SERGIO PÉREZ DIAÑEZ
[Ojo! Contiene spoilers que revelan el final de la 5ª temporada de ‘House of Cards’]
Hace tiempo que Frank Underwood dijo no poder respetar a quienes eligen dinero en lugar de poder, afirmando que “el dinero es la gran mansión en Sarasota que empieza a caerse a pedazos después de 10 años”, mientras que “poder es el viejo edificio de roca que resiste durante siglos”.
A lo largo de las 5 temporadas que nos ha dejado ‘House of Cards’, Underwood ha derrotado a aquellos que osaron interponerse entre él y su ansiado trono en la Casa Blanca, ya fueran políticos, periodistas, empresarios o incluso hackers informáticos.
No obstante, en los últimos episodios, Underwood descubre que el poder se ha transformado, y que las herramientas que le brinda la Presidencia de los Estados Unidos no son suficientes para lograr sus objetivos. Así, como sostiene Moisés Naím[1], el poder se disemina entre una multitud de agentes o micropoderes en cuyas manos termina degradado, como comprueba el propio Underwood en su viaje a los Campos Elíseos.
Allí, incontables miembros del establishment estadounidense se dan cita en una suerte de ritual satánico, que precede a una discusión (barbacoa) sobre las próximas elecciones presidenciales y, mucho más importante, el rumbo que ha de tomar la nación a partir de entonces. La serie está haciendo así referencia al (realmente existente) campamento del club Bohemian Grove, donde los más altos representantes del poder político y económico se dan cita cada año de forma ultra secreta para hablar de negocios y posibles candidatos[2]. Richard Nixon, Ronald Reagan, Henry Kissinger o el millonario David Rockefeller han sido miembros de este club, cuyas ideas (según los activistas) acaban convirtiéndose en políticas reales.
De este modo, ante los ojos de Underwood, se produce un hecho insólito: ya no es el hombre más poderoso en la reunión. O, al menos, no puede permitirse despreciar el poder de los allí presentes, que le hablan de igual a igual mientras beben cerveza y disfrutan del asado. Es ahí cuando el protagonista, contra todo pronóstico, se deshace de su gran miedo; perder la Presidencia (que no equivale a perder el poder).
Frank tiene un plan: si su esposa Claire permanece en la Casa Blanca con su guardia pretoriana (una alta funcionaria conocedora de los engranajes de la política exterior estadounidense y un asesor político vinculado a los republicanos) mientras él logra adeptos desde el sector privado, el Imperio Underwood perdurará.
El desafío para el matrimonio sigue siendo enorme, y es que, en la actualidad, el jefe de un Estado democrático no sólo ha de preocuparse por la injerencia de fuerzas como las grandes empresas y los grupos de presión, sino también por organizaciones supranacionales o personas que pueden desarrollar acciones de activismo político sin grandes esfuerzos a través de las nuevas tecnologías. Incluso los líderes de los Estados autoritarios asisten con preocupación a una degradación de su poder con motivo de la globalización, Internet y el desarrollo de un mayor pensamiento crítico por parte de los ciudadanos.
Así, aunque los Underwood logren comprender todos los factores intervinientes y ocultar sus escándalos, no podrán sobrevivir a un mundo que cambia a pasos agigantados. El “viejo edificio de roca” que simboliza su poder no resistirá durante siglos, principalmente, porque el poder ya no es lo que era.
Esto se debe, en primer lugar, a la “revolución del más”, consistente en una proliferación de países, ciudades, partidos políticos e individuos que hace que estos sean muy difíciles de controlar, elevando el coste y riesgo del uso de la fuerza por parte del Estado.
En segundo lugar, a la “revolución de las fronteras”, con más personas que se mueven mucho más que antes, alterándose la distribución del poder y las empresas, religiones y culturas donde los inmigrantes se establecen.
Y, en tercer lugar, a la “revolución de la mentalidad”, con personas conscientes que las cosas no tienen por qué ser como han sido siempre y que otros viven mejor que ellos, lo que deriva en una profunda desconfianza hacia las autoridades.
¿Cuánto tiempo resistirá Claire en su nuevo trono? La Presidencia de Frank Underwood, como la de su predecesor en el cargo (Garrett Walker), ha sido corta, fiel reflejo de la tendencia actual a que los gobiernos y los líderes políticos caigan con mayor rapidez, incapaces de soportar el desgaste de sus decisiones públicas, el escrutinio de los medios de comunicación y/o la injerencia de algunas fuerzas citadas con anterioridad. En el caso de Walker, su dimisión estuvo motivada por una conspiración instigada por Underwood, la secretaria de Estado Cathy Durant y la Líder de la Mayoría Jackie Sharp. Por el contrario, la dimisión de Underwood está más relacionada con la obstrucción parlamentaria y la presión de los mass media en relación a sus escándalos.
Finalmente, cabe esperar que los guionistas de la serie hayan ideado una gran próxima temporada, o que se estén preguntando dónde encontrar la inspiración ahora que la realidad no va a brindarles a Hillary Clinton como Presidenta (con su marido Bill tejiendo alianzas entre bambalinas).
REFERENCIAS
[1] Naím, Moisés. 2013. «El fin del poder», Barcelona: Debate.
[2] González, Jaime. 2013. «Bohemian Grove: el campamento secreto de los ricos y poderosos en California», BBC. Disponible en: http://www.bbc.com/mundo/noticias/2013/07/130722_eeuu_bohemian_grove_club_campamento_millonarios_sonoma_jg
Sergio Pérez Diáñez es politólogo por la Universidad Pablo de Olavide (Sevilla). (@spdianez)