¿Era Simone de Beauvoir tan feminista como nos creemos?

ANA POLO

Si hay un icono feminista de filósofa y escritora, ése es el de Simone de Beauvoir (Paris, 1908-1986). Su libro El segundo sexo, un análisis muy detallado de la opresión de la mujer, se convirtió en todo un referente y ayudó a sentar las bases de la teoría feminista. Hoy, las académicas aún lo estudian, cualquier feminista del mundo lo cita, sus frases aparecen en camisetas y hasta se ven regularmente en posts de Instagram. 

Aquel libro marcó un antes y un después, aunque no deja de sorprender que, cuando se publicó, en 1949, fuera considera por la crítica literaria como un libro anticuado. Hacía poco, en 1944, que Francia había otorgado el derecho de voto a las mujeres y muchos entonces en el país galo consideraban que el feminismo ya había triunfado y, por tanto, no hacía falta seguir insistiendo en él. Además, ¿qué pasa con los hombres?, publicó una reseña. En otro artículo se acusó a Simone de Beauvoir de ser antimaternal, antimatrimonio y hasta antimujeres. La misma cantarina de siempre. Hoy en día, más de setenta años después, aún tenemos que aguantarla. 

Aquel libro fue esencial, aunque sólo fuera porque, más allá de abstracciones teóricas o conceptos excesivamente vagos y difusos, fue uno de los primeros en centrar el debate en términos prácticos, tangibles. El segundo sexo era un resumen muy ajustado de la realidad histórica y del patriarcado dominante desde todos los puntos de vista, desde el económico al religioso. También fue uno de los primeros que no sólo se quedaba en el análisis, sino que hacía una llamada a la acción: insistía en que las mujeres debían desarrollar más confianza en ellas mismas, reconocer su valor y cultivar lo que llamó el rapport à soi, la relación con una misma, en el sentido de respetarse. Beauvoir fue una de las primeras autoras en poner por escrito que las mujeres muchas veces se sienten fracasadas, porque sienten que no están respondiendo a lo que se espera de ellas, cuando en realidad la pregunta debe ser qué quieren ellas y no qué quieren los demás. 

No sólo su libro defendía esta premisa. La propia vida de Simone de Beauvoir y sobre todo su relación con el también filósofo Jean Paul Sartresirvió para romper tópicos y estereotipos y visibilizar diferentes formas de relación amorosa. En un momento en que las mujeres aún tenían que renunciar a todo para casarse y se esperaba que la mujer se subyugase a un hombre en matrimonios no siempre felices, cuando no violentos, Simone optó por una relación abierta que no entorpeciera su carrera ni su éxito profesional. Un día de 1929, cerca del Carrousel du Louvre, Beauvoir y Sartre decidieron hacer un pacto: el suyo sería un amor libre, una relación abierta. Ambos reconocían que eran esencialesel uno para el otro, pero que podrían tener amantes ocasionales. 

Hoy sabemos que Simone tuvo una vida sexual mucho más prolífica e intensa de lo que nos pensábamos hace décadas. Bastante más de lo que ella misma reveló en su propia autobiografía. Siempre se la ha encasillado como la pareja de Sartre, cuando se sabe, a través de los documentos, cartas y diarios que se han ido descubriendo en los últimos años, que tuvo varios amantes, además de relaciones lésbicas. La escritora Kate Kirkpatrick escribió hace poco una biografía suya, Becoming Beauvoir: A Life, donde nos descubrió cartas muy pasionales de Simone a un amante americano, Nelson Algren, y también cartas de Simone a Sartre donde ella le explicaba sus relaciones con otras mujeres, algunas incluso alumnas suyas. 

¿Pero Simone de Beauvoir siempre fue esa alma libre que tanto pregonaba? El libro de Kirkpatrik fue uno de los primeros en demostrarnos que la vida de Simone estaba llena de contradicciones. Algunos capítulos vitales demuestran que condenó lo que ella defendía en sus libros y contradijo lo que ella tanto había reivindicado. Algunos de estos capítulos fueron puestos de manifiesto por la propia Simone de Beauvoir en sus autobiografías, pero otros no. 

Para comenzar, Simone fue ella misma pasto del machismo más aguerrido. Durante los años veinte del siglo pasado, desarrolló un corpus filosófico muy interesante y bastante original. Creía que los individuos, sobre todo las mujeres, debían ser libres para escoger por ellos mismos, ser el resultado de sus acciones. Pero no había un destino marcado y, aunque sí existían fuerzas incontrolables que nos empujaban hacia una determinada dirección, unas pulsiones internas y externas que nos moldeasen inexorablemente, como decían muchos existencialistas, también podíamos moldear nuestro porvenir, ser dueños de nuestro futuro. Por ejemplo, explicó que todos queremos tener existencias plenas, justificadas, para usar un término que a ella le gustaba especialmente, pero que para las mujeres llegar a esa plenitud es difícil porque siempre nos habían obligado a definirnos en función de otros, en virtud de si amamos a otras personas. La historia, la literatura e incluso el psicoanálisis nos habían impuestos mitos sobre la feminidadestancos, rígidos, imposibles de sobrellevar. Ella defendía que las mujeres debíamos liberarnos de estos esquemas para poder desarrollarnos en plenitud. 

Simone de Beauvoir puso por escrito reflexiones como ésta y otras muchas parecidas. Publicó mucho antes de conocer a Sartre y convertirse en su pareja. Pero muchas de las ideas de ella acabaron siendo asociadas a él. Ambos llegaron a ser famosos en Francia, pero él mucho más que ella. En el extranjero, él era el importante; ella durante muchos años apenas se conoció fuera y la mayoría de sus libros no fueron publicados hasta pasadas varias décadas. 

Simone, además, escribió poco en sus novelas su actividad como novelista siempre es obviadasobre mujeres liberadas y libres. Sorprendentemente, muchas de las mujeres de sus obras son personajes bastante sumisos y estereotipados. En los cuatro volúmenes de su autobiografía ocultó algunos pasajes deliberadamente, pasajes que demostraban que, en ocasiones, ella tampoco había sido el icono de liberación que defendía y que proyectaba en los medios de comunicación. 

¿Era una muestra de hipocresía? No exactamente. No creo que debamos juzgar a Simone por sus fallos al fin y al cabo, nadie tiene vidas perfectas, puras e inmaculadas. Todas hemos cometido errores y luchar contra algo tan omnímodo como el patriarcado no siempre es fácil. A todas nos pesan esos mitos imposibles de feminidadque ella describió. Pero lo importante es que intentó ser libre y plena. Y que, en muchos aspectos, lo consiguió

 

Ana Polo es politóloga y analista de comunicaciones (@nanpolo)

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