ROGER ROSICH
Podía acabar mal y acabó mal. Se terminó el acuerdo de gobierno de izquierdas portugués. Se terminó la geringonça.
El Partido Comunista Portugués y el Bloque de Izquierda no dieron su apoyo a los presupuestos del gobierno del socialista António Costa y éste se encontró frente a unas imprevistas elecciones anticipadas, que serán el próximo 30 de enero.
El presidente de la República, Marcelo Rebelo de Sousa, había amenazado que de no aprobarse el presupuesto para 2022 se tenía que ir a elecciones, y las cuentas presentadas por el gobierno sólo contaron con los votos de los propios socialistas y con cinco abstenciones de los diputados animalistas. Se quedaron a tres votos a favor o a tres abstenciones, que ni los comunistas ni el Bloque de Izquierda quisieron dar. Sabían de la amenaza del presidente, así que ellos se verán con los resultados electorales, en los que no parece que vayan a ganar nada.
La convocatoria electoral conlleva la disolución de la Asamblea de la República (el parlamento luso), que por añadidura dejará colgadas las tramitaciones legislativas del teletrabajo, la video-vigilancia, la lucha contra la corrupción, la ley laboral o los vientres de alquiler.
¿Se podían haber evitado los comicios? Si. Pero el presidente de la República portuguesa tenía ganas del fatalismo del fado y de hacer valer sus prerrogativas institucionales. Reconfirmado en el Palacio de Belém el pasado enero con un 60,7% de los votos (en primera vuelta), Rebelo de Sousa quería reivindicar los poderes de la presidencia portuguesa, a la vez que su liderazgo en un centro-derecha (PSD) confuso.
Rui Rio, líder del centro-derecha portugués desde 2018 y anteriormente alcalde de Oporto durante más de diez años, dirige la formación desde el centrismo y la voluntad de pacto. Quería darle al partido un cariz institucional, de consenso y humano después de los duros años de la crisis económica y de la rigidez de Pedro Passos Coelho. Pero lo cierto es que no ha obtenido ningún éxito meritorio para seguir en el cargo; si no contamos conseguir el gobierno regional de las Azores después de 25 años de gobierno socialista y la alcaldía de Lisboa después de 14 años.
Quizás fueron les resultados en Lisboa los que removieron algo en el PSD y en el mismo presidente de la República. Fueron un único punto de luz en medio de una derrota del centro-derecha en las elecciones municipales del pasado setiembre.
Rio siente como el suelo le tiembla bajo los pies. No es un nuevo terremoto en Lisboa. Su partido socio natural de derecha democristiana (CDS-PP) está convulsionando y una fuerte corriente interna de su partido le quiere relevar. Y “Marcelo” (como llaman con cariño los lusitanos a su presidente) estaría entre ellos. Parece ser que él preferiría al eurodiputado Paulo Rangel, el heredero político de Manuela Ferreira Leite, la antigua líder del PSD. Habrá primarias y sus votantes decidirán cuál es su líder y su modelo de partido.
Rio sabe que no ganará las elecciones generales. Lo sabe él y lo sabe “Marcelo”, lo saben los sondeos (que indican continuidad), pero cuando se da un golpe en el tablero las piezas nunca quedan exactamente al mismo sitio. Tampoco estaba prevista la victoria de la derecha en Lisboa.
Se podrían contemplar, de entrada, dos posibles escenarios del resultado de las elecciones y los dos serán complejos, pero no quitarían a António Costa de su puesto de primer ministro, contando con su alta popularidad y una buena intención de voto.
La primera sería una grossekoalition del socialista Costa con el centro-derecha de Rio (siempre que este siga en el cargo) y la segunda sería una repetición de la geringonça en una alianza de izquierdas (ya veremos si con los socios fuera o dentro del gobierno, para fidelizarlos), que la demoscopia muestra como posible.
¿Se termina una geringonça para que empiece otra? Probablemente.
Roger Rosich es asesor en comunicación política e institucional (@rogerosich)