeocristiana y en gran medida también, una sociedad inevitablemente inmersa en unos valores antagónicos a los que Sade defendió hasta el final de sus días. Tal y como dijo Guillaume Apollinaire, poeta y novelista, “Mort pour la France” famoso por sus ideogramas y poesías visuales, “La biografía completa del Marqués de Sade no se ha escrito todavía, pero no hay duda de que, reunidos todos los materiales, será posible en breve establecer la existencia de un hombre notable que aún permanece en el misterio y sobre el cual han corrido y corren gran número de leyendas”.
Joaquim Moral es historiador del arte especializado en diseño, comunicación política y gestión cultural.
(@Joaquimmoralf)Ver otros artículos del monográfico: “20 autores básicos de la filosofía política”