Iñaki Anasagasti, al salir el PNV de la clandestinidad, fue elegido en 1977 miembro del consejo regional del PNV en Vizcaya (Bizkai Buru Batzar), cargo que ocupó hasta 1980 bajo la Presidencia de Carlos Garaikoetxea. Fue diputado en el Parlamento del País Vasco entre 1980 y 1986, diputado en el Congreso de los Diputados y portavoz del PNV desde 1986 hasta 2004, y en la VIII Legislatura (2004-2008) ostentó el acta de senador. (@ianasagasti)
Trump y Putin, el auge de los populismos, brexit, primaveras árabes, Isis, refugiados… En España podemos sumar, además, la fractura del sistema de partidos, llegada de nuevas formaciones, ausencia de mayorías absolutas en casi todos los nivel de gobierno, el empuje de las fuerzas independentistas catalanas, etc. ¿Vivimos un tiempo excepcional o solo creemos que lo es porque vivimos las consecuencias?
“Quien siembra vientos, cosecha tempestades”, “De aquellos polvos, estos lodos”, nos dice el refranero popular indicándonos que todo tiene sus consecuencias y, lógicamente, la política no se libra de ello.
Y la clave de lo ocurrido en España, entre otras muchas, ha sido un Partido Socialista mimetizado con el Partido Popular. Decía Josep Pla que lo más parecido a un español de derechas es un español de izquierdas y esto ha sido fundamental. Porque la política, si algo es, es diferenciación, y hay que recordar que Rodríguez Zapatero acabó su mandato indultando a un banquero, tratando de lograr un acuerdo vergonzante -que no logró- con el PP para sacar a Franco del Valle de los Caídos, cambiando la Constitución en 24 horas para seguir las instrucciones de una UE que le predicaba una austeridad llevada a sus últimas consecuencias, y mendigando una sonrisa de Bush. Cuando tú no eres tú, vienen otros a ocupar tu espacio, y eso es lo que ha ocurrido.
La configuración de los liderazgos políticos, las condiciones en las que se desarrollan y los retos que deben afrontar han cambiado sustancialmente en los últimos años. En un contexto que tiende hacia los “hiperliderazgos”, que en ocasiones terminan siendo víctimas de la propia “performance política”, en términos de Christian Salmon, ¿cómo considera que se puede preservar el capital político que representan estos líderes en las actuales circunstancias? ¿Hay espacio para estos grandes líderes en la actualidad informativa constante?
Sí lo hay, porque quien es líder de verdad sabe marcar objetivos y utiliza convenientemente los medios que tiene a su alcance, que en este momento son más numerosos que en el pasado. Pero yo no dejo de recordar lo que decía el lehendakari Aguirre hablando de la oratoria: “No hay mejor discurso que el de una madre hablando de la enfermedad de su hijo”. Si el líder no siente lo que dice, si todo es una máscara, si se contradice, tardará más o menos el ciudadano en intuir que le miente, y si está persuadido de ello, dejará de tenerlo en cuenta. Otra cosa es que su ideología le haga a veces taparse la nariz para seguir votando al partido más predecible y más cercano a su ideología o que le dé más confianza, pero yo no creo que las redes sociales influyan tanto.
Sí es verdad que la antigua mayoría silenciosa comienza a serlo menos a cuenta de todo el mundo cibernético que tiene a su mano, pero si un líder seduce de verdad, se le perdona casi todo por un cierto espacio de tiempo. Aunque también es verdad el dicho que dice que el hombre y el mono, cuanto más suben por el cocotero, más se les ve el trasero.
Usted fue premiado tres veces por la Asociación de Periodistas Parlamentarios como «Azote del Gobierno», como «mejor relación con la prensa» en 1995 y como «senador revelación» en 2004. Es recordado por todo ello. ¿Cómo debe actuar, según usted, un parlamentario para tener éxito? ¿La visibilidad lo es todo?
Trabajo, trabajo, trabajo; huir del tópico y del lenguaje de madera; no mendigar una entrevista en el periódico; hablar un lenguaje que lo entienda la señora María y el señor Agustín; ser amable, pero no empalagoso; tratar de tener las máximas lecturas; preparar las “improvisaciones”; buscar argumentos que huyan del tópico; y seguir los temas.
Sobre la visibilidad, es verdad, cuanto más se conoce a un parlamentario o a un político, más se recurre a él por comodidad de los propios periodistas, pero la visibilidad se la da fundamentalmente el cargo. A un diputado o senador de base le cuesta mucho interesar al tipo de periodismo que se hace en España basado en entrevistas telefónicas y la política espectáculo.
Se dice que la desafección surge de la desconfianza de la ciudadanía con sus representantes políticos, pero también del papel más activo, crítico y exigente de los propios ciudadanos. ¿cómo cree que va a evolucionar el fenómeno durante los próximos años? ¿Ve indicadores de que los políticos serán capaces de recuperar la conexión con la ciudadanía?
Creo que la ciudadanía que sigue votando seguirá apostando por uno u otro partido, sobre todo en circunstancias de crisis. Siempre se busca la seguridad y a veces lo que se busca es el castigo a quien nos ha defraudado, pero es lo menos. La clave está en seducir en tiempos en los que ya nadie es dueño de los votos sabiendo que es muy difícil que alguien vote por agradecimiento. Se vota por las ilusiones que el líder o su partido suscitan en el ciudadano y eso sólo se logra con un trabajo serio, constante y visible, que no se contradiga y que sepa explicarlo.
Una negociación se basa en saber bien lo que quiere uno, lo que quiere tu adversario y de cómo vendemos ese acuerdo al ciudadano, todo lo contrario de lo ocurrido este pasado año en España.
¿Existe la nueva política o es un invento de quienes dicen ejercerla? ¿En qué se diferencia de la política y la comunicación que ejercen los partidos políticos tradicionales?
Conozco a Pablo Iglesias y a Monedero de Venezuela. Sus maravillosos consejos han llevado a un país súper rico a la ruina, por eso no querían que se hablara de la situación de Venezuela. La clave de Podemos es la búsqueda del poder de cualquier manera, utilizando la política espectáculo con la alfombra en la que se han convertido ciertas televisiones para ganar audiencia, convirtiendo la política en un plató. Pero en el fondo, ahí lo que hay es un intento de engañar, de buscar la confrontación como signo de diferenciación y de tener el poder, todo el poder.
Conocí a este grupo cuando eran totalmente desconocidos en La Tuerka y Fort Apache. Eran unos chicos listos de extrema izquierda que manejaban bien unos medios muy locales y marginales. Pero fue la coyuntura y los errores de los partidos del sistema los que les llevaron a entrar en el Palacio de Invierno de la política que es el Congreso de los Diputados. Y ahora les veo como esos marginales que jamás pensaron en llegar a dicho palacio más que para llevar alguna pizza, estar como Pancho Villa y Zapata sentados en la Silla del Águila del Palacio de Chapultepec. No salen de allí porque están que no se creen haber pasado de la nada a cinco millones de votos. Y esto no es nueva política. Es la vieja política hecha con más agresividad y con más medios para que el ciudadano la conozca, y utilizando todo el campo libre dejado por partidos muy almidonados y casi sin capacidad de respuesta. Política que no haces, política que te hacen.
Dice Monedero que si Pablo Iglesias cae, cae Podemos. Un partido convertido en un grupo de fans, no es un partido vertebrador de la democracia. Es otra cosa. Y el ciudadano tiene que saberlo para que no le engañen.
A mi Monedero en Caracas me quiso llevar a ver en un barrio marginal de esta ciudad los avances en sanidad que habían logrado los cubanos. No fui. Le dije que previamente conociera como funciona la sanidad vasca en un régimen de libertad.
Esto de la dictadura de la emoción en la política, ¿es realmente algo novedoso? ¿Es la emoción enemiga de la razón o puede existir un punto de equilibrio?
Sí, la emoción mueve montañas, pero tiene poco recorrido, si sólo es emoción. La emoción acerca, pero hay que alimentarla con hechos, propuestas, realidades y cercanía.
La expresión “jarrones chinos” (que de tan valiosos, nadie sabe dónde ponerlos) dedicada a los ex presidentes españoles la usa usted en su libro del mismo nombre. ¿Cómo debería, en su opinión, comportarse un ex presidente? ¿Debe salir de escena? ¿Varía dependiendo de las culturas políticas en los diferentes países? ¿Cómo han sido los “jarrones chinos” en España?
Esa expresión se la apliqué yo a Felipe González cuando dejó de ser presidente y no hacía más que incomodar a todo el mundo con sus declaraciones. Le repetí una frase que decía el expresidente venezolano Rafael Caldera, que la había tomado del chileno Eduardo Frei: “Los jarrones chinos son muy valiosos, pero nadie sabe dónde ponerlos”. Felipe González se la hizo suya. Aplicado a los expresidentes es una buena frase que describe bien su situación y siempre que le veo le pido derechos de autor. Pero ahí está una buena muestra de lo que es el liderazgo mediático.
Un político se aprovecha de una idea, un dicho, una expresión de otro, y la hace suya. ¿Por qué? Por la autoritas que tiene, y González la tiene. Cuando en plena crisis de Pedro Sánchez los seguidores del sanchismo describían a González como un dinosaurio sin capacidad de influencia, se equivocaban malamente, pues le faltó tiempo para abrir la boca al expresidente y a los tres meses Sánchez estaba con su coche dando vueltas por las Casas del Pueblo. Eso es el liderazgo.
Por cierto, respecto el libro que escribí sobre los jarrones chinos, para mí el más claro ejemplo es el de Zapatero.
En los últimos años dos comunidades españolas (País vasco y Catalunya) han presentado un crecimiento de su voluntad de más autogobierno (en el primer caso) y de soberanismo (en el segundo). ¿Cree usted que la Constitución española ya no sirve para acoger ciudadanos con sentimientos nacionales distintos? ¿Qué reforma debería adoptar la Carta Magna para que se volviesen a sentir incluidos dentro del pacto de convivencia? ¿Por qué cree que nadie hizo nada antes de que creciera este sentimiento? ¿es posible encontrar una solución para Catalunya que cuente con el suficiente respaldo en la clase política española que no sea la propuesta por Azaña en sus memorias?
A mí me da miedo una apertura constitucional si previamente PP y PSOE no saben de qué van a hablar. Yo creo que con la actual Constitución todavía se puede trabajar y exprimir su jugo. Al principio de la transición sólo había dos demandas y media de autogobierno: Catalunya, Euskadi y Galicia. Y por eso la Constitución habla de “regiones y nacionalidades”, que no son más que naciones, sin que se quiera utilizar este vocablo. Pero por presión militar y por el trabajo de los abogados del estado sitos en Madrid y que consideran que España es Madrid, generalizaron todo el proceso autonómico y lo igualaron por abajo.
Nosotros reivindicamos la devolución del concierto económico para Gipuzkoa y Bizkaia que el franquismo había derogado al declarar esos dos territorios “provincias traidoras”. Pero esto viene de 1978 y ha funcionado. Catalunya no lo quiso.
Nosotros reivindicamos ahora una relación bilateral y blindar el proceso autonómico para que no esté al albur de los abogados del estado, que por cierto son una plaga.
Digo que esta Constitución todavía puede dar juego si en la política española hay sensatez y no se cultiva la política del agravio comparativo y se reconozca de una vez por todas que el estado español tiene cuatro naciones: Catalunya, Euskadi, Galicia y España.
Publicado en Beerderberg
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