¿Es el verde el nuevo rojo? La hora de los verdes en Europa

ANA ALONSO MONTES

En mayo de 1999 los Verdes celebraron en Bielefeld un congreso histórico. Joschka Fischer era ministro de Exteriores en el gobierno rojiverde. Después de las elecciones de 1998, los Verdes formaban parte de una coalición federal con los socialdemócratas. En su libro Los años rojiverdes. La política exterior alemana desde Kosovo al 11 de septiembre, evoca ese encuentro de su partido al que tuvo que entrar protegido por la policía. Los manifestantes les llamaban “criminales”. Uno de ellos llegó hasta Fischer y le arrojó una bolsa con pintura roja. Confiesa Fischer que en otros tiempos se habría lanzado a perseguir al agresor. Finalmente, el congreso aprobó la intervención de Alemania en la guerra de Kosovo por 444 votos a favor y 338. Era la primera vez que Alemania iba a intervenir en una operación militar en el exterior. Y los Verdes se comprometían con esta decisión. 

Aquel hecho marcó un punto de inflexión en los Verdes alemanes que han ido evolucionando desde aquel enero de 1980 cuando nacieron como una confluencia de movimientos ecologistas, antinucleares y feministas. Cuando entraron en el Parlamento federal, tres años más tarde, vestían jersey de lana hechos a mano, deportivas y ellos llevaban largas barbas. Marchaban contra centrales nucleares como Gorleben y eran antiatlantistas. 

A esas protestas iba con sus padres la actual candidata a la cancillería de los Verdes, Annalena Baerbock, que nació el mismo año que la formación política que ahora lidera. A sus 40 años es la aspirante más joven a la cancillería de la historia de Alemania. Tiene posibilidades de reemplazar a la actual canciller, Angela Merkel, de la Unión Cristiano Demócrata (CDU), que no opta a la reelección tras 16 años en el poder. Baerbock carece de experiencia de gobierno, pero está sobradamente preparada. Lleva en el Parlamento federal desde 2013 y formó parte del equipo negociador que en 2017 intentó una coalición con liberales y la Unión de Merkel. Todo se frustró por los liberales. 

En 2021, segundo año de la pandemia del coronavirus, los Verdes alemanes responden al espíritu del tiempo (Zeitgeist). Los ciudadanos alemanes confían cada vez más en ellos y los ven como una fuerza estable. En los sondeos rivalizan con la Unión (CDU y CSU) por el liderato. Figuran en las coaliciones más probables: con la Unión (kiwi, por los colores de los partidos), con socialdemócratas y liberales (semáforo). 

Si algo nos ha enseñado la pandemia, es la necesidad de transformación de la economía global de acuerdo con unos nuevos pilares. El futuro será verde o no será; será digital o no será; será sostenible o no será. Y los Verdes alemanes lo saben: son pragmáticos y saben que el cambio llevará tiempo y ha de atender a quienes sufran las desigualdades. Están en la política del día a día, no en debates ideológicos anclados en el siglo pasado. 

La hora verde ya se intuyó en las últimas elecciones europeas de mayo de 2019. En esta legislatura el grupo de los Verdes/ Alianza Libre Europea logró 75 escaños (tenía 52), lo que supone un 10% del Parlamento Europeo. Los mejores resultados los lograron en Alemania (la alemana Ska Keller era una de las Spitzenkandidaten) con 22 representantes; Francia, 12; y el Reino Unido, siete. De alguna manera, cristalizó en las urnas el efecto Greta, por la activista sueca Greta Thunberg, quien clamó en el Parlamento Europeo en abril de 2019: “Nuestra casa está ardiendo”. 

Este empuje lo interpretaron como “un mandato de cambio” dirigido a la Comisión, que tendría que tener en cuenta su programa “de protección climática, justicia social y defensa del Estado de Derecho y la democracia”. 

Los Verdes ya tocan poder en varios países europeos: forman parte de coaliciones en Bélgica, Suecia, Finlandia, Irlanda y Austria. En todos estos países han forzado políticas que tienen el objetivo de cero emisiones. También están al frente de los ayuntamientos de Amsterdam, Burdeos y Budapest. 

El 90% de los europeos consideran que el cambio climático es una cuestión relevante. Los Verdes europeos, y especialmente los alemanes, llevan años volcados en políticas medioambientales que ahora se han demostrado imprescindibles. Son quienes primero se refirieron al New Green Deal (gran programa de inversiones basado en la economía sostenible). Es cierto que muchos partidos tradicionales han incorporado a su agenda la cuestión del medio ambiente, algo que se advierte en España, donde la ministra de Medio Ambiente, Teresa Ribera, es una veterana en estas lides. 

A esta necesidad de incorporar el saber de los Verdes sobre medio ambiente, se suma el hartazgo con los partidos tradicionales, que hasta el momento han aprovechado los populistas. Los Verdes son también un antídoto contra esas doctrinas que buscan culpables en lugar de soluciones. No usan el discurso del miedo y han cambiado su énfasis en las prohibiciones por un tono más optimistas. Prefieren presentarse desde la afirmación de sus postulados pragmáticos antes que desde la negación de los otros. 

En las recientes elecciones en la Comunidad de Madrid, celebradas el 4 de mayo de este 2021, también se advierte esta tendencia en un país como España en el que los Verdes como partido establecido no han logrado grandes éxitos. La candidata revelación, Mónica García, de una fuerza local llamada Más Madrid, se presentaba como la alternativa “verde, feminista y de justicia social”. Este partido ha superado en número de votos al PSOE, que gobierna España en coalición con Unidas Podemos, en la capital de España, y Mónica García, médica en la sanidad pública, será la jefa de la oposición en la Asamblea de Madrid. 

En una reciente conversación con periodistas, uno de los asesores de los socialdemócratas alemanes explicaba cómo la gran baza de su candidato, Olaf Scholz, es su experiencia. Es ministro de Finanzas en el gobierno de Merkel. Quitaba importancia a su falta de sexappeal. El problema no es que Scholz no sea sexy, sino que ha dejado de serlo el SPD como opción política, y sucede algo similar con la izquierda tradicional en Europa. Sin embargo, Annalena Baerbock, que fue campeona de salto de trampolín en su adolescencia, se presenta desde las páginas del Süddeutsche Zeitung haciendo el pino para demostrar que está lista para ser canciller federal. Sería una luminosa señal que en la primera potencia de la Unión Europea hubiera una canciller que tiene claro que la transformación verde en marcha es imparable. 

 

Ana Alonso Montes es periodista. Escribe sobre política internacional en www.elindependiente.com. @alonsay

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