ANA MANSO
Seguro que si lees “nana nana nana nana líder” enseguida sabes de qué estoy hablando. Si al leerlo has podido escucharlo en tu cabeza, quédate hasta el final de este artículo. Si no ha sido así, necesitas mejorar tu nivel de conocimiento de la familia amarilla de América.
La música nos acompaña a lo largo de la vida y ha representado grandes hechos históricos. De la misma manera que un olor nos puede transportar a un momento concreto vivido, la música tiene ese poder de evocar en nosotros recuerdos del pasado.
La vida en sociedad hace que las personas se sientan más seguras perteneciendo a un grupo, compartiendo algo en común. Cuando hablamos de esa sensación de pertenencia a una comunidad, no hay que olvidar que la música produce un sentimiento de integración o cohesión entre personas.
Decimos en comunicación que las emociones a menudo tienen más fuerza que la propia razón. Recordamos lo que nos hace sentir y las sensaciones que experimentamos, por eso nos ayudamos de las emociones para comunicar. La música tiene influencia sobre quienes la escuchan, podemos afirmar que es un lenguaje con una poderosa función comunicativa.
Para lograr que la gente recuerde a un candidato o un producto acudimos a estrategias de marketing y es ahí donde juegan un interesante papel los jingles, la música, los himnos, etc. La música logra conmover y emocionar. Recordamos los himnos de los partidos políticos, las canciones de los movimientos sociales, nos emocionamos con el himno de nuestro país y con el de nuestro club de fútbol, o tarareamos los cánticos religiosos.
Los seguidores de Los Simpson sabemos que las referencias a la política son continuas, y que es fuerte la vinculación, no solo representando hechos y personajes históricos, sino también formas de hacer política, desde campañas para elecciones de todo tipo hasta manifestaciones. Matt Groening ya dijo que “Los Simpson son un espectáculo político”.
Los jingles también juegan aquí una parte importante en ese papel de ser recordados, memorables y transportarnos a recuerdos y momentos concretos.
Comenzaba este artículo haciendo referencia a la canción del capítulo “La alegría de la secta” de la novena temporada. Un par de reclutadores de una religión llamada “movimentarios” tratan de convencer a Homer para que se una a ellos. Después de no lograr su objetivo mediante método alguno, recurren a la canción de Batman reemplazando esta palabra por la de “líder”, que es quien les guiará a “Felizonia”.
“nana nana nana nana líder”
La música finalmente hace nacer en Homer una emoción de la que carecían los razonamientos de los miembros de la secta en su inútil intento de captación.
Si nos retrotraemos a las primeras temporadas, encontramos en la cuarta un ejemplo muy claro de jingle conmovedor, que crea sensación de pertenencia a un grupo y que cualquier seguidor de Los Simpson conoce. Me refiero al capítulo titulado “Última salida a Springfield”, en el que se origina una huelga en la central nuclear donde trabaja Homer como consecuencia de la supresión del seguro dental de los trabajadores por parte del Sr. Burns.
“Lucha hasta la muerte,
reivindica el destino.
Si lo dejas a la suerte,
puedes darte por vencido.
Nos manifestaremos
como hicimos ayer.
La fábrica es suya,
pero nuestro el poder”
Hablaba de la fuerza de las emociones por encima de la propia razón y también en la cuarta temporada encontramos un ejemplo que da buena cuenta de ello. En “Marge contra el monorraíl” los ciudadanos de Springfield deben decidir en una reunión municipal en qué gastar tres millones de dólares. Marge comienza haciendo una exposición sobre por qué debe usarse ese dinero en algo necesario para la ciudad como es arreglar los baches que ya están produciendo accidentes, y hace así uso de la razón.
Los vecinos parecen convencidos, hasta que llega un desconocido que les plantea la construcción de un monorraíl en la ciudad, algo que aunque totalmente innecesario, a través de las emociones que transmite con una canción, se convierte en una necesidad, logrando así convencerles.
La propia canción comienza con reticencias por parte de la población springfieldiana, pero, a medida que avanza, acaba convencida de la necesidad del monorraíl. La historia acaba mal y todo acaba siendo una estafa, pero este capítulo nos enseña, de manera un tanto exagerada, la importancia de la música en la construcción de emociones para lograr legitimidad.
“¿No armará mucho alboroto?
Verá, señora, yo ni lo noto.
¿Y no puede ser que se doble el raíl?
Eso es imposible, mi amigo tamil.
¿Y qué van a hacer los descerebrados?
Los contrataremos como empleados.
¿No le enviará a usted el mismo Diablo?
No, señor, y sé de qué hablo.
Se me ha quedado la anilla pendiente.
Use mi navaja señor agente.
Señores, Springfield no tiene elección
Levanten sus manos y entra en acción.
¡Monorraíl! ¡Monorraíl! ¡Monorraíl!”
También en la misma línea que el anterior episodio, en “Bart al anochecer”, de la octava temporada, se persigue una aprobación a través de los sentimientos que produce una canción en la población.
Cuando Marge descubre que en Springfield hay una casa de burlesque (Maison Derrière), comienza una campaña para impulsar su cierre y pronto consigue el apoyo de sus vecinos. Al llegar a la casa, dispuestos a destruirla, comienza un número musical basado en la importancia de este lugar. Una vez más, las emociones acaban ganando una batalla que, por la lógica de la razón, habían perdido. Todos comienzan a cantar y finalmente se conserva la Maison Derrière.
“Se podría cerrar la taberna de Moe ,
O el Kwik-E-Mart,
y a nadie le importaría.
Pero el corazón y el alma
de Springfield está en
nuestra Maison Derrière.
Somos la salsa de tu bistec.
Somos el queso en tu pastel.
Somos el Spring de Springfield.”
No cabe duda de que los jingles deben ser recordados para que funcionen, tienen que conmover y emocionar para aglutinar a un grupo de personas en torno a ellos, cualquier seguidor de la serie recuerda estas cuatro canciones. Por eso es importante la elección que hacemos de la música, por ejemplo para un spot político o un anuncio televisivo.
Los Simpson no sólo relata de una manera exagerada y extravagante costumbres de la sociedad estadounidense, sino que también nos enseña historia americana y política a través de actos cotidianos que suceden en el pueblo de Springfield.
Me permito darte un consejo final: si viste esta serie en tu infancia, vuelve a visionar algún capítulo, porque es posible que comprendas mejor algún matiz que pasaste por alto la primera vez, cuando al salir del colegio lo primero que hacías al llegar a casa era encender la televisión para entretenerte con Los Simpson.
Ana Manso es politóloga y consultora política (@AnaMans0)
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