XIMO VALLS
Sí, los consultores políticos hacemos campañas de contraste, no todos, pero sí la mayoría y nos pagan por ello, ¿acaso está mal?.
¿Cuál es el verdadero objetivo de una campaña de contraste? ¿Solo informar? Evidentemente no, existe un trasfondo de querer bajar la reputación del candidato contrario, partido u organización. Esto es así. Ahora bien, el objetivo está claro, el camino de cómo hacerlo, no tanto y aquí viene lo espinoso del asunto.
Rompamos el tabú de las campañas negativas o de contraste, pongamos encima de la mesa y hablemos abiertamente, ¿es éticamente correcto hacerlas? ¿dónde está el límite? ¿lo marcamos los consultores, el candidato o la sociedad? Lo que es éticamente correcto en México puede no serlo en España o viceversa, es más, incluso en el mismo país en función de la región o estado, un contenido puede ser aceptado o rechazado socialmente.
Respecto a quién marca los límites, en mi humilde opinión, es una mezcla de los tres factores mencionados, los consultores, el candidato y la sociedad. Por nuestra parte, tenemos un filtro, cada uno de nosotros (consultores), de valores y ética que hará que hagamos o no el trabajo y los matices del mismo. El candidato tiene sus propias creencias y si no está de acuerdo porque sus principios o sus convicciones entran en conflicto con alguna idea de contraste planteada, obviamente, debe ser considerado, pues es su carrera la que está en juego. Por otra parte, la sociedad, los ciudadanos, tienen sus propias creencias y posicionamientos, nada tiene que ver la idiosincrasia de los mexiquenses (Estado de México) con la de un madrileño o un barcelonés.
En todo esto existe el hecho de qué significado le damos a las cosas, me explico, un mismo hecho como por ejemplo una declaración a favor o en contra del aborto es solamente eso, una declaración, pero de ella y en función de nuestras creencias limitadoras lo interpretamos de distinta forma, muy probablemente una mujer muy católica le de un significado muy distinto al de una joven de carácter progresista. Un mismo hecho, distintos significados.
Cuando entre los tres factores (consultores, candidatos y ciudadanos) existe una disonancia entre lo que es correcto o no es cuando surgen los problemas. El hecho de que los ciudadanos de un determinado lugar consideren ético o no cierto asunto, no es la regla de oro ni el único factor por el que determinarse. El famoso “a dónde fueres haz lo que vieres” puede parecer lógico y un criterio válido, sin embargo, si allí donde te encuentras es válida la pena de muerte, la tortura aceptada como forma de sustraer información o el machismo es algo natural y común, ¿supone que debes aceptarlo y comportarte bajo esas creencias o cánones si no son los tuyos?, creo que la pregunta mata rápidamente la premisa “a dónde fueres haz lo que vieres”.
Sin lugar a dudas, existen muchos códigos éticos distintos, sin embargo, no creo que existan demasiadas discrepancias en que algunos principios o derechos nunca deberían vulnerarse:
- Derecho a la vida y su libertad: Poner en riesgo la vida de alguien, sea cual sea el motivo, nada lo puede justificar.
- Discriminación por Condición sexual: El elector tiene todo el derecho a saber cuál es la condición sexual de su representante, así como el candidato de hacerla pública o no. En todo caso, bajo ninguna circunstancia debería ser motivo de mofa o discriminación.
- Derecho a la intimidad: Todos los tenemos y nadie tiene porque vulnerarla, así como manipularla con contenido falso.
Probablemente más principios deberían tenerse en cuenta y de eso se trata el asunto, el único camino para poner límites es precisamente regulando. Existe un vacío en la profesión de la consultoría política, hace falta un código ético y profesional propio que permita normativizar y poner parámetros que ayuden a dignificar la profesión. Se trata de un asunto serio pues finalmente formamos parte en una contienda en la que nuestros mensajes son masivos e influimos de una forma u otra en la vida de las personas. Para ser realmente libres en el ejercicio de la profesión y no aceptar como dice Sigmund Freud “La mayoría de la gente no quiere la libertad realmente, porque la libertad implica responsabilidad, y la mayoría de las personas tienen miedo de la responsabilidad”.
Ximo Valls es consultor internacional de comunicación política. Director de Comunicación en Elemental. (@XimoVallsM)