Felipe VI, Azaña y la bandera republicana

JUAN FERNÁNDEZ

Entre los crujidos majestuosos del suelo de madera encerada de la Biblioteca Nacional, contemplaba ayer Felipe VI la primera bandera republicana que se izó en España en 1931 tras inaugurar una exposición rememorando al expresidente republicano Manuel Azaña. No es baladí que el Rey estrenara la conmemoración del 80 aniversario de su muerte, lo cual puede tener muchas razones de calado y responder a sendas estrategias de la Casa Real. Entre las que se encuentra la necesidad de bajar los niveles de polarización sociopolíticos así como de marcar distancias con una derecha exaltada, enardecida, cuyas alusiones mediáticas a la Corona están poniendo en apuro a la imagen tan desgastada de la Corona.

La encuesta sobre la monarquía realizada por medios independientes publicada en el pasado mes de octubre, cuyos resultados han de cogerse con pinzas por el procedimiento online de su realización, da nociones sobre el escenario en el que se mueve la misma. Nos encontramos en un momento en el que el apoyo entre la juventud sigue disminuyendo, mientras el votante del PSOE tradicional, (ex) Juancarlista, está disolviéndose a pasos agigantados. Bien sabe la Casa Real que, sin esa gran masa de votantes, la cual oscila de los 40 años para arriba, la monarquía tan solo estará apoyada socialmente por la derecha. Una situación insostenible, veremos si el CIS lo confirma.

Se avecinan pues tiempos muy interesantes, donde se podrá dilucidar si el Estado ha sido capaz de transformarse a la hora de hacer operaciones de inteligencia en el plano de la influencia mediática y digital, después de cuatro años de ineficacia respecto a la independencia de Cataluña. Si la concepción actual de España, autonómica y monárquica, desea sobrevivir, necesitará mucho más que tertulianos y al chef José Andrés. El camino escogido por la jet set Álvarez-Toledana de reivindicar el legado de Juan Carlos, con aquel vídeo de Libres e Iguales, no puede ser más torpe y su única intención es mantener los apoyos que la monarquía ya tiene.

El tira y afloja con Marruecos, la inmigración, la desafección política y falta de liderazgo u el desgarro que supone el desprestigio de unos y de otros de un estamento tan importante y sensible como son nuestras Fuerzas Armadas, son solo algunos de los problemas que ponen a los españoles y a quienes están dejando (o ya lo están) de sentirse como tal, en un hastío peligroso sobre una población ya de por sí desmoralizada.

Al Estado monárquico le urge una operación de influencia de envergadura que saque a la luz los valores de fraternidad existentes entre españoles que piensan políticamente diferente.  El patriotismo en España es cada día un pasillo más estrecho, donde en un extremo se sitúa una exaltación castrense, una necesidad de reivindicar identidades con mascarillas bordadas por la cruz de Borgoña. Mientras por el otro extremo, asoma una visión federalista plurinacional bajo el manto de un puzle de blasones como el cartel propagandístico del Frente Popular.

Pese a quien le pese, de vez en cuando cabe recordar que los rojos también juran bandera y que los verdes no son seres irracionales, también tienen sus dudas acerca de la integridad de la Corona y sus propios representantes políticos. Pese a quien le pese, cabe recordar que hace apenas unos años nos pegábamos tiros los del quinto piso contra los del cuarto, ahora compartimos una cerveza fría en el bar de abajo mientras por la tele el Rey homenajea a Manuel Azaña.

 

Juan Fernández es periodista y consultor de comunicación (@juankojuan)