Amigas y Amigos
En 1871, el caudillo independentista boliviano, Túpac Katari, resumiendo el espíritu de libertad de todo un continente, y antes de ser ajusticiado dijo: “Volveré y seremos millonesâ€.
Hoy en este templo del Koricancha, vestigio de una cultura milenaria, nuestro país los recibe con el corazón abierto cargado de esperanza.
Hoy regresamos para ser testigos de un acontecimiento histórico que comienza a ponerle carne y hueso, alma, corazón y vida al sueño de Bolivar después de 180 años.
Hoy regresamos siendo millones. Al crear la Comunidad Sudamericana de Naciones, hoy tenemos un nuevo país con 361 millones de habitantes, con 17 millones de kilómetros cuadrados de extensión ; con una economía de mil millones de dólares; con exportaciones por más de 171 mil millones de dólares; con importaciones por más de 125 mil millones de dólares y también con una deuda externa de más de 315 mil millones de dólares.
Efectivamente, hoy hemos vuelto, y somos millones. Y hemos vuelto en paz, en democracia y en libertad. Somos millones y hemos vuelto sin odios y sin revanchas.
Hemos vuelto como un continente grande y moderno, con los brazos abiertos al mundo.
Hemos vuelto para construir desde aquí y para siempre la Comunidad Sudamericana de Naciones, una de las más grandes del planeta.
Amigas y amigos jefes de Estado y de Gobierno:
Estamos aquí para cumplir un sueño y pagar las deudas con nuestros héroes y próceres.
Cuando nuestros pueblos nacieron a la libertad, rápidamente cayeron en la cuenta que la emancipación americana fue un proceso inconcluso.
Fue una gesta más política que social, que reivindicaba la historia pero no nuestras economías; que recuperaba territorios pero no a los hombres y a las mujeres, no a sus sueños de bienestar y progreso.
Esa deuda fue considerada por el historiador peruano Jorge Basadre como una promesa de vida, es decir como una posibilidad antes que un problema.
La integración fue parte de esa promesa, y por ello estuvo presente en la historia de nuestras repúblicas.
Ser un gran todo fue un sueño temprano. Bolívar fue el más insistente y sabio, pero en todas nuestras repúblicas permaneció latente ese sueño.
Es cierto que no fue el sueño de todos, y no es menos cierto que los esfuerzos por construir grandes alianzas territoriales y confederaciones fueron derrotados desde adentro por ejércitos que pugnaban por la exclusión y no por la unidad.
Es cierto, también, que en el siglo diecinueve y aún en el siglo veinte nos peleamos entre hermanos por territorios y derramamos sangre entre nosotros. Pero también es cierto que, en las últimas décadas, empezamos a recorrer un camino contrario y sentar las bases de la unidad continental de cuyo nacimiento hoy somos testigos.
Ese es el valor histórico de la Comunidad Andina de Naciones, del Mercosur y de los tratados de amistad acordados entre nuestros países.
Crear la Comunidad Sudamericana de Naciones significa concretar aspiraciones muy antiguas, lo que otorga una base muy sólida para desarrollar las importantes perspectivas que se abren para nuestra región como producto de la integración.
Aquí descansa la voluntad política de sus líderes. Son testigos estas piedras milenarias del Imperio Incaico. Allí resuenan, vivas todavía, muestra de lo que fueron capaces de hacer nuestros antepasados unidos; quienes construyeron el Camino del Inca, el Qápac Ñan; y lo hicieron antes que nosotros.
La Comunidad Sudamericana incorpora en su diversidad a una pluralidad de pueblos y culturas que a través del tiempo han consolidado una identidad propia basada en valores comunes como la democracia, la solidaridad, el respeto a los derechos humanos, la libertad y la justicia social. Pero es también un poderoso instrumento que confirma el proceso histórico de nuestras repúblicas, el respeto a su integridad territorial, la no discriminación, la afirmación de su autonomía e igualdad soberana, y el uso de medios pacíficos para la solución de controversias.
Por eso, la unión sudamericana está llamada a ser no sólo una unión de pueblos sino también la expresión de su diversidad histórica y social, heredera de un vasto mestizaje, y fruto del encuentro de Europa y las Américas.
La Comunidad Sudamericana, como dije al inicio, albergará a más de 300 millones de seres humanos en un espacio geográfico de enormes magnitudes.
Nuestros países constituyen en su conjunto más de diecisiete millones de kilómetros cuadrados. Poseemos una cuarta parte de las especies animales del mundo, casi el 10% de la superficie cultivable, 30% de los bosques de madera, así como las mayores reservas de agua dulce, petróleo y gas del planeta. Eso es parte de una nueva nación.
La fundación de la Comunidad Sudamericana de Naciones coincide con la conmemoración, a la cual asistiremos mañana, de los 180 años de la batalla de Ayacucho, que selló la Independencia de América, y la convocatoria por Simón Bolívar desde Lima, del Congreso Anfictiónico de Panamá, primer encuentro de las nacientes repúblicas, decididas a señalar un camino para su futuro bajo los ideales de libertad e igualdad que dieron sustento a nuestra lucha por nuestra independencia.
En el avance hacia la unidad sudamericana se debe reconocer el importante aporte de la Cumbre de Brasilia del año 2000 y de la cumbre de Guayaquil del año 2002.
Producto de estos encuentros, la región viene ahora delineando esquemas para el mejor desarrollo de la Iniciativa para la Integración de la Infraestructura Regional Sudamericana, IIRSA.
Igualmente, en el marco de dichas Cumbres se consolidaron los compromisos plasmados en el Consenso de Guayaquil sobre Integración, sobre Seguridad e Infraestructura para el Desarrollo, así como la Declaración sobre la Zona de Paz Sudamericana.
En la base de estos significativos desarrollos debe destacarse el importante esfuerzo que representó la convergencia entre la Comunidad Andina, el Mercosur y Chile en una zona de libre comercio que deberá evolucionar a fases más elevadas de integración económica, social e institucional en las que también participarán las naciones hermanas de Surinam y Guyana.
La integración de la Comunidad Sudamericana permitirá concretar potencialidades aún no aprovechadas, tanto para el desarrollo de las regiones interiores de nuestros países, como para fortalecer la capacidad de negociación y proyección internacional de la región en su conjunto.
La integración sudamericana busca también una distribución más equitativa del ingreso, el más amplio acceso a la educación, propiciar una mayor cohesión e inclusión social, busca la preservación del medio ambiente, busca la promoción del desarrollo sostenible de nuestra naciones.
La Comunidad Sudamericana de Naciones, que hoy nace, debe servirnos para hacer frente a los desafíos de la globalización para que sea más justa y equitativa y permita a nuestros países un mayor acceso a los mercados internacionales.
Al mismo tiempo, la concertación y coordinación política que nos permitirá actuar de manera conjunta y unida en el concierto internacional para incrementar nuestra capacidad de negociación.
Nos unimos hoy día para juntar nuestras ventajas comparativas, para convertirlas en ventajas competitivas y dar el salto para conquistar los mercados de los Estados Unidos, de Europa y de Asia. Pero esta integración solo tiene sentido si le ponemos venas que recorran a este nuevo cuerpo.
La integración vial sólo tiene sentido si viene acompañada de la descentralización; esta integración sólo tiene sentido si viene acompañada de una inclusión social, con respeto mutuo por nuestros diversidad cultural.
Este paso en la historia no contradice la existencias de procesos anteriores de integración como la OEA, la Comunidad Andina y el Mercosur. Al contrario, es la lógica continuidad de nuestros esfuerzos.
Amigas y amigos:
Nunca dejemos de soñar con los ojos abiertos, pero también nuestros pueblos nos exigen hoy resultados concretos.
En pocos minutos el Brasil y el Perú dará un paso histórico en este desafío de ponerle carne, alma, corazón y vida a la integración.
En pocos minutos, seremos testigos -este rezago del Imperio incaico, escuchará la voz de nuestros pueblos- porque el Presidente Lula y el Presidente Toledo han decidido dar el primer paso de integración de esta Comunidad Sudamericana de Naciones, al iniciar la construcción de una carretera interoceánica de más de mil doscientos kilómetros, que nos permitirá, afortunadamente, romper las fronteras del Perú y Brasil. Es un sueño de muchísimos años.
Amigo Presidente Lula, usted es un extraordinario socio pero seremos aún más fuertes cuando esta Comunidad Sudamericana se tome de las manos y comience a dibujar el rostro de esta nueva nación.
Más temprano que tarde tendremos una moneda única, un solo pasaporte. En la Comunidad Andina ya se aprobó y no son necesarias las visas para ir de un país a otro.
Más temprano que nunca, tendremos un Parlamento con representantes elegidos por voto directo de esta nueva nación que hoy día creamos . Tendremos un solo mercado con reglas comunes de comercio entre nosotros y entre América y el mundo.
No nos estamos uniendo para mirarnos sólo entre nosotros. Nos estamos uniendo para dar un salto hacia fuera y para hacer que los beneficios de la globalización comiencen a tener un rostro humano. No sólo uniremos mercados sino hombres y mujeres, uniremos corazones y almas.
Tendremos una Constitución, una sola visión del futuro y sus desafíos. Y lo que es más importante, tendremos bienestar compartido entre nuestros pueblos, con solidaridad, con crecimiento económico sostenido, con responsabilidad; en donde el objetivo final sea incrementar las condiciones de vida de nuestros pueblos, reducir la pobreza; en donde el objetivo final del manejo responsable de la economía sea la gente. La economía es una ciencia social al servicio de nuestra gente, no de la gente al servicio de la economía.
Con esas palabras, y desde el “ombligo del mundoâ€, desde este Cuzco querido, desde esta capital histórica de América, los recibimos con los brazos y el corazón abiertos.
Hoy declaro inaugurada la Tercera Cumbre de Presidentes de América del Sur; bienvenidos.
Que Dios bendiga esta nueva Comunidad Sudamericana de Naciones.
Muchas gracias