Felicitación por la victoria española en Filipinas

Voy a transportaros a unos cuantos miles de leguas, para ver si siquiera os proporciono el placer de haceros olvidar por un momento lo que pasa con los interventores, con los concejales, con los alcaldes y con los Ayuntamientos; en una palabra, voy a hacer una moción al Congreso y un ruego al Sr. Presidente de la Cámara.

La perturbación producida por la última crisis ministerial, y, sobre todo, la pena causada por la infausta suerte que cupo a más de 400 hijos de España, que perecieron en acto del servicio en el naufragio del hermoso buque de guerra que llevó por nombre Reina Regente, que ha llenado de lágrimas y luto a tantas familias y ha producido duelo nacional, habían preocupado en tales términos los ánimos, que pasaron como desapercibidos los hechos grandes ocurridos en nuestro Archipiélago Filipino y los extraordinarios resultados obtenidos por nuestras armas.

El general Blanco esta ya en Manila, de regreso de Mindanao, habiendo dejado el vasto y hermoso territorio de Lanao completamente tranquilo bajo la bandera de España, después de empeñados y sangrientos combates que, coronados siempre por la victoria, tantas glorias han dado a los generales, jefes, oficiales y soldados de nuestros ejércitos de mar y tierra . Al general Blanco han acompañado, como muestra de adhesión a España, 23 sultanes de los 57 jefes hasta ahora presentados, sin haber quedado ninguna ranchería en armas y muy pocos que no hayan sido del todo sometidos.

La campaña no ha podido tener éxito más glorioso, y hace creer que sea término de las sangrientas y continuas guerras que desde Legazpi hasta nuestros días venía sosteniendo España, a pesar de los esfuerzos hechos y de los laureles conquistados por otros generales, y que será definitiva nuestra dominación en aquella hermosa isla que, por lo vasto de su territorio, por lo caudaloso de sus ríos, por la grande fertilidad de su suelo y por el abrigo de sus puertos, puede ser base de nuestro futuro engrandecimiento y arranque poderoso de nuestras necesarias expansiones coloniales.

Todos los que allí han peleado por España y para España merecen bien de la Patria; pero más especialmente lo merece el caudillo que, con su pericia y su valor, ha sabido guiarlos a la victoria; y así como aquel caudillo se habrá apresurado a proponer al Gobierno la recompensa justa para sus subordinados, así espero, y no lo dudo, que el Gobierno se apresurará a proponer a S. M. para aquel victorioso general el premio merecido; porque es bueno que se vea [3336] que el Gobierno está tan dispuesto a hacer cumplir la ley en todo su rigor contra el general, oficial o soldado que falta a sus deberes, como a premiar merecidamente al que los cumple en provecho y para gloria de la Patria.

Por lo tanto, me atrevo a solicitar del Congreso que, haciéndose intérprete de los sentimientos y de las aspiraciones más nobles de la Nación, felicite con entusiasmo al ilustre Marqués de Peña Plata, capitán general de Filipinas y general en jefe, a los valientes jefes y oficiales de nuestro ejército, a los valerosos y sufridos soldados y a esos leales elementos insulares que han peleado bajo la bandera de España, allí como en todas partes símbolo de paz y escudo de todo legítimo interés, por el patriotismo que han demostrado combatiendo por España y para España y por haber sellado con su sangre la soberanía de la Nación en aquellas apartadas regiones. (Aplausos.)

Pido, pues, a nuestro dignísimo Presidente, que se sirva proponer a la Cámara se dirija una moción en este sentido al general gobernador de Filipinas, a semejanza de lo hecho por el otro Cuerpo Colegislador.