MARINA RALUY
Jane Mansbridge (Nueva York, 1939) es una de las grandes pensadoras feministas de la democracia y una de las estudiosas de teoría política más destacadas del mundo. A sus 83 años, aún es profesora de Liderazgo Político y Valores Democráticos en la Escuela de Gobierno Kennedy de la Universidad de Harvard, y en 2018 recibió el Premio Johan Skytte de Ciencias Políticas —conocido como el Premio Nobel en la materia— por sus aportaciones a la teoría democrática con acento en la teoría política feminista.
Repasando su biografía, y para entender cómo su vida ha determinado su pensamiento político, destaca la manera en la que cuenta cómo se introdujo en el mundo del activismo y el feminismo. Cuenta en una entrevista que cuando llegó a Harvard para cursar un posgrado a finales de la década de 1960, había pocas estudiantes de posgrado y ninguna profesora en los departamentos donde estudiaba. Las mujeres no eran bienvenidas. De hecho, ni siquiera podían utilizar la biblioteca porque “podría molestar a los hombres”. Estas experiencias la llevaron a darse cuenta de que “la imagen armoniosa del mundo en el que crecí, en el que la mujer sería el apoyo del marido y cuyo trabajo sería criar a los hijos y crear un hogar lleno de amor, no era precisa para predecir el futuro” [1]. Y fue ahí cuando empezó a desarrollar su pensamiento y su obra desde una óptica feminista.
Mansbridge, desde hace ya muchos años, habla y trata temas que aún son, hoy en día, candentes en nuestro contexto social y suscitan debates entre diferentes corrientes del feminismo: el lenguaje inclusivo, las cuotas, las diferencias entre mujeres y su impacto en la política o los problemas de representación de las minorías en sistemas democráticos, entre otros. De hecho, no es descabellado afirmar que Mansbridge fue una avanzada a su tiempo, pues lleva décadas desarrollando teorías y conceptos que son absolutamente vigentes hoy en día, mostrando una envidiable capacidad de predecir los movimientos y debates que protagonizan las agendas políticas y sociales muchos años después.
Entre muchos de los temas que trata, Mansbridge habla de la importancia de la deliberación para avanzar socialmente, uno de los pilares centrales en sus aportaciones. Defiende un modelo de democracia reforzado con espacios de deliberación, ya que, para ella, la democracia deliberativa es la mejor herramienta para avanzar socialmente, especialmente para las mujeres y minorías. Así pues, insiste en la necesidad de fomentar espacios de diálogo, conversación y reflexión alrededor de políticas públicas, sobre todo en tiempos de crispación, desconfianza y polarización como los que vivimos actualmente.
Para que funcione, defiende que las personas que participen en estos espacios deliberativos deben ser escogidas al azar y deben ser remuneradas, para que la muestra incluya a colectivos de todo tipo. En la variedad de los participantes está la validez del proceso, si bien el proceso debe tiene que estar diseñado para fomentar la participación de mujeres y colectivos minoritarios, para así solventar los problemas de falta de representación y de dominación masculina que siguen rigiendo en el sistema actual.
Mansbridge plantea y extrapola esta teoría también como solución o como mecanismo de entendimiento entre las diferentes corrientes del feminismo. A diferencia de otros movimientos a gran escala, en la que la diferencia interna provoca la tendencia a la división entre miembros del grupo, la autora hace apología a la importancia de que esto no suceda en el movimiento feminista. Según ella, a causa de la naturaleza inductiva del feminismo, que prioriza la experiencia frente a lo general o sistemático [2], las disimilitudes entre estas experiencias no deben ser excusas para la disuasión o la exclusión, sino que deben ser contempladas como algo positivo y enriquecedor entre el grupo.
La teoría de Mansbridge es de especial relevancia en el momento actual, después de ver un 8M quizás más dividido que nunca. Consecuencia de ello son las marchas separadas que se convocaron en más de veinte ciudades españolas. Más allá de los motivos de esta división, hace ya muchos años que el movimiento feminista demuestra que hay discrepancias dentro del mismo que no van a desparecer. Pero la falta de entendimiento y de escucha pueden frustrar los intentos de avanzar en la lucha para derrotar las estructuras de dominación masculina bajo las que vivimos.
De hecho, hay precedentes de ello que no debemos olvidar. Mansbridge cuenta uno de ellos en su libro ‘Por qué perdimos la ERA’ [3] —de las siglas Equal Rights Amendment—, una enmienda propuesta a la Constitución de los Estados Unidos para garantizar la igualdad de derechos para todos los ciudadanos estadounidenses independientemente de su sexo. La autora explica que el principal motivo por el cual no se aprobó dicho texto legal fue la ‘dinámica de la sordera’, la tentación a escuchar solamente a quien piensa como una misma. Las tensiones del activismo feminista del momento las llevaron a no escuchar lo suficiente a la oposición, a quien opinaba distinto, y el texto legal no llegó a ratificarse.
De esta experiencia, la lección que extrae la autora —y que debemos grabarnos a fuego— radica en la necesidad de luchar contra la dinámica de nuestro propio movimiento social, la necesidad de cuestionar y escuchar a otras personas, de intentar entenderlas, más allá de que podamos estar en desacuerdo con ellas. Quizás así comprenderemos que, a veces, diferentes opiniones pueden seguir compartiendo un objetivo común.
Es evidente que existen diferencias éticas, conceptuales e ideológicas dentro del movimiento feminista, pero no nos podemos permitir repetir los errores del pasado, no podemos dejar que estas diferencias acaben generando unas fisuras tan grandes que terminen con cualquier ilusión, ambición o posibilidad de acabar con la hegemonía masculina, de avanzar política y socialmente. Y más en un momento de retorno de los totalitarismos, del auge de la extrema derecha, de discursos de odio, de grito constante y de altísima polarización. En lugar de generar fisuras o de dividirnos, deberíamos mostrarnos más unidas que nunca frente a todo aquello que no solo puede impedirnos avanzar, sino que puede arrebatarnos lo que ya hemos logrado.
Desde la convicción de que la única manera de avanzar y afrontar los grandes retos a los que nos enfrentamos en el momento actual es mediante el diálogo, el pensamiento de Mansbridge nos recuerda la necesidad de buscar mecanismos que ayuden a entendernos más y mejor, desde el movimiento feminista hasta los más altos niveles legislativos y de gobierno. Mecanismos que sirvan para encontrar bases compartidas desde las que seguir construyendo a pesar de las diferencias. Mecanismos que, además, sirvan para reforzar la toma de decisiones públicas y políticas en un momento en el que la confianza en la democracia y las instituciones sigue cayendo en picado.
Marina Raluy es Abogada. Global Governance en ESADE. Consultora de Comunicación Política en Ideograma (@marinaraluy_)
Ver en PDF
Leer todo el monográfico 17: Pensadoras feministas
[1] The Harvard Gazette (2020). Entrevista a Jane Mansbridge. https://news.harvard.edu/gazette/story/2020/09/the-evolution-of-political-scientist-jane-mansbridges-life-and-career/
[2] Mansbridge, Jane. Moller Okin, Susan (2005) Feminismo: breve introducción a una ideología política. Página Indomita
[3] Mansbridge, Jane (1987) Why we lost the ERA. University of Chicago Press.