ANDRÉS OBANDO
La variedad de sabores en la cocina, la pasión de fanáticos por algún deporte y el espectro ideológico de un territorio específico, conforman algunas de las amplias realidades inherentes al ser humano que nos han hecho ricos y diversos a lo largo de la historia reciente. La identidad cultural define comportamientos convencionales que son el reflejo de la coyuntura de las sociedades. La conducta del ciudadano promedio en cada nación es consecuencia de la dinámica interpersonal que prima en las bases de las estructuras comunitarias. La política, al ser una creación humana, está destinada a sufrir nuestras debilidades y disfrutar las fortalezas, que las hay, aunque no parezca a veces. Por ello, en su quehacer manifiesta la identidad de la gente. “Cada pueblo tiene los gobernantes que merece”, esta frase atribuida a Winston Churchill guarda coherencia con las proyecciones internas de los ciudadanos, de su esencia, las cuales terminan siendo los políticos. Con esta premisa, analizaremos tres países latinoamericanos y la relación entre su identidad y su cultura política, los presidentes que han escogido, los ciudadanos que son admirados, las conductas que predominan.
Argentina y el fútbol. Es de conocimiento general la pasión que sienten los argentinos por este juego de pelota. Tras los campeonatos mundiales que su seleccionado nacional logró alcanzar en 1978 y 1986, ese fanatismo solo escaló. No es en vano que incluso un jugador de fútbol que ejerció funciones de capitán en la segunda hazaña, Diego Armando Maradona, haya sido el origen y fin último de la adoración, literal, de un grupo de personas unidas en la denominada Iglesia Maradoniana. Esto manifiesta el nivel de importancia que tiene el fútbol en la sociedad argentina, y, por ende, el que tendrá todo lo que se encuentre a su alrededor, como la política. Podemos hacer mención en este punto a la influencia que tuvo Maradona, cercano al denominado Socialismo del Siglo XXI, para, con el endoso de aceptación a Cristina Fernández, y todos los cuadros que ha tenido el peronismo contemporáneo, darles una legitimación de las clases populares. Así llegamos a nuestro primer ejemplo, Mauricio Macri, electo presidente de la Argentina en 2015, un hombre de familia empresarial, pero con apoyo de un sector del pueblo argentino históricamente opuesto a su linaje, que se lo ganó a través de un espacio catapulta para la vida pública y política, la presidencia del Club Atlético Boca Juniors durante 12 años, como lo especifica su perfil de LinkedIn. El haber logrado 17 títulos le ayudó a hacerse con el cariño de un sector relevante de los hinchas argentinos, incluso de River Plate, que veían en sus logros deportivos como dirigente un liderazgo eficiente y de resultados. Esto fue un ingrediente importantísimo al momento de ganar la Jefatura de Gobierno de Buenos Aires en su segundo intento en 2007, y, posteriormente, la Presidencia de la Nación.
Cocina y política. Para quienes son millennials, y posiblemente algunos centennials, no es sorpresa ni llama la atención la enorme influencia e identidad que posee la cocina peruana a nivel internacional. Bajo el formato gourmet, y de la mano de Gastón Acurio, esta propuesta de sabores dio un salto enorme a la escena mundial. Perú pasó de no tener una sola escuela gastronómica en 1990, a tener más de 300 en 2014, con alrededor de 80.000 alumnos, como lo cuenta Andrés Oppenheimer en su libro “Crear o morir”. Gastón, junto con su esposa Astrid, vieron en la riqueza de las especias peruanas el diferenciador de los platillos parisinos a los que ellos mismos habían estado acostumbrados. Con este impulso logró posicionar a la marca Perú, y, como lo cuenta él, en 2007, tras haber fundado la Sociedad Peruana de Gastronomía (Apega), obtener algo de apoyo del gobierno peruano para su proyecto de una cocina abierta y cooperativa. Logró impactar positivamente en la autoestima y sentido de pertenencia nacional de los ciudadanos peruanos. Es tal la influencia cultural que ha tenido la cocina en el Perú, que ha pasado a ser uno de los orgullos más grandes de ese país, después de Machu Picchu, o como lo explica Gastón en el mismo libro: “Claramente, en los últimos rankings de confianza y orgullo por lo propio, hemos pasado de estar en la retaguardia a estar a la cabeza de América Latina, superando a México. Lo habrás notado cuando vas a Perú. La gente te recibe con orgullo”. El nivel de importancia e influencia de Gastón ha sido tal que, según Andrés Oppenheimer, en círculos políticos peruanos se habló “seriamente de la posibilidad de que el chef sea uno de los próximos presidentes del país”.
Regiones y separaciones. En Ecuador históricamente se ha dado un alejamiento ideológico y cultural entre la zona costera y la sierra del territorio. Se lo llama “regionalismo” y es considerado por muchos un tabú, ya que no es políticamente correcto hablar de su existencia, pero negarla es solo esquivar la mirada del elefante en la habitación. A lo largo de las generaciones, ciudadanos nativos específicamente de la ciudad de Quito, la capital del país, y Guayaquil, principal puerto, han convivido con cierto nivel de actitud defensiva entre sí. Es considerado secreto a voces los estereotipos y argots que se identifican entre unos y otros. Esta particular realidad ha tenido su proyección directa en la política del país, concretamente a través de la conformación de los binomios presidenciales del siglo XXI; hemos seleccionado esta etapa solo por situar un período de tiempo específico y contemporáneo. Repasemos las estadísticas obtenidas con base en la información pública que ofrece el Sistema Estadístico Electoral del Consejo Nacional Electoral del Ecuador, con respecto de las candidaturas que se han presentado en las elecciones presidenciales desde el año 2000: 2002 – 11 binomios, 9 con fórmula costa-sierra; 2006 – 13 binomios, 6 con fórmula costa-sierra; 2009 – 8 binomios, 5 con fórmula costa-sierra; 2013 – 8 binomios, 4 con fórmula costa-sierra; 2017 – 8 binomios, 6 con fórmula costa-sierra. Es decir, de 48 binomios, 30 se han estructurado buscando tener un representante de la región costa y uno de la región sierra, lo que significa el 62.5 %. Independientemente de la lógica legítima de buscar representación de la mayor cantidad de grupos sociales, en una diversidad cultural tan amplia como la ecuatoriana, la decisión de escoger pares conformados por políticos originarios de cada región no es tan efectiva, ya que, de las 5 elecciones generales realizadas, solo 1 ha ganado con la fórmula costa-sierra, en 2002: presidente Lucio Gutiérrez (Quito) y vicepresidente Alfredo Palacio (Guayaquil), pero incluso en ese caso, Gutiérrez pasó la mayor parte de su infancia y adolescencia en el Oriente ecuatoriano, así que no conformaba una representación exclusiva de la sierra, si no más bien, de la Amazonía. Estos resultados nos dejan una lección fundamental: una paradoja, porque a pesar de la existencia de un regionalismo cultural marcado, el cual se ha manifestado directamente en la forma de hacer política, los resultados electorales muestran una preferencia de la mayoría de electores a colocar su voto más allá de su ideología regional. También, demuestra un olvido involuntario de las provincias y ciudades ubicadas en la Amazonía ecuatoriana, quienes, curiosamente, han sido decisivos en la votación, como el caso de 2002, o del actual presidente de la República Lenín Moreno, nacido en la provincia de Orellana, y que ha triunfado en tres elecciones (dos como vicepresidente).
Si bien este artículo no busca ser un texto que define verdades, ni mucho menos, hay ejemplos que no podemos dejar de observar, como los 3 que hemos analizado. La identidad cultural ha sido y seguirá siendo determinante en el mundo de las campañas y gobiernos, la clave está en entender que esta no es estática, cambia constantemente, a gran velocidad, particularmente en las últimas décadas debido a las Tecnologías de la Información y la Comunicación, lo cual presenta un reto a los profesionales de la comunicación política. Los nuevos electorados, millennials y centennials, decisivos desde ya en algunos países (en Ecuador representan el 54 % del padrón electoral según el Instituto Nacional de Estadística y Censos), son grupos complejos, pero con causas sociales/políticas bien definidas. El pensar que los ciudadanos tienen los mismos comportamientos que hace décadas es un error, pero el ignorar su esencia también lo es. Aunque suene laberíntico y contradictorio, es un enigma que nos fascina y que día a día buscamos resolver.
Andrés Obando es consultor en comunicación política, especializado en estrategia(@ObandoEC)