Herederos de Platón

JORGE BRUGOS

Se suele afirmar, que la política es el arte de lo posible, pero… ¿Qué es lo que hace que un elemento se consiga ejecutar? Es decir, ¿De dónde nacen los actos políticos que se materializan en las leyes que luego se aprueban en los parlamentos?

Desde que emprendí la complicada batalla cultural, en mi propio entorno me han mirado con recelo susurrándome fraternalmente la inutilidad de ese conflicto. “A la gente le interesan las cosas importantes de verdad”, me suelen decir. Sintiéndome como un ermitaño escondido en su cabaña sin observar la verdadera realidad más allá de la situada entre esas cuatro paredes de madera, las gentes perciben como banales todos esos pensamientos existenciales, concienciados de que dichas ideas no tendrán calado en su vida terrenal. En cuanto uno plantea ciertos dilemas morales, salta alguna voz discordante asegurando la obviedad de esas teorías echando cubos de la fría realidad. “A la gente le importa más el tener empleo, no todas esas pamplinas abstractas”, he llegado a escuchar.

Tristemente, se equivocan. Platón, en su análisis existencial, planteó la posibilidad de la pervivencia de dos mundos paralelos: El mundo de la materia, y el mundo de las ideas. Pues bien, utilizando el ejemplo del filosofo ateniense, a veces no somos conscientes de que, para conseguir ganar un debate en la realidad física, primero tenemos que vencer en el mundo de las ideas. Antes de que una norma llegué a debatirse en el parlamento, esta ha sido fruto de análisis y discusión en la sociedad. De ahí que exista, -el que para algunos es el asesino de la política-, un consenso, que cuando llega a termino se produce el arranque de los mecanismos legislativos para convertir la aparente opinión de la mayoría en una ley. Desde que se plantea una disyuntiva hasta que se soluciona normativamente pueden pasar años, requiere de un proceso pedagógico en el cual, unos cabezas pensantes despiertan los intelectos de los demás para que les cale un pensamiento determinado. “No hay nada mejor que a una idea que le ha llegado su momento”, decía Albert Rivera. ¿Cuándo es ese instante? Se trata de que haya un número considerable de adeptos a una opinión para convertir esa ensoñación en realidad.

Hasta que no nos demos cuenta de eso, se perderán las batallas. Siempre les digo a mis amigos conservadores, que su lucha por abolir el aborto es en vano, porque precisamente la mayoría de la población ha normalizado o considera el aborto un derecho adquirido. Nadie va ha votar a un partido cuya una de las propuestas sea derogar la ley de interrupción voluntaria del embarazo. No es tan fácil. Si quieren eliminarlo de la faz de la legislación positiva, deben hacer primero un trabajo pedagógico sin precedentes hasta que una mayoría considere el aborto una aberración, un crimen. Mientras tanto, toda manifestación o movilización, para su desgracia, es un brindis al sol. Esa batalla debe ser librada primero por la sociedad civil, en las calles, en los barrios, en las ciudades.

Así se convierten las ideas en normas, y las leyes plasman esas opiniones.

 

Jorge Brugos es estudiante de Derecho en la Universidad de Alicante, y compagina dicha labor con la de articulista en distintos medios de comunicación. (@JBrugos8)

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