ALEJANDRA SUÁREZ
No es casualidad que el 23 de enero de 2019 el término de búsqueda “Venezuela” superara sus niveles promedio de interés global, llegando al máximo de popularidad en las búsquedas realizadas en Google. Juan Guaidó, presidente de la Asamblea Nacional de Venezuela, se juramentaba ese mismo día como presidente encargado del país ante miles de seguidores de la oposición que se unieron a la concentración del día nacional de la democracia. Como toda juramentación, la de Guaidó tuvo su discurso. Un discurso que buscaba legitimar su designación como presidente encargado.
“Venezuela nació en un cabildo… la independencia… el futuro. Y hoy, en cabildos, renace la esperanza de punta a punta, de costa a costa de toda Venezuela”.
Así empezaba su discurso Juan Guaidó, rememorando el proceso de independencia, recordando esos cabildos abiertos que formaron parte de la historia de los países latinoamericanos durante la época colonial. Evocar la importancia del pueblo como agente activo de los procesos de cambio de Venezuela, no es una acción llevada a cabo simplemente para recordar una página de la historia. La mención al pasado se hace precisamente para dar validez al movimiento y al proceso que llevaba a Guaidó, sus simpatizantes y otros opositores a congregarse alrededor de la juramentación de un presidente encargado y recuperar “la nueva independencia”.
Trece días antes, Nicolás Maduro tomaba posesión del cargo de presidente venezolano en una ceremonia con poca asistencia internacional –sólo cuatro mandatarios latinoamericanos asistieron: Evo Morales (Bolivia), Salvador Sánchez (El Salvador), Miguel Díaz-Canel (Cuba) y Daniel Ortega (Nicaragua)– y tras unas elecciones que fueron cuestionadas por su falta de garantías y de observadores internacionales. Entonces, ¿cómo podía Juan Guaidó enmarcar su juramentación como un proceso legítimo? Nombrando varias veces la constitución, mencionando que la constitución es la misma que defiende Maduro, jurando bajo los artículos de ésta y, además, invitando a la audiencia a juramentarse también:
“Yo, venezolana y venezolano, juro ante Dios y mis hermanos venezolanos respaldar la lucha del cese de usurpación y asumir responsabilidad, bajo el artículo 333 y 350 de nuestra Constitución, para lograr el respaldo de la fuerza armada nacional y de la comunidad internacional hasta lograr plenamente restablecer el artículo 233 y toda nuestra Constitución. Juro también asumir el compromiso de la no violencia, con convicción y con firmeza.”
Con esta juramentación se busca posicionar a Guaidó como la voz de un movimiento de masas, no como un individuo con intereses personales, sino como el abanderado en Venezuela, y ante el mundo, de las funciones que la misma constitución establece como legítimas. Además, consigue incluir a todos los sectores de la sociedad, invita a las fuerzas armadas –que sin lugar a duda son las que pueden cambiar los pesos de la balanza– y a los que él llama “chavistas decepcionados” y que asegura también estaban ese día ahí. La mención a la no violencia es especialmente relevante, pues presenta el movimiento como uno pacífico, en contraposición con lo que dice el relato chavista, lo que incrementa la imagen favorable ante quienes lo escuchan en Venezuela y en el mundo.
Después de la palabra “Venezuela”, “hoy” y “lograr” son las palabras que más mencionó Guaidó durante su discurso. Una invitación a entender ese día específico, ese hoy, ese presente, como uno diferente. No como una manifestación más, no como un día más de los muchos que tendrían que salir a las calles –o como los días que ya habían salido antes–, sino como el día para lograr ese cambio que busca la oposición para Venezuela. Así, su discurso está lleno de frases que, sin mencionar directamente a Maduro, hacen un diagnóstico de la situación actual en el país y que planteando lo que quiere la oposición dejan entrever lo que, para ellos, no existe en Venezuela: libertad y democracia.
“Hoy Venezuela irrumpe con fuerza, con grito, con guáramo y dice libertad y dice democracia.”
Su discurso además estuvo rodeado de simbolismos. El lugar en el que se llevó a cabo, la plaza de Juan Pablo II, le sirvió no sólo para citar las palabras del Papa: “Venezuela, despierta y reacciona”, sino también para recordar a los jóvenes que habían perdido sus vidas en los alrededores o a los que se habían ido del país en busca de nuevas oportunidades. Además, el dar su discurso en un lugar abierto, en las calles, habla de futuro, de apertura y de identificación con los otros venezolanos que también, como él, estaban a pie de calle para dar el paso final de un proceso que empezó el día en el que los opositores se tomaron las vías. No hay que dejar de lado que no se encontraba sólo dando el discurso: su familia y otros diputados lo acompañaban y respaldaban. Se presentó rodeado, dando una muestra más de que, parafraseando una parte de su discurso, esto no era sobre una persona, sino sobre un movimiento.
Guiadó necesitaba emocionar para mantener a la gente en las calles, para que su relato se impusiera ante el de Maduro frente a la comunidad internacional. No lo hizo mal, más de 50 países lo han reconocido como el presidente legítimo de Venezuela. Sin embargo, no sólo emocionó. También estableció un plan, y cada vez que habla lo repite: “Lograr el cese de la usurpación, un gobierno de transición y tener elecciones libres.” Un plan que, además, se une a su argumento para dar legitimidad a sus acciones:
“Esta gente que está aquí tiene un plan país, tiene claramente establecido qué hacer con esos hospitales, cuántas camas son necesarias, cuántos médicos deben regresar a su país… Sabemos qué hacer con las carreteras, con el transporte público, cómo reactivar el aparato petrolero, cómo lograr también –y atención– que nos presten al país porque sin confianza no hay nada y saben que nunca podrán recuperar ese elemento en Miraflores.”
El uso del pasado, del hoy y del futuro en el discurso le dio el marco para buscar legitimar su juramentación y la de los que lo acompañaban. Dos meses después de este discurso, y a pesar de los apoyos internacionales, la situación ha perdido dinamismo. Sigue habiendo una lucha de relatos: conciertos paralelos, ensayos y desfiles militares de Maduro, reuniones con mandatarios latinoamericanos de Guaidó y dos estilos diferentes de comunicación en redes sociales. Las fuerzas militares siguen estando con Maduro, aunque alrededor de 500 militares venezolanos han cruzado a Colombia en busca de ayuda humanitaria. La oposición sigue movilizada pero cada vez hay más dudas. Tendremos que ver si el discurso de Guaidó, además de rememorar los cabildos del pasado y enmarcar el hoy como el momento de lograr el cambio, hizo una que otra premonición.
“No vamos a permitir que se desinfle este gran movimiento de esperanza y fuerza nacional, para poder lograr este cometido y restablecer la vigencia de esta Constitución.”
Alejandra Suárez es Economista y politóloga. cursando el Master en Marketing Político del ICP (@alejandra_sg7)
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