Gattaca. Tecnocracia: la carga de la perfección

THEO KASTANOS

“Solían decir que un niño concebido por amor tenía más posibilidades de ser feliz”

Muchos estaríamos de acuerdo en que entre los temas principales de Gattaca están la eugenesia, el control de la sociedad por parte de unas castas genéticamente seleccionadas y la capacidad del ser humano para cambiar un destino que le ha sido marcado desde su nacimiento.

Su director, Andrew Niccol, declaró que su intención era explorar “lo humano en la tecnología” y especular sobre la capacidad de la ciencia de asumir el papel de Dios y sus consecuencias. Gattaca lo hace sin una marcada intención moral. Los personajes de la película, todos, muestran luces y sombras, y la sociedad de “un futuro no muy lejano”[1], un personaje más, es emocionalmente fría y llena de ambigüedades morales. Todo un éxito en una película de ciencia ficción contemporánea a Men in Black, El Quinto elemento, Starship Troopers o Independence Day. En el futuro no muy lejano de Gattaca es el ser humano, no la tecnología, el auténtico protagonista.

Para quien no la ha visto aún: Gattaca propone una sociedad en la que la genética ha hecho posible crear seres humanos a la carta, decidiendo de antemano cuáles de las características de los padres se potenciarán (como el talento musical) y cuáles se dejarán perder (como, por ejemplo, las enfermedades genéticas). Esta práctica se ha generalizado tanto, que en Gattaca tener un hijo sin modificar (un “hijo del amor”) se considera obsoleto. La sociedad distingue entre dos castas: los Válidos, aquellos cuya genética los ha destinado a ocupar los puestos de mayor nivel y responsabilidad, y los No Válidos, para los que la sociedad reserva un rol de sirvientes. Por consiguiente, ha desaparecido cualquier otra forma de discriminación que no sea la genética, llamada “genoísmo”. Citando a uno de los protagonistas: “No importa el lugar donde se nace, sólo el cómo. La sangre no tiene nacionalidad”. Esta es la premisa principal, y diría que única, de la distopía en el filme.

Sin desmentir la centralidad del genoísmo y la lucha por la libertad individual como temas, quiero desarrollar un tema que, también, está muy presente en la película, y que a veinte años de su estreno (un futuro no muy lejano), lo está también entre nosotros. Me refiero a la tecnocracia, al culto a la excelencia y a la eficacia de ambos como ente desempoderador. Algo que se da tan por descontado entre nosotros como la validez de los válidos se da en Gattaca.

 

“La sangre no tiene nacionalidad”

Por el paradigma aceptado, ninguno de los personajes en Gattaca es dueño de su destino: todos son, por defecto, esclavos de sus genes y de las circunstancias de su nacimiento. La tecnocracia de Gattaca ha refinado tanto la discriminación que ha llegado a arrebatar a las personas la capacidad de discriminar por sí mismos, dejando ésta en manos de una tecnología inaccesible: su propio genoma inalterable. Por esto, la era de Gattaca dista mucho de ser científica, ya que la ciencia como método de discernimiento está fuera del alcance de las personas. Sin embargo, sí es, como la nuestra, tecnocrática. El resultado del test genético, el desempeño, se valora muy por encima del ser individual –así como en la actualidad son los méritos o los resultados los que nos discriminan (dónde has estudiado, qué has logrado)–, dejando de lado el valor intrínseco que tiene cualquier vida humana, más allá de sus características o sus logros.

 

“Hoy es el último día en que tú serás tú y yo seré yo”

Jerome Morrow, el protagonista de Gattaca, está compuesto de dos seres opuestos, unidos en un solo personaje, como la helicoiode del genoma. Hablamos, pues, de un protagonista doble con la misma lucha personal: la lucha por salir del sistema.

Por un lado, está Vincent Freeman, un “nacido por amor” con un 99% de posibilidades de morir de un ataque cardiaco y una esperanza de vida de 30,2 años. Al niño Vincent se le considera físicamente frágil y carga con una etiqueta social y familiar que lo condena a vivir entre los más débiles de la sociedad. Sin embargo, Vincent sueña con viajar al espacio. La rivalidad con su hermano genéticamente válido convierte este sueño en obsesión, y el adulto Vincent está dispuesto a alcanzar cualquier extremo para ver cumplido su sueño, ciego a todo lo que no sea su obsesión y abducido por la idea del sacrificio y la pureza.

Vincent logra entrar en el centro espacial Gattaca adoptando la personalidad genética de Jerome Morrow, un atleta de élite genéticamente perfecto caído en desgracia. Jerome, una estrella de la natación, se lanzó a las ruedas de un coche después de quedar segundo en una competición y quedó paralítico de cintura para abajo. Al principio del filme, Jerome es un personaje amargado, sarcástico y sin otro objetivo que esperar a la muerte entregado a la bebida y a los placeres más básicos.

Vincent usará las células de Jerome Morrow para entrar en Gattaca haciéndose pasar como válido. A partir de este momento, el antiguo Jerome Morrow cambiará su nombre por Eugene. Así, nacerá el nuevo Jerome, un personaje ficticio con el cuerpo de un atleta y el alma de un escalador social. El nuevo Jerome representa la única esperanza de supervivencia de dos seres a los que el sistema ha abandonado a su suerte.

 

“Él sufría una carga distinta: la carga de la perfección”

Así como el desempoderamiento que la sociedad de Gattaca ejerce sobre el no válido Vincent está claro (etiquetado, discriminación), la presión que el paradigma ejerce sobre Eugene es igualmente aplastante. Eugene nació destinado a la perfección y a la gloria, y la medalla de plata es para Eugene y su entorno algo incomprensible, inaceptable, trágico, hasta el punto de arrojarlo al suicidio. La lucha de Eugene es interna: una lucha a ciegas por comprender su valor intrínseco como ser y por escapar a la presión que Gattaca ejerce sobre los elegidos. En este sentido, Eugene y los válidos están igual de indefensos ante la máquina social, que exige excelencia en igual medida que rechaza la mediocridad. ¿Ficción?

 

“Ahora es la ciencia la que nos discrimina”

Y esta máquina es una máquina impersonal. Los directivos de Gattaca examinan el genoma de sus trabajadores en lugar de observarlos; los enamorados, el de sus amantes en lugar de mirarlos. La decisión de válido o no válido la toma, en la película, una y otra vez uno de los muchos aparatos medidores en función de un algoritmo preestablecido. Y los parámetros sobre los que se basa este algoritmo tienen un carácter de ley. Ley incuestionable, precisamente, por ser incomprensible excepto para una minoría que vive condicionada por los mismos apriorismos que el resto del tejido social. Esto es a lo que en el mundo de Gattaca (y a menudo en el nuestro) se llama “ciencia”, y que dista mucho de serlo. Tan grande es el poder con el que el culto a la excelencia mantiene atados, en Gattaca y en nuestro mundo, a los “válidos”.

Entonces, ¿quién no es un sirviente de la tecnocracia… en Gattaca?

 

Theo Kastanos (@eleutheo)

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[1] Así se sitúa Gattaca en el tiempo: in the not too distant future.